Libro I de la bilogía Azares: Poker Face.
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«Lo que pasa en Las Vegas, no siempre se queda en Las Vegas»
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Para Becka Foster su cumpleaños número dieciocho era la oportunidad perfecta de conquistar a s...
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Capítulo 10. Sueña conmigo.
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—Me has asustado —le gruño a Aleksandr, que no parece arrepentido de sus actos—. Y también has tirado mi cena al suelo. Ahora tendrás que ir a por más.
Estoy hablando con él, pero no me responde, por lo que levanto la cabeza del desastre que él causó a sus ojos, encontrándome con un brillo de lujuria en ellos.
—Hagamos un trato. Yo iré a buscar tu cena, pero primero me dejas comer a mí.
No comprendo a lo que se refiere el pelinegro hasta que siento como me levanta por la cintura y me coloca en el mesón con cuidado.
—Aleksandr, deja de decir estupideces y bájame. Yo no soy comida.
Una pequeña sonrisa aparece en sus labios mientras sus manos empiezan a escurrirse por lo ancho de mi short, buscando mi ropa interior.
—Si que lo eres. Y una muy tentadora.
Quiero hacer algo, quiero gritarle, pero mi cuerpo me traiciona y no se mueve. Solo se queda quieto, ansioso porque Aleksandr lo toque.
Una de sus manos encuentra la tira de mi ropa interior, y la sigue, llegando así hacia la parte que cubre mi sexo y se encuentra mojada por mi sueño.
—Estás mojada. ¿En qué estabas pensando?
En ti.
Lo pienso, pero no lo digo. No le daré el placer de saber que lo deseo como no he deseado a nadie nunca, aunque ahora mismo sienta que enloqueceré si no me toca.
—Te hice una pregunta, Becka.
Aprieto mis labios y me niego a responder, haciendo que Aleksandr se enoje.
Sus ojos se vuelven aún más negros y tira de la parte más baja de mi tanga con tanta fuerza que la rompe de un solo tirón.
—Animal —suelto en un jadeo.
—No te oí quejándote así mientras te embestía aquella vez.
Ignoro sus palabras y me concentro en sus manos que buscan con ansiedad mi centro. Abro las piernas un poco más, facilitándole la tarea y suelto un gemido ahogado cuando lo encuentra.
El ruso ni se molesta en estimularme más de lo que ya estoy y me penetra con uno de sus dedos, enviando instantáneamente olas de placer por mi cuerpo.
Dos, tres de sus dedos se mueven con fuerza dentro de mi vagina, haciéndola chorrear y empapar mi short junto con sus dedos mientras que el sonido de mi vagina mojada siendo penetrada llena la cocina.
Puedo sentir el metal frío de sus anillos cada vez que me penetra con sus dedos y los lleva hasta la base de estos, provocando que sea una sensación tanto perversa y placentera.
