Me Pelea. [Noriel Danger] ©.

T2, Capítulo 16.

—Gustavo ya hablamos de esto, no puedes...

Corría detrás de Gustavo tratando de evitar que hiciera tal estupidez apesar de haberme antojado esta mañana de usar tacones con un poco de plataforma alta.

Pues no, mala idea. No contaba con que mi trabajo se basaría el día de hoy en perseguir al imbécil de mi jefe y amigo despechado.

—Déjame Giorgina, yo la necesito y no me detendré porque todos lo quieran así.

Él caminaba rápidamente a la Radio donde trabajaba Ariana, que por cierto en menos de tres minutos salía, alcancé a tomarlo del brazo y ambos frenamos de golpe quedando frente a la gran puerta de Alofoke.

—Espera...—Estaba ahogada, la última vez que corrí así fue en la secundaria cuando mi hermano tuvo un accidente anal, tenía algo atravesado ahí adentro, y ahora lo hacía con tacones detrás de este mal parido, que no me daría un día de descanso porque no vería el esfuerzo que hacía en estos momentos.—Número uno, tengo tacones y esto no es lindo. Segundo, ¿seguirás rebajandote? Dios mío incluso a mi me das pena, ella te dijo que no te quería más. Eres mi amigo y me duele verte así...

Tomé un bocana de aire tratando de regular mi respiración.

—Gustavo... Sé lo que sientes por qué una vez cuando era pendeja también lo hice, pero créeme al final saldrás peor de lo que ya estás. No la puedes forzar a amarte, y tampoco te mereces todo eso nuevamente, es mejor que la dejes quieta.

Él me sonrió y por un momento creí que podía soltarlo pero sus palabras me hicieron retractarme casi de inmediato.

—Te daré el día libre si quieres o te compro otros tacones iguales o mejores que esos pero no puedo dejar que el amor de mi vida esté en los brazos de otro.—Y se zafó de mi agarre entrando apresuradamente a pasar la mayor pena y vergüenza de su vida.

—¡Espero que me pagues esto como horas extras, cabrón!—Le grité para luego entrar y buscarlo.

Narra Ariana.

Estaba con mi abuelita, Alexander, Lilieth y mis padres de visita por aquí. Reíamos cómo hace mucho no lo hacíamos.

—Abuela, te extrañé tanto.

La abracé fuertemente con emoción sin hacerle daño. Mi abuelita Dalia besó mi cabeza correspondiendo mi abrazo con una gran sonrisa.

—Mi cielo, yo también a ti. Aún recuerdo cuando eras una niñita y vivías con nosotros mientras estabas de vacaciones.

Sonreí enternecida.

—¿Y para mí no hay abrazo?

Reí y me acerqué

—Para también, eres el mejor primo.

—Y el único que tienes, cabrona.

Reímos, mi abuelita le dio un pequeño golpe para Alexander.

—¡Que te he dicho de esas palabras, hijo!

Todos reímos hasta que la puerta se abrió de golpe revalando a la persona menos indicada en estos momentos.

—Gustavo, ¿que estás haciendo aquí?—Pregunté con angustia, no lo quería aquí. No ahora.

—Ari, yo vine por qué...

-¡Ah! Aquí estás, y creo...

-¿Gio? Nena, ¿lo conoces?—Intervino mi primo dando un paso al frente, ella se sonrió.

—Nene, él es mi jefe.-Aclaró con calma y una sonrisa en su rostro.—Que por cierto debe irse ahora mismo, para dejar de pasar pena.—Habló entre dientes mirando mal a mi ex novio.