TRES.

843 63 2
                                    

Capítulo #3

- Buenas tardes, necesito a la señorita Lucero Hogaza.


- Si, con ella.


- Soy Fernando Colunga. Llamo en representación de mi padre, Paulo Colunga.


- Buenas tardes, señor Colunga.


- Verá, mi padre me comentó que esta noche tiene una reunión con Rafael Hogaza.


- Así es...


- A mi padre le surgió un compromiso de ultimo minuto. ¿Habría algún inconveniente si voy en su representación?


- No, claro que no. De hecho nos encontramos en la misma situación.


-¿Quien irá de parte del Señor Hogaza?


- Yo.


- Oh, ya veo... ¿En dónde nos vemos?


- En el restaurante al lado de la Boutique de Anne Marie.-Miró el reloj de la pared de su oficina, marcaba las 5:08 pm- A las 7, ¿Algún inconveniente?


- No claro que no.


- Perfecto.


- Muy bien, hasta luego.


- Hasta luego.

Perfecto, cuento con el tiempo necesario para arreglarme - Pensó Lucero. Agarró su bolso y caminó hacia su coche. Revisó su celular, 5:15 pm, 4 notificaciones de twitter, whatsapp y la desesperante actualización de iTunes.- Nada importante, la verdad.- encendió su auto y se encaminó hacia su casa. Al llegar, fue por algo de comer, y luego a su cuarto. Si algo identificaba a Lucero, era su excelente gusto y habilidad para vestirse. Esa noche escogería algo "sencillo", finalmente no era una cita sentimental ni social, era laboral. E irse formal es la opción más acertada para no causar ninguna impresión que salga de los limites de los ámbitos que desde un principio se había propuesto. Por otro lado, después de la conversación telefónica, Fernando fue a ver a Paulo.

- Listo.


- ¿Pudiste hablar con aquella mujer?


- Si, papá.


- Perfecto, buena suerte.


- Gracias, me voy.


- Está bien, adiós Fernando.


- Adiós, papá.


Fernando, aunque siendo un hombre muy inteligente, es caprichoso y ese sería un gran problema. Tuvo la oportunidad de ver su reflejo en un vidrio, se miró de arriba a abajo y decidió que su ropa no estaba acorde a la ocasión. Optó por cambiarse, finalmente tendría una hora y media para hacerlo. Al entrar a su oficina, revisó su celular, repentinamente entró una llamada. Era Mariana, quizás era el momento de que empezara su intensidad después de haber peleado. Decidió ignorar la llamada. Deslizó su dedo hacia la izquierda, con la seguridad de que tendría que repetirlo varias veces. Y así fue, en menos de 2 minutos, 5 llamadas perdidas. Colocó su celular en silencio, lo guardó en su bolsillo y se prometió contestar cuando estuviese en casa.


Con tan pocos años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora