DIECISÉIS.

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Como pudo se arregló un poco y salió a atender la puerta. Llevaba mucho tiempo sin sentir nervios y adrenalina por ver a alguien que... Le gustaba.

- Que gusto verte, Lucero. -sonrió.

- Igualmente, Fernando, toma asiento en la sala, ¿quieres algo de beber?

- No, gracias. Así estoy bien... Me dijiste que tenias algo que decirme...

- Sí, bueno... Conforme a lo que paso hoy...

- «¿Se está arrepintiendo?» Perdón...

- No, espera, no me refiero a eso. Tenemos que aclarar algunas cosas.

- Te escucho.

- No me voy a enamorar.

- ¿Cómo? - su expresión fue algo más que simple asombro. No se lo esperaba y tampoco estaba entendiendo nada.- ¿A qué viene eso?

- No quiero matar tus ilusiones, ni nada por el estilo. Te soy franca desde un principio.

- Lucero, yo..

- Prefiero que sea así.

- Bien. ¿Nada de sentimientos entonces? -se acercó a ella lentamente.

- Exactamente, Colunga. -lo besó.

*~*~*

-¿Qué haré con esta criatura?- se dijo a sí misma sollozando.

- No estarás pensando en abortarla, ¿no?

- Es la única solución que existe.

- No sabes lo que estas diciendo, ¿estás loca?

- Loca no, desesperada.

- Estás cruzando el limite de desesperación a la locura.

- Ya, déjame, necesito estar sola.

- No. No estás bien. Necesitas calmarte, Sophía, no has dejado de llorar desde que salimos del restaurante.

- ¿Cómo puedes pedir que me calme? ¡ESTOY ESPERANDO UN HIJO QUE NO DESEABA! Maldita sea, entiéndeme. Además estoy sola, a duras penas puedo sostenerme yo.

- No estás sola. - guardo silencio- tienes a tu amiga Estrella, que es como tu mejor amiga, ¿no? Además me tienes a mí.

- Gracias.
______

Fue así que pasaron varias semanas, Lucero y Fernando consumidos por la pasión sin que nadie ajeno a ellos lo supiera y Sophía por fin estaba aceptando querer aquella criatura que día con día se crecía en su vientre. Nadie más que su familia sabía de su estado. No quería hacer pública la situación depresiva que pasó cuando se enteró de su embarazo.
Con respecto a Natalia, no volvió a insistir a hablarle a Lucero... Sólo lo correspondiente al ámbito laboral, lo cual era un alivio.

Aproximadamente 2 semanas antes, Rafael convenció a Lucero de viajar a Cancún. Se trataba de la boda de Erika Parker; aunque no fue sola, fue con Sophía, unos pocos fotógrafos y editores. Alejandro al enterarse, decidió ir también sólo para conquistar a Lucero, aunque ¿a quien quería engañar? Sólo quería dinero, quería los lujos que siempre deseó y que sólo por patán no consiguió cuando estuvo con ella.

*~*~*~

Los días pasaban realmente lento, la extrañaba, la extrañaba demasiado. No hacía mucho se había ido del país; se escribían seguido, se llamaban cuando podían, pero se pensaban siempre. "Yo me encargó de enamorarla" se prometió él aquella noche que ella lo llamó con urgencia a su casa, y no se daría por vencido hasta lograrlo, pero tampoco tardaría.

- Hola papá, ¿cómo va todo?

- Muy bien, ¿Cómo estás tú?

- Bien.

- Me alegro... Lucero, tu regreso tarda un poco más.

- ¿Qué? Pero la boda de Parker fue hace varios días y ...

- No es eso - la interrumpió - no es en México.

- ¿En donde es, entonces?

- Corea.

- ¿Corea? ¿¡Tengo que ir a Corea!?

- Sí, por favor cálmate... No irás sola. Sophía te acompañará.

- ¿Ella ya lo sabe?

- No, tú se lo dirás... Sé que es difícil, y sé que quieres regresar pronto, pero ésta es una gran oportunidad para que tengas ideas de cómo instruir a los empleados cuando la editorial quede en manos tuyas. Decidí enviarte con Sophía por que sé que es de las más cercanas a ti, además tiene buen desempeño laboral y también le interesará.

- Yo hablaré con ella, entonces...

- Está bien, pero antes de que cortes, piensa que es una oportunidad que no a todos los reporteros les ofrecen. Serán unos meses nada más... Aproximadamente ocho.

- Okey, adiós papá. -Cortó y salió directamente a buscar a Sophía mientras repetía 'Solamente ocho meses' sarcásticamente en un tono apenas audible.

Al bajarse del ascensor vio una silueta familiar... ¿Podía ser cierto? ¿Estaba él en frente de ella? ¿Cómo? ¿Cuando? ¿Por qué?
- Hola Lucero -contestó él percatándose de su mirada fija llena de ¿confusión? ¿Rabia? No lo sabía... De lo único que tenía certeza era de que su tarea definitivamente no iba a ser fácil.

Con tan pocos años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora