TREINTA Y SEIS

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- Tienes que dormirte ya.

- No quiero, aún es temprano.

- Dejó de ser temprano hace dos horas, mañana tienes que ir a la escuela.

- No quiero ir.

- ¿Por qué no?

- Porqueeeee..., - vaciló un poco - Eso ya no importa.

- Si me dices qué pasa, consideraré la idea de hablar con tu padre. Pero antes tienes que darme una razón.

- Abue, no quiero ir... Eso es todo. - se acurrucó en la cama, y apagó la luz. Era definitivo, algo estaba mal.

Salió de la habitación con el corazón en la mano, mientras una inmensa nostalgia le invadía el pecho.
Fue hasta la sala y se sentó en el sofá blanco. Su mirada quedó perdida mientras intensos recuerdos se apoderaban de su mente, hasta el momento que la puerta principal se abrió de par en par.

- Ana, no sabía que estaba aquí.

- Vine a visitar a mis nietos...

- Le agradezco mucho lo que hace por ellos.

- No es nada, ¿cómo te ha ido en el trabajo?

- Todo lo mismo. ¿Han vuelto a llamar de...?

- Fernando...

- Esta zozobra me está matando. - admitió cabizbajo.

- Yo sé que así es, pero todo se va a solucionar.

- ¿Cómo está tan segura?

- Porque Lucero haría todo lo que fuera por sus hijos, la conozco bien.

- Santo Jesús. - suspiró con resignación.

- Creo que lo mejor es que vayas a descansar... Pero si puedes hablar con Bárbara antes, estaría perfecto.

- ¿Pasó algo?

- La verdad no sé. Es mejor que hables tú con ella.

- De acuerdo. - se despidió, y Ana se fue.

Entró silenciosamente en la habitación y se abrió un campo en la pequeña cama.

- ¿Estás despierta?

- No.

- Entonces no te importará que coloque la alarma a las 5:00 am.

- No quiero ir a la escuela mañana.

- ¿Por qué no?

- No tienes porqué saberlo todo...

- Claro que tengo que saberlo, eres mi hija. - Barbara giró y recostó la cabeza en el pecho de Fernando.

- ¿Crees que regrese?

- De eso puedes estar completamente segura. - susurró sin mucha convicción. Ya eran muchos años; Barbara dejó de ser una niña de brazos hace mucho tiempo y estaba creciendo demasiado rápido: recién comenzaba la secundaria.

- ¿Nos extraña?

- Por supuesto que sí, Bárbara... ¿Quieres contarme cómo fue tu día?

- Aburrido, igual que siempre.

- ¿En serio?

- Sí, por eso no quiero ir mañana.

- En casa va a ser peor.

- No.

- ¿Quieres apostarlo?

- ¿Me dejarás quedarme en casa?

Con tan pocos años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora