Cap. 23- Te anhelo

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"No te lo lleves viento, porque lo necesito, quiero estar a su lado hasta que todas sus hojas desaparezcan, anhelo sentir de nuevo su calor, pero ya está tibio." -Samm de la Rosa.




Me gustaría que alguien me aconsejara cómo se debe sentir al descubrir que tu novio poco a poco está muriendo, no, que alguien venga y me diga la manera en la que debo de actuar sobre la nueva noticia y hacer como si nada hubiera pasado, porque esa fue la promesa que le di a Doreen.

– ¡Todo es una mierda!
Lloré en los brazos de Doreen, ella me mantenía abrazada y su playera ya estaba completamente empapada por mis lágrimas.
– Lo sé, Ari, lo sé.
Trataba de consolarme, pero no podía lograr su objetivo.
– No quiero que se vaya de mi lado, no otra vez –Sollocé.
Doreen apretó más su abrazo y yo no podía hacer que las lágrimas dejaran de salir.
– Oye –levantó mi rostro– debes de ser fuerte, porque sé que lo eres, Connor necesita que tú tengas la fuerza que él vaya perdiendo.
– Él también es fuerte Doreen –Le comenté seca.
Ella suspiró.
– Sabes que te digo las cosas como son, no puedo evitarlo y lamento que mi forma de ser te lastime más, pero Ari, es mejor que sepas lo que va a suceder ahora en adelante.
Sus palabras eran dolorosas, yo quería pensar positivamente y ella me arrastraba de nuevo a la realidad, a una realidad que nunca había imaginado y que no quería afrontar.
– Hay algo más –dijo Doreen y se sentó erguida– no puedes mencionarle nada a Connor sobre su enfermedad.
Fruncí el ceño.
– ¿Por qué? ¿Él acaso no lo...? – Dejé la pregunta en el aire.
– Por supuesto que lo sabe, él se lo dijo a Brandon y a Johann.
– ¿Y por qué a mí no me lo dijo? – Susurré.
– No quiere que nadie lo sepa, mucho menos tú.
– ¿Por qué no? ¡Tengo derecho a saberlo! –Grité.
– Por favor tranquilízate.
– ¡No! ¡¿Cómo quieres que me tranquilice cuando mi novio está muriendo, no lo he visto en días, ni siquiera sé en dónde está en este momento y que además me haya ocultado su enfermedad?!
Hablé duramente, mi quijada estaba apretada y mi ceño demasiado fruncido, pero toda esta postura lentamente se volvió algo diferente, relajé mis gestos y de nuevo un dolor pegó en mi corazón, las lágrimas se empeñaron en salir, quería que todo esto acabara, quería tener a Connor a mi lado para hablar sobre cosas tontas, deseaba que él entrara por la puerta corriendo y me dijera que todo era una mala broma, que él estaba bien, que volvería a ser todo como lo era antes, pero por más que lo deseaba sabía que eso no iba a suceder, que realmente todo estaba mal.



Doreen se acercó a mí.
– Necesito que me lo prometas, él no debe de enterarse que tú lo sabes, debes actuar como si todo fuera normal, sé que será difícil, pero también sé que lo puedes lograr –se quedó callada un momento– Brandon no me lo dijo, yo lo escuché, hablaba del tema con Johann, al final escucharon un ruido y vieron que yo ya sabía todo el tema, Connor también hizo prometerles a ellos que no dirían nada, Brandon quiso hacer lo mismo conmigo pero era justo que tú lo supieras, no sé en qué momento Connor quería mencionártelo pero por lo que escuché estaba dispuesto a guardar el secreto.
Comencé a fruncir el ceño y ella sabía que estaba a punto de explotar otra vez, hizo un gesto para que guardara silencio.
– No te enojes, no le digas a Connor egoísta, él debe de tener sus razones para no mencionártelo, entiéndelo, Ari, él también está sufriendo.
Estaba cansada de pensar mucho sobre las cosas, realmente estaba agotada.
– Lo prometo, no diré nada –Dije.

Y aquí me encontraba un día después de enterarme de la verdad, estaba sentada afuera de la casa de Connor con una caja de pizza la cual ya estaba fría por las dos horas de espera y con el viento aferrándose a pasar sobre mí. Una hora y media más de espera, comencé a recoger la caja de pizza y me levanté, Connor no llegaría hoy, anhelaba que mañana por fin supiera algo de él y que fueran buenas noticias.

Domingo, una de la tarde y yo aún estaba en pijama, no me apetecía arreglarme, lo que quería era estar en mi habitación viendo películas mientras comía toneladas de helado. La costumbre es que cuando te sientes mal por cuestiones del amor se debe ver películas deprimentes, pero aunque no lo fueran yo comenzaba a llorar.

Era la quinta película que veía, mientras terminaba el segundo bote de helado agarré mi celular, no había ninguna llamada o mensaje de Connor, me prometí que si no sabía nada de él durante dos horas iría con Brandon y lo obligaría a decirme en dónde se encontraba mi novio. La sexta película estaba haciendo que me quedara dormida, me recosté en la almohada y perdí la noción del tiempo. El ruido del timbre comenzó a despertarme, me levanté lentamente y me dirigí a las escaleras, abrí la puerta.
– Hola –Saludó Connor.
Mi corazón empezó a agitarse y el sentimiento de alegría lentamente se apoderó de mí, caminé rápido hacía él y lo abracé fuertemente.
– Estás aquí –Susurré.
Connor me devolvió el abrazo.
– ¿Qué sucede? – Preguntó preocupado.
Me separé de él.
– ¿A qué te refieres?
– Pues me abrazas como si no me hubieras visto en años –Dijo.
– Se me hicieron años los días en que no te vi –Confesé.
Connor me miró con ternura, agarró mi rostro y plantó un cálido beso en mis labios, una sensación inexplicable me invadió.
– Te amo, Connor – Le dije.
Él me regaló una sonrisa de lado.
– Te amo, Arianna – Respondió.
Cerré los ojos para que sus palabras se quedaran en mi mente.
Al abrirlos la mirada de Connor había cambiado, era amor puro lo que reflejaba su mirada, me acerqué a él y lo besé, el beso fue demasiado tierno y quise que en ese beso supiera que lo que sentía por él era verdadero, Connor sostuvo sus dos manos en mi cintura mientras mis brazos se cernieron en su cuello, el beso se volvió feroz, él me acorraló en la pared, cerró la puerta y lo abracé con más fuerza, subimos las escaleras hacía mi habitación sin separarnos, me colocó delicadamente en la cama, de fondo se podía escuchar los diálogos de la película que había olvidado quitar.
Sus besos fueron plasmados en mi cuello, Connor se separó y me miró, tocó mi mejilla con dulzura, volvió a unir sus labios con los míos, su mano viajaba de mi muslo a mis rodillas, la ropa sobraba para esta situación y poco a poco fue desapareciendo. Entregarnos era una manera maravillosa de decirnos cuanto nos amábamos y en secreto guardaba todas sus caricias, sus besos, sus miradas llenas de amor para así siempre recordarlo, para saber que él estaría eternamente en mi mente y en mi corazón.
Al finalizar, nos colocamos nuestras ropas y nos quedamos sentados en la cama viendo el final de la película.
– ¿Estás bien? –Hablé.
– Sí ¿Por qué lo preguntas?
Frunció el ceño, tragué saliva y traté de calmarme para que no sospechara nada.
– La última vez que te vi estabas en reposo –me encogí de hombros– no quiero que recaigas.
– No te preocupes, estoy bien, es por eso que vine a verte –Comentó.
– Yo también fui a verte, pero no había nadie en tu casa.
Connor se puso rígido y hubo un largo tiempo en el que no habló y yo decidí hacerlo.
– ¿En dónde estabas? –Murmuré.
La pregunta me estaba matando y más que había prometido no decir nada sobre su enfermedad, pero si él me lo confesaba sería diferente.
– Fui con un tío –Respondió.
– ¿El mismo tío que la otra vez?
– Sí, mi papá y él andan muy unidos últimamente y como ya me encontraba mejor decidimos ir a visitarlo.
Entonces no había ido a ningún hospital o era una mentira, pero lo dijo con tanta seguridad que le creí.
– Me preocupé por ti –Confesé.
– ¿Por qué tendrías que estarlo? Eres consciente que la última vez que me visitaste estaba bien –frunció el ceño– ¿Qué anda mal?
Abrí mis ojos por la sorpresa ¿Acaso era tan obvia con mis comentarios y sospechaba que sabía la verdad o me estaba volviendo paranoica?
– Todo está bien pero me preocupo por ti, como siempre.
– Pues no te preocupes, te estoy diciendo que me encuentro bien –Comentó secamente.
Mi corazón se encogió.
– No te enojes, solamente quería saber si estabas bien –Argumenté.
– ¡Pues lo estoy! Estoy muy bien Arianna –se levantó de la cama y dio una vuelta– veme, me encuentro bien ¡Así que deja de hacer esa estúpida pregunta! –Dijo entre dientes.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, no era necesario que se hubiera puesto en ese estado y mucho menos era justo que me haya gritado cuando lo único que quería saber era si estaba bien o no.
– Tengo que irme.
Fue lo único que dijo, salió de mi habitación, se escuchó la puerta abrirse y cerrarse, ni siquiera se había despedido de mí.

Miré la puerta de mi habitación y me le quedé viendo ¿Qué había sido todo eso? ¿Acaso tenía que ver con su enfermedad? Suspiré derrotada, como deseaba que la ignorancia volviera de nuevo a mí en vez de atormentarme pensando si era por esa situación o no.

2 veces sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora