VEINTICUATRO.

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La besó cómo antes, con toda la pasión que siempre lo hacía y ella le correspondía. Únicamente separaron sus labios para respirar, sonreír y verse fijamente a los ojos.

Sin tiempo de hablar u objetar, sus labios se atrajeron nuevamente dejando a un lado la decencia, ésta vez el beso fue más intenso, incitando a sus lenguas a danzar al ritmo de sus respiraciones. Fernando atrajo aún más a Lucero hacia su cuerpo como queriéndolo fusionar con el suyo, le iba a demostrar quién mandaba en su corazón y de paso calmaría la necesidad de hacerla y sentirla solamente suya. Se levantó de su silla, acomodó las piernas de Lucero alrededor de su cintura y cómo pudo, caminó a la puerta para asegurarla. Acto seguido, recostó a Lucero en el sillón para seguir desatando la pasión que por tanto tiempo habían contenido.

Sin decir palabra alguna, y esperando alguna protesta de ella, comenzó a desvestirla lentamente admirando aquella anatomía que lo enloquecía. Empezó por los botones de su blusa y el molesto broche del sostén, tatuando así sus labios en aquel torso perfecto. Iba a desabrochar su falda, cuando sintió que Lucero tiraba de su chaqueta y por supuesto que la iba a complacer.

Se levantaron del sillón y fue ella quien rápidamente tiró de su camisa y sonrió al ver la piel morena y aquel abdomen bien marcado que tanto le encantaba, su espalda ancha y sus grandes brazos.

-Te extrañé. -Murmuró Lucero colocando la cara en el pecho de Fernando y envolviéndolo en sus brazos - Como estoy segura de que no he extrañado a nadie en mi vida.

-Espera, ¿qué? -Dijo confundido- ¿Te encuentras bien?

-Dije que te extrañé bastante... -hundió aún más su cabeza- Que extrañé decirte cuánto te amo todo éste tiempo, extrañé perderme entre tu pecho, extrañé estar contigo...

- Lucero...

-Por favor no digas nada. Sólo termina lo que comenzaste. -Ambos se dedicaron una sonrisa y continuaron despojándose de sus prendas, no paraban de acariciarse el uno al otro, ni de basarse. Al fin ya desvestidos, Fernando recostó a Lucero en el sillón para poder hacerla suya cómo tanto quería: Fundió su boca en la de ella una vez más y lentamente la penetró. Se quedó inmóvil por unos segundos disfrutando de la unión de sus cuerpos, y luego empezó con lentas embestidas que llamaban aún más al placer.

Se amaron cómo hace mucho no lo hacían y se tatuaron su esencia en la piel del otro.

- Te amo. -dijo él abotonando su camisa y buscando su chaqueta.

- Yo también te amo. -Repitió ella subiendo el cierre de su falda.

-Tú no alcanzas a imaginar lo que pasé todo éste tiempo viéndote en los brazos del imbécil de Alejandro sin que me recon...

-Perdón por eso -interrumpió ella y bajó la mirada.

-No lo digo para hacerte sentir mal, bonita - se acercó a ella y le levantó el mentón - Yo te extrañé más de lo que puedas imaginar. De hecho, todo éste tiempo escuché aquellas canciones que algunas veces te oía cantar y tararear. Aunque mi favorita es la que decía algo como "Como el sol en cada día, tu vida entró en la mía por una telepatía, de amor".

-Mi refugio y libertad -sonrió. - También es mi favorita, aunque la que dice que "Si te alejas de mí no podría vivir, porque eres latidos de mi corazón, sin tu aire no existe mi respiración" -tarareó en un tono apenas audible- También me encanta.

-Fernando sonrió y rozó sus labios con los de ella sin besarlos - Tú lo eres todo, Lucero.

*~*~*~
- Jaime, ¿Estás seguro de que no ha visto a mi hija?

- Sí, señor. Podría asegurarle que está en su oficina, pero como a la hora del almuerzo todos salimos, ella pudo haber salido también, y desde que llegamos nadie la ha visto entrar.

-Es extraño, ella siempre es puntual. ¿Ya miraste en su oficina?
-Sí, señor, pero está cerrada con llave, como siempre.

-Bueno, gracias. Retoma tu trabajo y cuando llegue, por favor hazme saber.

-Seguro. -Rafael se retiró a su oficina, y a los pocos minutos llegó otro sujeto.

-Disculpe, necesito hablar con Lucero Hogaza.

-Seguro, ¿ella sabe que usted vendría?

-No, y por favor le pido que no se revele mi nombre hasta al menos hablar con ella.

- Lo siento, pero necesito algún tipo de información suya... Un documento o algo.

- Le digo que es algo confidencial.

- Entiéndame, son políticas de la empresa y de no ser así no podré dejarlo pasar.

- Ough, aquí tiene. -le entregó el primero que encontró.

- ¿Antony Evans? ¿No es acaso usted el hermano de ...?

- ¡SHHHHHH! Usted sabe que aquí están jugando sucio ¿no?

- ¿De qué está hablando?

- No intente pasarse de listo.

- Jaime guardó silencio y tomó el teléfono, llamó a Lucero y luego guió a Antony hasta la puerta de la oficina. - Espero que todo se solucione.

Con tan pocos años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora