Cap. 6- Agua, por favor

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"Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón." -Mario Benedetti




– ¡Es que no puede ser posible!

Azoté la puerta de mi cuarto y me tiré en la cama, ya habían acabado las clases y ni la última hora me sirvió para olvidar lo de Connor ¿Cómo pudo volver a prometer amor eterno frente una comida?

Me levanté y caminé hacia el espejo que estaba enfrente de mi cama, mi reflejo era diferente a hace un año, mi cabello era más largo y por fin había vuelto a mi peso normal, ya no me daba miedo observar mi reflejo y ver que había adelgazado, quizás por el básquetbol, aunque una parte de mí sabía exactamente por qué me faltaban seis kilos. No quería confesar que había dejado de comer por una larga temporada, no me importaba que en un día comiera solamente una gelatina, la verdad es que me era imposible probar algo más. Supe que yo estaba mal, muy mal, pero me dije que se me pasaría, que había dejado de comer porque estaba destrozada por Connor y después volvería a ingerir alimentos como antes, cosa que nunca pasó hasta hace tres meses.
Un día caminé y me percaté que en un salón había demasiadas personas, no sabía de qué trataba la junta, pero entré, una chica comenzó a platicar el por qué no comía.

– Tengo sobrepeso, eso es más que obvio, esto no se puede ocultar aunque quieras, algunas personas son crueles y creen que burlándose de los demás es divertido, tal vez para ellos lo sea pero no para nosotros, no para mí –la voz se le entrecortó– decidí dejar de comer para ver si así podía bajar de peso y callarles, pero eso está mal. Me sentía mareada todo el día, veía a alguien comer y me daban ganas de devorar toda la comida de mi casa, ¿Saben qué hice? –de sus labios salió la sonrisa más hermosa y sincera que haya visto– los mandé a la mierda, a cada persona que se burlaba de mí, les gritaba "Pero si yo soy la gorda, a mí debería de importarme, no a ti." Decidí ir con un especialista, decidí cuidar mi alimentación y cuidarme a mí misma, ahora sé que debo amarme tal y como soy, como una chica que diario trabaja para sentirse mejor ¿Y saben qué? me encanta.

Todas las personas que estaban sentados enfrente de ella comenzaron a aplaudir y yo me incluí entre ese grupo, poco a poco disminuyeron los aplausos y alguien se levantó en medio de todos, era el psicólogo. Giré mi rostro y vi una propaganda que explicaba los problemas alimenticios, de eso se trataba aquella reunión.

– Muchas gracias por contarnos y confesarnos algo tan maravilloso Sandra. Acabo de ver un nuevo rostro y me gustaría que hablara –todos voltearon a verme, claro que ellos ya se conocían, lentamente me acerqué y el psicólogo llamado Carlos –divisé su nombre por la etiqueta que había en su chamarra, habló– Es tiempo de que nos digas el por qué estás aquí, todos queremos saber tu historia y no te preocupes ya que nosotros no juzgamos.
Se sentó de nuevo y me dejó sola, pensé en si hablar o irme de ahí, pero también pensé que nada es casualidad y que por algo había llegado a ese lugar.
– Mi nombre es Arianna, estoy aquí sin haberlo planeado, pero el destino te lleva a lugares que necesitas. Hace un tiempo terminé una relación, realmente lo quería, él a días de terminar nuestro noviazgo se besó con varias chicas diferentes enfrente de mí, fue doloroso, estaba tan acostumbrada a él que parecía perdida cuando ya no estaba a mi lado, dejé de comer porque el apetito se había ido, creí que era temporal y que yo podía salir sola de mi depresión pero no fue así. Ahora sé que hay cosas peores en la vida y el que me haya cortado mi novio es algo que puedo superar, estaba haciendo un drama por ese simple hecho cuando hay personas que deben de luchar con cosas peores. Algunas veces me ponía a llorar enfrente del espejo porque pensaba que no podía competir con todas las chicas con las que él estaba, pero ahora me da igual, eso sobra en los planes de mi vida, ahora es tiempo para mí, para salir de esto y seguir adelante.
Terminé de hablar, sentí una gran tranquilidad, como si alguien por fin me hubiera hecho entender lo tonta que fui al tirarme por Connor.

Todos aplaudieron como lo habían hecho con Sandra, tal vez realmente me animaban, o quizás no, pero yo sentía que lo hacían de corazón; el ayudar a la gente. Desde aquel día amaba ir a aquél lugar a escuchar como cada quien superaba todos sus temores y problemas, además de que me había hecho una promesa a mí misma y era nunca dejarme caer por nadie ni mucho menos por Connor, de pronto recordé algo.

– ¿Qué haces?
Me reí mientras recargaba mi cabeza en el pecho de Connor.
– Tocar tu cabello, creo que es obvio.
Volví a reír como tonta y él hizo lo mismo.
– ¿Por qué?
– Me gusta tu cabello largo, te vez muy hermosa, más hermosa.
Lo miré y él sonrió de lado, me acerqué y lo besé.

2 veces sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora