- Vamos, Lucero, ¡Reacciona! - tomó el comunicador y llamó a Jaime.
- Dígame, Señorita Hogaza.
- Jaime, trae un botiquín y llama a la enfermera, por favor.
- ¿Está todo bien?
- Por favor, haz lo que te digo. - colgó el teléfono y movió a la inconsciente Lucero al sofá. Fernando detalló en ella las rudas ojeras bajo sus ojos y sintió una punzada en el pecho. Llevaban quince días sin hablar, sin haberse visto, pero sabía que aquel malestar no era solamente por la soledad y tampoco por lo que sucedía en ese instante con su vida. Admiraba su fuerza de voluntad al mostrar siempre una sonrisa a Bárbara cuando cualquier otra persona enloquecería en su lugar- Ser víctima de un engaño en el que hasta sus padres participan, una familia de mentira, una hija que no es suya, un "matrimonio" por conveniencia, un pasado a medias, y una soledad las 24 horas del día, sin contar la muerte de Sophía- todo aquello reflejado en aquel rostro que parecía dormir plácidamente, pero Fernando sabía que no era así.
La contempló unos minutos más, tratando de imaginar una vida sin ella y le fue imposible. Quizá se conocían poco, y quizá su relación no era lo que acordaron en un principio, pero no se arrepentía de nada. Aprendió a quererla tal y cómo era, hasta con su ironía cada vez que se molestaba, pero la amaba en todas las facetas en las que ella se mostraba... Y empezó a depender lentamente de cada acción que ella hacía.
Jaime apareció con una caja blanca pequeña en sus manos.
- La enfermera no tarda en llegar. Acostumbra a llegar a las 11, pero ya está en camino.
- Gracias. - Jaime se retiró y Fernando remojó un algodón con alcohol y lo pasó por la nariz de Lucero, lo que hizo que moviera su cabeza, abriera los ojos y lo mirara fijamente. Los ojos de Lucero se humedecieron y trató de decir algo, pero no fue capaz. Fernando le sonrió y limpió las lágrimas que lograron escapar de sus ojos, tomó sus frías manos entre las suyas y besó sus nudillos.
- Estoy mareada. - logró articular Lucero con cara de malestar.
- En unos minutos llega la enfermera.
- No Fer, es en serio, necesito ir al baño.
- De acuerdo. - La ayudó a levantarse y caminar hasta la puerta que tenía en frente. - ¿Necesitas algo más?
- Mi bolsa, por favor. - entró al baño, se lavó la cara y las náuseas se hicieron más fuertes, que sintió la necesidad de volver el estómago, detestaba enfermarse así. Fernando entró detrás de ella para sostenerla, sabía que estaba muy débil y en cualquier momento volvería a caer.
Pasaron unos cuantos minutos de estar frente al excusado y Lucero se levantó hacia el lavabo, necesitaba sacar de su boca la horrible sensación que las náuseas le habían dejado, mientras los ojos de Fernando se empapaban aún más de lágrimas. Las cosas no se habían solucionado del todo, Lucero estaba distante y eso le rompía el corazón, su presencia quizá hasta la molestaba pero él no se iría.
La enfermera llegó después de que en completo silencio Fernando llevara a Lucero hasta el sofá de vuelta.
- ¿Cuánto llevas sintiéndote así?
- Varios días.
- Lucero, según los síntomas puedes tener anemia. ¿Has desayunado hoy?
- Me comí una manzana en el coche.
- ¿Cenaste algo anoche?
- No.
El celular de Fernando timbro, él se disculpó y salió a atender la llamada. - ¿Él es tu pareja?
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Con tan pocos años
RomanceDespués de aquella situación que quisiera olvidar, Lucero es una mujer joven, hermosa y con una buena vida por delante. Su padre es Rafael Hogaza, dueño de la revista más leída en Miami. En su vida notará que las situaciones no se resuelven como en...