TREINTA Y TRES

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Mientras aseaban a su hijo y lo revisaron, Lucero fue trasladada a una habitación. Estar ahí no le agradaba del todo, pero esta no era su decisión, y haría todo lo que fuera necesario para irse a casa lo más pronto posible.

Fernando entró sorpresivamente a la habitación con Bárbara de la mano. - Bonita. -susurró cuando la besó.

- Mi Fer. - lo abrazó.

- ¿Dónde está?

- Lo están aseando, no demoran en traerlo... Y tú, muñeca, ¿cómo estás? - Bárbara sonrió como le era costumbre.

- Estoy seguro de que pronto caminará sola. -sonrió.

- Está creciendo muy rápido, Fer... ¿Así será con Daniel Ángel?

- No sé, bonita. Pero juntos estaremos para verlos caminar, correr, jugar... Para verlos crecer.... Pero no llores, -pasó su pulgar por las húmedas mejillas de Lucero limpiando sus lágrimas- que aún faltan años para eso.

- Perdón, señora Lucero, pero debe alimentar a su hijo - interrumpió la enfermera- y felicidades.

- Gracias- exclamaron al unísono, y la enfermera se fue.

- Es idéntico a ti, bonita.

- Jajajaja, no exageres, aún no se parece nadie.

- Claro que sí, mira tiene tus ojos.

- Bueno, su cabello es oscuro, como el tuyo.

- Exacto.

- Va a ser muy guapo cuando grande.

- Va a estar siempre rodeado de niñas.

- Jajajaja, es un ángel Fer, gracias.

- ¿Gracias? Gracias a ti este campeón esta entre nosotros.

- No lo hice sola.

- Lo hicimos juntos -sonrió, la besó y Daniel Ángel empezó a llorar. - Bárbara debe tener hambre también, voy a comprar algo para ella.

- De acuerdo. - respondió al beso que Fernando inició antes de irse. ¿Así era la felicidad? Se sentía completamente feliz, su vida había dado un giro de 360° en los últimos años. Uno de sus sueños siempre fue tener un hijo, pero era un sueño que se veía lejano, puesto que deseaba estar sola el resto de su vida cuidando su corazón de otra decepción, previniendo cualquier lamento.

Falló en su promesa a sí misma, ¿se arrepentía?

Había encontrado al amor de su vida, perdió a una de sus compañeras más cercanas, pero a cambio tuvo su princesa, acababa de tener un hijo y pronto se iba a casar, ¿podría ser más perfecta su vida? Se hundió en profundos pensamientos, que ni siquiera notó en qué momento su hijo se durmió en sus brazos.

Su nombre le hacía referencia a su apariencia, era un ángel que trajo consigo mucha alegría para la familia Colunga Hogaza, que empezaba a formarse.

*~*~*~*~*

- ¿Viste a tu hermanito? - preguntó Fernando a Bárbara en la cafetería.

- Bebé. - musitó ella.

- Daniel Ángel es tu nuevo hermano, princesa, desde hoy para siempre.

- Bárbara tomó su yogurt y sonrió. Ya no era una bebé de brazos, pero tampoco era de las que podía salir corriendo, puesto que apenas estaba aprendiendo a caminar y mantenerse en pie.

Los días siguieron su curso normal: a Lucero le dieron de alta el día siguiente, con la recomendación de que guardara mucho reposo unos cuantos días. Fernando por su parte, estaba organizando la pedida de mano de Lucero a sus padres; quería hacer las cosas bien y de la manera como Lucero se merece.

Con tan pocos años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora