CATORCE.

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¡Hola!
Sé que  ésta historia no la he actualizado constantemente, por problemas que he tenido con algunos capítulos. Trato siempre de editarlos  y subirlos inmediatamente -gracias aún así por seguir ésta historia-

Éste capítulo está subido de tono, y por eso mismo va con dedicatoria a Alejandra, Carolina y Lucecita, por pecaminosas (?

Gracias por votar, por leerme y por sumar uno a uno los comentarios.

¡Muchos besos tronados!

-

- Lucerito, qué alegría verte. -Exclamó Cecilia abrazandola cálidamente.

- Señora Cecilia -sonrió- ¿Cómo ha estado?

-Nada de respetos, muchacha. Adelante, estás en tu casa.

- Muchas gracias.

- ¿Deseas beber algo? ¿Comer algo? Espera, ¿Ya almorzaste?

- Esteeeem, pues...

- Ven conmigo, muchacha. Te prepararé algo.

- No es necesario que lo hagas, -interrumpió Fernando- hoy el almuerzo corre por cuenta mía, Lucero.

- Me alegró verte, Lucerito. Sabes donde encontrarme si éste joven te hace algo. -Miró de soslayo a Fernando- Me retiro.

- ¿Cómo es eso de que el almuerzo corre por cuenta tuya?

- Por supuesto. Tú nada más dices lo que se te antoja para almorzar.

*~*~*~*

- ¡No puedo creer que estés aquí! -lo abrazó.

-  Ya ves. Yo siempre cumplo lo que digo -sonrió- aunque me moría de ganas por verte, hermanita.

- Yo también, Antony, me hiciste mucha falta.

- Pero ya, cuéntame cómo has estado.

- Muy bien. ¿Y tú?

- Tambien, muy bien.

- Me alegra mucho verte, aunque aún no entiendo qué haces aquí, sin que me malentiendas.

- Todos vendrán a Miami porque a mamá se le antojó, y Victoria y Steven son como sus mascotas que la siguen a todo lado.

- ¿Ya están aquí?

- No. Afortunadamente to compré mi tiquete a parte, ellos llegan en la noche. Escuché que mamá hablaba contigo y decidí adelantarme.

- Gracias por todo, Antony- Sophía se levantó de su silla en dirección a Antony, pero su cuerpo se desvaneció sin darle oportunidad de reaccionar.

*~*~*~
-Gracias por todo, Fernando.

- ¿Ves cómo no siempre hay que buscar un pretexto para salir contigo?

Lucero no respondió.

- Lucero... ¿Tú no entiendes que me gustas? ¿Que daría lo que fuera por pasar más tiempo a tu lado? Que no dejo de pensar en  aquel beso en el estacionamiento de mi casa y... - sorpresivamente, Lucero tomó posesión de sus labios en un beso intenso. Rápidamente se retractó y se alejó. Bajó del auto en silencio y caminó rápido hacia el ascensor. Fernando terminó de aparcar el coche y la siguió. No la alcanzó para cuando ella entró al ascensor, pero memorizó el piso en el que se detuvo el ascensor.

Lucero entró a su oficina con un semblante diferente, Fernando llegó al séptimo piso preguntó por ella a la primera persona que se le cruzó en frente.

- Buenas tardes, ¿Sabe usted dónde está Lucero Hogaza?

- Buenas tardes, sí, hace unos minutos vi que entró en su oficina.

- ¿Podría indicarme cual es?

- Es la puerta que se ve al fondo.

- Muchas gracias, es usted muy amable. - Entró a la oficina sin tocar la puerta, Lucero se encontraba viendo por la ventana, estaba sonriendo. Fernando se encargó de asegurar la puerta con llave y lentamente se acercó. Tenía  claro lo que iba a suceder y sin dudarlo dos veces, abrazó a Lucero por la espalda. Se tensionó, lo pudo sentir cuando besó su cuello, pero en ningún momento opuso resistencia, es más, lo estaba disfrutando.

Llevaba mucho tiempo ansiando sentirse así y no iba a retractarse, lentamente se giró quedando frente a frente buscando saciar su sed. Los besos ésta vez eran más salvajes, demostrándose el deseo que sentían por el otro, las manos de Fernando fueron descendiendo por la espalda de Lucero hasta encontrar el cierre de la falda que temeroso bajó. La falda cayó al suelo, sin separar sus labios, Fernando acorralo a Lucero contra una pared y se separaron para tomar aire, tiempo suficiente para deshacerse de la chaqueta y la camisa de Fernando; Lucero se sorprendió al ver su torso.
Pasó sus manos por el pecho y abdomen hasta encontrar su pantalón que rápidamente desabotonó. Notó la creciente erección de Fernando y lo miró sonriente, con ese gesto supo que no habría marcha atrás y la cargó enredando las largas piernas de Lucero en su cintura, desabotonó su blusa para perderse en el valle de sus senos que no dudo en besar.

Fernando no podía esperar más, necesitaba obtener su liberación. Su impulso fue acostar a Lucero en el sofá para deshacerse de sus bragas y embestirla. Se deshizo de su bóxer y bajo las bragas de Lucero, lentamente se acercó a ella y le susurró “¿Estás segura?" Escuchó un pequeño gemido por parte de ella y no pudo evitar sonreír.

Se acomodó entre las piernas de Lucero y lentamente entró en ella. Empezó con movimientos suaves, sin dejar de acariciarla, cada vez estaban mas cerca de terminar, cada embestida era más fuerte que la anterior. Lucero gemía a más no poder, quizás sus gritos se escuchaban en el pasillo, pero eso no importaba, estaba a gusto, necesitaba sentirse plena y su orgasmo no tardó mucho en llegar. Estaban aún recuperando la normalidad en sus respiraciones.

-Eres realmente magnífica. Jamás me imagine que fueras así de apasionada.

- Gracias por esto, Fernando. -sonrió.

- Tengo que confesar que desde aquel día que nos vimos en el restaurante, supe que serias mía... Solamente mía.-Lucero sólo se limitó a sonreír.

*~*~*~
- ¿Qué averiguaste de Lucero?
- Podrías empezar por saludar, ¿no crees?
- Cállate y contesta lo que te pregunto.
- Hablé con ella hace un rato, no fue mucho, pero me aseguró que no está con nadie.
- Perfecto... Será aún más fácil.


Con tan pocos años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora