VEINTISIETE.

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Fernando Colunga, 7:35.
Yo no te he mentido, jamás me atrevería a hacerlo.

Lucero Hogaza, 7:36.
Si se nota.

Antes de que pudiera leer alguna respuesta, su celular empezó a timbrar. Se aseguró que Alejandro no estuviera cerca y contestó.

- Estás haciendo una tormenta en un vaso de agua.

- ...

- Lucero, necesitamos hablar.

- ¿De qué?

- ¿Te veré mañana?

- No sé.

- Oye, escuchame...

- No es un buen momento.

- Nunca es un buen momento para enfrentar los errores. Pero en ese caso, tendría miedo yo y no tú.

- No puedo hablar ahora, ¿entiendes?

- No, no entiendo tu berrinche pero tú y yo hablaremos mañana.

- Deberías dejar de controlar la vida de otros, ¿no crees? No estás en tu derecho.

- Yo no controlo la vida de nadie. Intento aclarar las cosas contigo, eso es todo. - suspiró- Lucero, necesitas descansar. Tomar un baño, o no sé, pero te tienes que relajar.

- No estoy de humor para escucharte, adiós. - cortó la llamada y conectó su celular de nuevo a la corriente, apagó la lámpara y se ahogó en un profundo llanto hasta quedar dormida.

*~*~*

El reloj marcó las 7:00 y la alarma sonó como era costumbre. La sensación del día viernes la alivió un poco, llevaba muchos días sin dormir bien. Caminó al baño para darse una ducha sin antes percatarse de su aspecto físico. Tenía ojeras gigantes bajo sus ojos rojos e hinchados y estaba más pálida que de costumbre, su cabeza daba vueltas desde hacía varios días. Decidió darse un duchazo rápido, vestirse con su uniforme de viernes que básicamente consistía en una blusa blanca y una falda azul rey.

- Buenos días, Jaime.

- Buenos días, Señorita Hogaza... ¿Está usted bien? - inquirió percatándose del tono desanimado en la voz de Lucero.

- Sí, Jaime, todo bien. ¿Alguna novedad?

- No. Salvo el señ- Lucero caminó a su oficina cerrando la puerta tras de sí.

Frente a su escritorio encontró la silueta de un hombre que checaba su celular. Quiso abalanzarse a él, después de reconocerlo, y abrazarlo fuertemente, pero se contuvo. Su respiración de entre cortó y su estómago se contrajo. Caminó hacia su silla haciendo caso omiso a la presencia de Fernando.

- ¿Se puede saber qué haces aquí?

- Algo no está claro entre nosotros.

- ¿En serio? ¿Tú crees?

- Basta de ironía, Lucero, por favor.

- ¿Me pides que pare con la ironía? ¡Basta con el cinismo!
- No es cinismo.

- Bueno, ¿entonces qué es?

- ¡JODER, LUCERO! ¡Necesitamos arreglar las cosas! - gritó.

- Te voy a pedir de favor que no grites. - colocó sus dedos sobre
sus sienes.
- Perdón. Oye, tú no te ves muy bien.

- Gracias. - dijo con ironía- Lo que toda mujer desea escuchar.

- No lo digo por eso, bonita. Es tu tono de piel, estás muy pálida - rodeó la mesa acercándose a ella- tus ojos están demasiado hinchados y quizá hasta estés más delgada.

- Ese no es asunto tuyo, no tiene porque importarte.

- Ya basta de estar a la defensiva, Lucero. - tomó sus labios entre los suyos en un beso que buscaba ser tierno, pero que no fue correspondido porque en ese momento, Lucero cayó inconsciente.

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Bueeeeno, realmente no contaba con que este capítulo quedara tan corto O.o así que en éste fin de semana subiré el capítulo 28 por error mío :$

1. - ¿Qué les pareció?
2. - ¿Qué creen que le pasa a Lucero? :o

Gracias infinitas por sus votos, muchos besos y bonito mes

Con tan pocos años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora