VEINTICINCO

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- Te traje esto. - Fernando caminó hacia la silla de Lucero y lentamente de agachó. De su bolsillo sacó la pulsera que hace muchos meses le había regalado, giró la silla de Lucero en su dirección y delicadamente la hizo encajar en su tobillo. Lucero no pudo evitar sonreír. - ¿No la olvidas, verdad?

- Claro que no. ¿Por qué la traías contigo?

- Por sino recordabas los viejos tiempos -sonrió.

- Anda, ya levántate -sonrió.

- ¿Qué tiene que esté arrodillado frente a ti? ... No será la última vez que así me tengas.

- ¿Cómo?

- Claro, cuando te pida que nos casemos, será igual.
Lucero iba a responder (no sabía qué, pero tenía la intención de responder) aunque el teléfono la interrumpió.

- ¿Sí, Jaime?

- Señorita Lucero, frente a mí se encuentra un muchacho al que le urge hablar con usted.

- ¿De quién se trata?

- Él no quiere revelar su identidad hasta que usted lo reciba.

- De acuerdo, hazlo pasar, gracias.

- Es mejor que me vaya.
- No, quédate.

Tocaron la puerta e inmediatamente se abrió.

- Buen día.

- Buenos días... ¿Usted es...?

- Soy Antony Evans, herm.

- Antony. -interrumpió Fernando- Éste no es un buen momento.

- No, no. Sí lo es... Tome asiento... Supongo que nos hemos visto anteriormente, ¿verdad?

- Así es, usted y yo necesitamos hablar.

- Como dije anteriormente, mejor me retiro.

- No es necesario que lo haga, finalmente fue usted quién me informó y no permitirá que yo mienta. - Fernando tomó asiento en la segunda silla frente a Lucero ubicándose al costado de Antony - Verá... La razón por la que estoy aquí tras pedirle a su asistente que oculte mi identidad es algo sencilla: Mi sobrina. Todos aquí están siendo parte de un plan y aseguro que nadie sabe el objetivo real, ¿me entiende? - Lucero asintió levemente- Me enteré lo que le sucedió, y de veras lo siento mucho, pero hay alguien que está tomando ventaja acerca de las consecuencias que el accidente le dejó. - Lucero miró a Fernando fijamente y éste encerró su mano derecha en las suyas.

- Bárbara...

- Exactamente, sé que los vacíos en sus recuerdos son temporales, pero no quiero que le hagan daño a Bárbara. Como le mencioné no sé cual es el objetivo de "su esposo" haciéndole creer tanto a usted como al resto de la empresa que Bárbara es hija de ambos.

- No es mi esposo...

- A eso voy. Yo no vine para que usted me entregara a la niña, porque sé que con usted estará mejor que como estará conmigo, quise venir a informarla y de veras me alegro que sepa que él no es su esposo.

- Podríamos fingir que esta conversación no pasó... Podríamos seguir haciendo creer a medio mundo que tú sigues sin recordar nada, con tal de que consigas averiguar las verdaderas intenciones de Alejandro -comentó Fernando.

- No es mala idea, la verdad. Yo lo único que quiero es que mi sobrina esté bien, ¿me entiende? Cuando obtengamos las pruebas necesarias podremos levantar cargos a Levinson por negar el verdadero apellido de Bárbara... Mi hermana siempre deseó que su hija estuviera lejos de mi familia, después de esto, le aseguro que la niña estará con usted legalmente, no por medio de un engaño.

Con tan pocos años Donde viven las historias. Descúbrelo ahora