ONCE.

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Desgraciado... Eso es lo que es.

¿Rechazarme? ¿Darse un tiempo? ¿Qué demonios le sucede? -Se decía Mariana mientras servía su cuarta copa de coñac. -Ha de extrañarme... Lo pagará con creces.

*~*~*

Avanzaron unas cuantas calles. La casa de Fernando parecía estar más lejos de lo que ella creía; el reloj marcaba las 7:20 pm. Lucero miraba con desespero la pequeña pantalla dándose cuenta que el tiempo pasaba realmente lento. Quizás porque iban en completo silencio, tanto así que ni siquiera la radio estaba encendida. Era el protagonista del incómodo momento hasta que Fernando decidió acabar con la tensión.

- ¿Cuánto llevas trabajando en Night?

- Dos años y algunos meses. Recién terminé de estudiar, ocupé el puesto que mi madre laboraba.

- ¿Ya no lo hace?

- No, mi madre tiene una profesión diferente. Al casarse con mi padre, entró a la editorial en un puesto de alto rango; pero al pasar el tiempo decidió que eso no era lo de ella... Así que se retiró.

- ¿Y tus hermanos?

- No tengo. Pero basta de hablar de mí... Háblame de usted.

- Yo no tengo una vida interesante, ha decir verdad. El reconocimiento que tengo es gracias al apellido Colunga, pero no es como que yo haya hecho algún acto caritativo o digno de recordar por el resto de la vida. - extendió su mano buscando la de Lucero - Mucho gusto. -sonrieron.

La incomodidad había desaparecido casi por completo. Lucero tomó su celular y pensó en llamar a Sophía, pero quizá la despertaría.... Sólo miró por la ventana y se hundió en lo que su mente iba imaginando, se sentía frustrada pero también sentía la necesidad de ayudar.

- ¿Te encuentras bien? -preguntó Fernando sacándola bruscamente de sus pensamientos. -¿Lucero?

- Sí, sí. Perdona.

- ¿Segura que estás bien?

- Sí -sonrió- ¿Falta mucho?

-No. -la miró y notó que la sonrisa no había abandonado su rostro- Tienes una linda sonrisa, ¿sabes?

- Gracias, pero no encuentro motivo a su comentario...

- No siempre tiene que haber un motivo para hacerte un cumplido o invitarte a salir, ¿o sí? -Lucero no dijo nada, sólo miró por la ventana y vio una casa enorme. -Llegamos.

*~*~*~*

- ¿Resoondió a tu mensaje?

- No. -Respondió haciendo una mueca.

- ¿Qué piensas hacer? -se rió.

- No te burles. Ya veré que hago con su vida.

- Eso es algo ególatra, ¿no crees? -rió aún más fuerte.

- Un comentario más como ese, y te juro que te hago pagar por esta situación. ¿O se te olvida que esto es culpa tuya?

- ¿Culpa mía? -se levantó y se acercó violentamente a Alejandro- Recuerdo muy bien que te dije que te fueras, no que te escondieras ni desaparecieras. Nunca dije que la desvirgaras y huyeras como un cobarde. Yéndote, attapabas su total atención en lo que hacías, decías y pensabas.

- Sabes bien porqué lo hice.

- ¡EXACTAMENTE! Jugaste con ella, la envolviste con tus mentiras enamorándola de un idiota que no existe, la convertiste en una más que pasó por tu vida. -hizo silencio viendo el semblante de Alejandro- Bien sabes que Lucero no es así.

-¿Cómo estás tan seguro de que ella no es de esas que sacan provecho de su cuerpo? Porque hay que ser realistas, Lucerito tiene un cuerpo de 10.

- De verás que eres un imbécil.

- Y así soy tu mejor amigo Julian, no te puedes quejar. -le dio tres golpes leves en el hombro.

- Qué ironía, ¿No? -comentó con sarcasmo.

Con tan pocos años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora