Fernando P.O.V.
- Cecilia, ¿quién es? - pregunté al verle como una estatua frente a la puerta. No me respondió así que caminé hacia ella, y también me sorprendí al ver a Mariana en frente, estaba ¿diferente? Algo no cuadraba con los escasos recuerdos que tenía de ella.
- ¿No me vas a invitar a pasar, Fernando?
- Esteem, sí. - Mariana entró inundando el ambiente con su perfume, Lucero se encontraba con Bárbara en la sala, estaban jugando y aunque me parecía demasiado tierno, no podía quitarle la mirada de encima a Mariana. No porque me gustara su "algo" diferente, sino porque me inquietaba lo qué llegara a decir.
- Lucero Hogaza, un gusto. - extendió su mano y sonrío.
- Mariana Villareal. - apretó su mano y dirigió la mirada hacia Bárbara - ¿Es tú hija?
- Bueno...
- Sí. - interrumpí yo. Realmente quería saber qué hacía Mariana en mi casa. - ¿Puedo saber qué estás haciendo aquí?
- Solo vine a saludar, además tú y yo necesitamos hablar.
- ¿Hablar de qué?
- De nosotros. - miré a Lucero. Me miraba fijamente esperando que yo emitiera alguna clase de sonido y formara la respuesta que ambas querían escuchar.
- Hoy no es el momento.- ¿Estás muy ocupado?
- Sí, estoy aquí con Lucero, y no quiero parecer descortés dejando la sola, ¿comprendes?
- Claro, pero dudo que a ella le moleste el que tú y yo conversemos, ¿no es verdad? - dirigió la mirada a Lucero acariciando el cabello de Bárbara.
- Por supuesto que no - me miró.
- Con permiso - dijo Cecilia intentando escapar de la tensión del ambiente - Niña, ¿desea merendar algo?
- Bueno, yo pens.
- Ande, venga, le prepararé un platillo que de seguro le va a encantar. - Cecilia llevó a Lucero y a Bárbara, en sus brazos, a la cocina dejándonos a Mariana y a mí solos.
-¿Qué se supone que hagas aquí?
- Bueno, se supone que dijiste que deberíamos tomar un tiempo, ¿recuerdas?
- Sí.
- Bueno, ese tiempo ya pasó, ¿no crees? Aquí hay algo que aclarar.
- ¿Qué es lo que pretendes?
- Yo no pretendo nada, y realmente no entiendo por qué estás a la defensiva.
- Porque tú y yo nada tenemos que hablar.
- Eso es cierto. Yo no vine a que tú y yo hablemos, realmente.
- ¿Entonces?
- Te he extrañado - empezó a acercarse a mí, mientras yo caminaba hacia atrás no porque me intimidara, sino porque cualquier acción de ella me causaría de todo, menos gracia.
Desgraciadamente choqué con la pared a mi espalda y ella alcanzó mi boca con la suya en un beso largo y totalmente forzado.
Para mi segunda desgracia del día, Lucero estaba en frente mirando detalladamente la asquerosa escena. Cuando me pude retirar, la vi girar la cabeza escondiendo pocas de las lágrimas que desbordaron sus ojos, caminó hacia la carriola de Bárbara, la colocó allí y sin más se fue.
- No me digas que fue por esa que me cambiaste.
- ¿Qué te cambié? ¿Qué sucede contigo, eh? Lucero nunca sería el remplazo de alguien como tú.
- Pareces tarado hablando así.
- ¿No tienes una vida con la cual continuar? Porque en la mía, tú ya no cabes.
-¿Estás seguro de eso? Cuando te des cuenta de que ella no te dará lo que yo te daré, vendrás llorando de regreso.
- ¿Hablas de dinero?
-¿De qué más? ¿De amor? JAJAJAJA.
-¿Ahora entiendes por qué ella no es tu remplazo? No todo en la vida es dinero, pero eso hablarlo contigo es caso perdido. Y me disculpas, pero las puertas de la casa están esperando a que salgas. - Tomó su bolso del sofá, me lanzó una mirada desafiante y salió.
*~*~*~*
Lucero partió a su casa en su camioneta, estaba enojada, devastada y celosa. Lo odiaba por aquella imagen, lo odiaba por no detenerla, lo odiaba por no ir tras ella a aclarar las cosas, por mentirle y por hacer que se enamorara de él cómo lo había hecho.
- ¿En donde estabas?
- En el médico con Bárbara - contestó cortante.
- No me mencionaste nada.
- Lo olvidé y punto.
- ¿Te encuentras bien?
- Sí.
- No parece...
- Alejandro, se me antoja acostarme a dormir, ¿te importaría? - contestó exasperada.
- Okey, entonces descansa, bonita.
- No me digas así. - se acostó en su cama y hundió la cara en su almohada hasta sentir que Alejandro había salido para seguir ocultando sus lágrimas. Aseguró la puerta porque pase lo que pase, iba a dormir sola con Bárbara. Se colocó su pijama y tomó su teléfono que ya estaba apagado por la falta de energía.
Conectó el aparato a la pared, y esperó a que se encendiera, fijó su mirada al panel de conversaciones recientes y su alma se desmoronó al leer 3 mensajes de Fernando.
Fernando Colunga, 6:55.
Tú y yo necesitamos hablar.Fernando Colunga, 7:03.
No te merecías lo que viste, y te pido perdón.Fernando Colunga, 7:28.
Ya basta de ignorarme, Hogaza. Tú sabes lo que vales para mí... Bonita, yo te amo.Lucero Hogaza, 7:35.
Quien ama, no engaña.--
¡HELLO!Bueno, aquí les dejo el capítulo número 26, espero que lo hayan disfrutado y ...
No me maten :o
Bueh, les quería avisar, a los que no leen "Acapulco fue testigo" que tomaré un día a la semana para actualizar las historias, con eso sé que ustedes no se aburren con la web novela, y yo no me atraso con los capítulos.
Gracias a todas(os) por sus comentarios, sus votos y sus lecturas.
Muchos besos!
Twitter e Instagram: Cami2908.
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Con tan pocos años
RomanceDespués de aquella situación que quisiera olvidar, Lucero es una mujer joven, hermosa y con una buena vida por delante. Su padre es Rafael Hogaza, dueño de la revista más leída en Miami. En su vida notará que las situaciones no se resuelven como en...