CUARENTA Y DOS - FINAL.

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Sujetó la mano de Lucero queriendo aprisionar su alma, queriendo evitar que la esperanza de verla feliz una vez más no se esfumara. Pero por otro lado, sabía perfectamente que le esperaba un paraíso de eterna felicidad, había sido víctima inocente casi que toda su vida y su único pecado fue amar desmedidamente.

Enjugó las lágrimas que bañaban cual torrente su rostro, y se dedicó a contemplar aquel delicado rostro: la paz que pudo percibir de aquél cadáver, le recordó las veces en que la vio dormir, era demasiado perfecta y podría quedarse mirándola hasta el momento en que pudiera volver a estar con ella.

Lloró porque ya no había manera de hacerla despertar, y si la hubiese, ¿para qué le haría ese mal? Ya había vivido tantas cosas en el pasado que quizás la afectarían en el futuro. No podría ser tan egoísta como para pensar solamente en estar acompañado unos cuántos años más, había prometido nunca hacerle derramar ni una lágrima y había fallado, ahí estaba su castigo.

- Bonita... Mi bonita- susurró respirando profundo-, perdóname por haber sido el causante de las desgracias por las que pasaste. No me alcanzarán los años que me restan para arrepentirme de haberme enamorado de ti, pero fue tan fácil amarte, tan fácil quererte, tan fácil acostumbrarme a tu compañia, que ahora la soledad se burlará de mí por presumirte ante ella. Quizás ahora consigas sentirte plena y dichosa como quise que lo fieras a mi lado, no pude darte lo que merecías, pero en cambio tú... Tú me dejaste dos hijos maravillosos y me regalaste los mejores días de mi vida, me arrepiento de no disfrutarlos en su momento, pero jamás pensé que llegaras a faltar me por completo. Llegó el momento de despedirnos, pero será un hasta luego, porque te juro que nos reencontraremos algún día. Te amo, y lo haré siempre, desde el momento en que te vi en el restaurante donde nos conocimos. Hasta siempre, vida mía. - rozó los labios de Lucero sintiendo la falta de su cálido aliento. Juntó su frente a la de ella en un íntimo gesto de cariño, y acto seguido caminó en dirección a la puerta y salió.

Sería difícil afrontar lo que viniese solo, lo había hecho durante nueve años, pero no era lo mismo.

- Lo siento mucho.- dijo la enfermera que lo buscó hace rato.

- Yo también. - respondió antes de atravesar el pasillo de vuelta a la sala de espera. A través de la transparente puerta que la separaba de los consultorios de urgencias, pudo ver que ya sus hijos no estaban solos; Cecilia ya estaba sentada a un costado de Bárbara mientras Ana recién llegaba.

Cecilia lo miraba fijamente desde su asiento con un rostro esperanzado y en él mostraba una gran sonrisa, no se imaginaba siquiera a él dando la trágica noticia. Caminar los pasos que lo separaban de su familia se le hicieron eternos, como si ese instante de su vida se hubiese grabado en cámara lenta en donde se enfocaban perfectamente el cambio en los rasgos de cada quién.

No hubo ni siquiera que decirlo, la cara de Fernando les dio la clave para imaginarse lo que había ocurrido.

- Fernando... 

- Se fue... La perdí para siempre. - se sentó, y al hacerlo apoyó los codos sobre sus piernas y se cubrió el rostro con las manos.

- Lo mejor será hablar con la policía.

- ¿Para qué?

- ¿Cómo que para qué? Alejandro tiene que pagar por la muerte de mi única hija. -respondió muriéndose por dentro, jamás imaginó articular esas palabras , y lo dolía no solamente haber perdido a Rafael, sino también a Lucero.

- ¿Qué vas a sacar con eso?

- Que se haga justicia, Fernando. Pasó por encima de la vida de nosotros, nos movió a su antojo, ¿que no estás viendo? Esta familia está incompleta.

- Ese hombre está loco, lo mejor será que lo encierren en un manicomio. -interrumpió Cecilia.

- No lo vas a denunciar.

- ¿Disculpa? Tu esposa se murió por su culpa ¿y te da igual?

- Es un pobre moribundo, -argumentó- ¿crees que tiene casa o al menos un refugio? ¿por qué iba yo a darle el privilegio de conseguir una cama, comida todos los días y la posibilidad de que su caso sea resuelto bajo fianza para que siga desgraciando nuestras vidas? No soy quién para lanzar prejuicios en su contra, cometí el mismo pecado que él... La justicia es injusta cuando la dejas en manos de los hombres. Se hará cuando se tenga que hacer, y se hará de la mejor manera.

- Pá, ¿qué sigue ahora? - preguntó Bárbara desalentada. Las esperanzas de poder pasar tiempo con su madre se apagaron cual foco. Estaba emocionada, dichosa y quizás hasta nerviosa, y ni hablar de Daniel Ángel. 

- Lo mismo que hemos hecho todos estos años, princesa. Vamos a salir adelante como siempre, con la diferencia de que habrá un ángel más en el cielo vigilando cada paso que haremos. - convencerse a si mismo, no era nada fácil. Hacía unos minutos había muerto Lucero, y pareciera como si él tuviese que vivir toda la vida en la etapa de la negación. Ahora entendía, quizás un poco más, el porqué su madre se encerraba en su cuarto cuando él era apenas un niño pequeño: la muerte entró a su casa sin golpear la puerta, sin ser invitada y dejó la puerta abierta.

Contactarían una funeraria para que al día siguiente se hiciera el velorio. Seguiría cambiarla, colocarle el vestido que llevaba el día en que entrevistó a Fernando en el restaurante. 

No cerraría las puertas de su corazón, no podía negarse a hacer lo que más disfrutaba que era amar y ser correspondido. 

Seguramente, Lucero desde el lugar donde se encontraría desearía lo mejor para él. No faltó por su propia decisión, sabía que su muerte era lo mejor para su inestable familia. Podía ser más útil su ausencia, que su presencia a medias y ha decir verdad, temía que algún día Fernando se cansara de esperarla, que al llegar viera que otra estaba en sus brazos, no lo toleraría, y a pesar de que él le confesara que seguía amándola y que nunca dejó de hacerlo, no podía arriesgarse. Junto con su cuerpo, se enterrarían todos los malos recuerdos, las culpas, los remordimientos y los temores por enfrentar un futuro incierto, para por fin aprender a vivir el presente y disfrutarlo, porque cada minuto que pasa, es tiempo perdido.

Su historia no fue como la de un cuento de hadas, pero algún día tendría su final feliz.


Fin


Y aquí estamos con el capítulo final, pido perdón si maté todas sus ilusiones de ver a Lucero casada o si esperaban un "vivieron felices para siempre", y les soy sincera, tampoco imaginé el final así, ahdjs.

A medida que avanzaba la historia les agradecía siempre su apoyo, sus votos y la cantidad de lecturas. Esta historia la llevo escribiendo hace más de un año y bueno, realmente pensé que nadie la leería (? Pido perdón, también, por si la historia no cumplió con sus expectativas y esperaban más. Me honra decir que la primera historia que escribí y recién termino de publicar cuenta con casi 11.000 lecturas y más de 750 votos, muchas gracias por su paciencia, gracias por seguir siempre ahí.

La dedicatoria de hoy va para cada una(o) de ustedes, si las menciono individualmente no acabaría nunca y tampoco la idea. Gracias una vez más, no me queda más desear que nos podamos volver a leer pronto. Las quiero mucho.

Sugerencias, quejas, reclamos: Cami2908 (twitter)



Con tan pocos años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora