VEINTE.

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- Tomaré un taxi, no te preocupes.

- Un taxi no te llevará a Busan, ve al coche con Bárbara en lo que yo busco algo de tomar.

- De acuerdo.

Tomaron carretera rumbo a Hanok de Bukchon. El día era gris y húmedo y la carretera estaba semivacía; los paisajes eran hermosos... De un momento a otro, empezó a llover, y ni con la lluvia el verde de los bosques perdían su incondicional belleza. Se encontraban en lo más alto de la carretera que rodeaba aquella montaña, Bárbara dormía plácidamente en la silla especial que Sophía había comprado algunos meses atrás.

Sophía estaba tranquila, estaba fascinada viendo a Bárbara sonreír mientras dormía... Definitivamente esa era la imagen más hermosa que había visto jamás. Pasaron varios minutos, no tiene importancia cuántos, la radio estaba encendida reproduciendo "Eres todo" (esa canción, particularmente era la favorita de Lucero) subió el volumen en la mejor parte y comenzó a cantar:

"Ni el poder de un huracán, jamás podría arrancarte de mí. Eres la sangre de mis venas, si te alejas de mí no podría vivir. Porque eres latidos de mi corazón, sin tu aire no existe mi respiración".

La canción terminó, el volumen de la siguiente canción regresó a la normalidad y Sophía de nuevo tenía los ojos fijos en Bárbara, se perdió en su total ternura hasta que un grito estremecedor la sacó rápidamente de sus pensamientos. No sabía que estaba sucediendo, sólo que por instinto se abalanzó encima de Bárbara para protegerla y seguido de eso, sintió fuertes golpes en la espalda. Los ruidos no se calmaron por unos eternos segundos y luego ya no supo nada.

*~*~*~

- Está despertando... Anda, avísale al doctor inmediatamente. - La enfermera encontró al médico quien llegó inmediatamente.

- ¿Hace cuánto despertó? -preguntó revisando sus pupilas con la linterna. Estaban dilatadas y sus ojos débiles y ella aún no decía nada.

- Hace unos instantes abrió los ojos, pero no ha hablado ni manifestado nada.

- Está asustada, de eso no hay duda. -se dirigió a Lucero- ¿Recuerda usted su nombre?

- Ella lo miró fijamente y negó con la cabeza. -N-no... ¿Dónde estoy? ¿Quien es usted? ¿Por qué n-no puedo recordar nada? -comenzó a llorar.

- No se desespere, señora. Ahora tiene que estar más calmada que nunca. Poco a poco los recuerdos llegarán a su memoria...

- ¿Qué fue lo que sucedió?

- Eso ya no tiene importancia. Lo bueno es que usted y su hija están bien.

- ¿Mi hija?

- Así es -sonrió- Es un milagro que haya salido ilesa... Es un gran milagro -recalcó mientras sonreía- Por ahora la dejaremos descansar y recuperar fuerzas. Pronto podrá ver y cargar a la bebé, quizá ella le de alguna clase de recuerdo.

- Puede que sí, gracias.

Una de las enfermeras y el médico a cargo salieron, dejando a la que se haría cargo de Lucero con ella.

- ¿Podría por favor decirme qué me sucedió?

- No es el momento. Por ahora procure descansar, no es bueno que se exalte en su condición. Yo misma me encargaré de traerle a la niña en un rato.

- Por extraño que parezca no recuerdo haber tenido una hija... -suspiró- ¿Aunque sea podría decirme mi nombre?

- Lucero -sonrió- Lucero de Levinson.

La enfermera salió y le tomó unos cuantos minutos ir y regresar.
Llegó con la niña en brazos y una amplia sonrisa. Lucero la recibió y la miró fijamente buscando alguna respuesta pero no había ninguna.

- Le sonará extraño, pero no recuerdo el nombre de la niña...

- Según los carnés que se encontraron en el bolso con las cosas de la niña, se llama Bárbara.

- ¿Bárbara? -dirigió la mirada a la niña y guardó silencio.

- Les dejaré unos minutos a solas. -la enfermera se retiró.

- ¿Sabes? Es irónico tener una hija y no acordarse de ella, cómo me pasa contigo, princesa... Acabo de enterarme que te llamas Bárbara y me frustra el no recordar ni un solo momento contigo - la niña sonrió. -Tienes una bella sonrisa -acarició sus mejillas.

La enfermera llegó pasado unos minutos, como había dicho. Lucero aún no tenía ninguna respuesta a miles de sus preguntas: ¿En dónde vivía? ¿Estaba casada? ¿Vivía sola? ¿Cuántos años tenía? ¿Por qué estaba en Corea? ¿Quién era el papá de Bárbara?
Las dudas la atormentaban y estar en ese cuarto blanco no le ayudaba nada. Sin darse cuenta, quedó profundamente dormida por el medicamento que otra enfermera inyectó en la bolsa del suero.

*~*~*~

- ¿Por qué traes esa cara? ¿Está todo bien?

- Sí, bueno no.... Realmente no sé.

- ¿Qué sucede?

- Llevo días que no sé nada de Lucero... Y tengo miedo de que algo le haya pasado.

- No pienses en esas cosas. Ella está bien, te lo aseguro.

- Es que es demasiada coincidencia... Hace como 4 días vi en el noticiero que un auto plateado cayó por un abismo desde una carretera camino a Hanok de Bukchon... Quizás ella y Sophía se vieron afectadas.

- Tómalo con calma, Fernando. Todo está bien.

- Si tú lo dices... Aunque a mí nadie me quita de la cabeza que le pudo haber pasado algo malo. -miró al cielo como buscando ayuda.

*~*~*~

- La señora está dormida, por favor entienda.

- No, entienda usted. ¡Se trata de mi esposa!

- Está bien, está bien. Sígame.

- Gracias.

Alejandro siguió a la enfermera camino al cuarto de Lucero quien aún dormía.

- Esposa mía -le dijo mientras Lucero despertaba.

- ¿Quién es usted? -preguntó atemorizada.

Con tan pocos años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora