Libro I de la bilogía Azares: Poker Face.
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«Lo que pasa en Las Vegas, no siempre se queda en Las Vegas»
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Para Becka Foster su cumpleaños número dieciocho era la oportunidad perfecta de conquistar a s...
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Capítulo 37. Tragedia griega.
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Una cosa es decir, y otra muy diferente es hacer. Todos saben lo que está mal, pero no todos son capaces de dejar de hacerlo.
-Aleksandr Vólkov.
***
Pov's Aleksandr Vólkov
A la mañana siguiente...
Un movimiento a mi lado me despierta y me pone alerta.
Aunque mi subconsciente espera a que sea un enemigo o un peligro mortal, la causante de tantos movimientos resulta ser Becka, quien se remueve incómoda a mi lado mientras intenta encontrar una posición que la deje volver a dormir. Cuando por fin deja de moverse, queda en una posición donde el sol da directamente en su cabello, iluminando y haciéndolo parecer finos hilos de oro.
Paso mi mano por ellos con suavidad. Ella, al sentir mi toque, frunce el ceño y arruga la nariz mientras empieza a murmurar algo entre sueños. Antes de que se despierte dejo de tocarla, recordando recién que la rubia tiene el sueño liviano.
Estoy a punto de intentar volver a dormirme, cuando la puerta es tocada dos veces con fuerza. Mis ojos, que antes se hallaban cerrados, se abren de golpe al mismo tiempo que un gruñido involuntario sale de mi garganta.
Quién será a esta hora.
Me pongo de pie por el único motivo de que sé que, si no lo hago, quien está del otro lado no dejará de tocar y terminará por despertar a Becka.
Al llegar a la puerta y abrirla, pongo mi mejor cara de culo, esperando ver a algún empleado o un voyeviki, incluso a Vladimir, pero quien veo del otro lado me sorprende.
Es Alexey.
—Huh, ¿Qué quieres tan temprano?
—¿Podemos ir a tu oficina?
Miro hacia atrás, cerciorándome de que Becka aún esté dormida. Cuando me aseguro de ello, vuelvo la mirada al chico que tengo en frente.
—Es temprano, Alexey.
Antes de que pueda cerrar la puerta, las palabras de Alexey me detienen.
—Sabes que esta conversación la tendremos tarde o temprano.
Vuelvo a abrir la puerta completamente y fijo mis ojos en él, molesto.
—¿Hablas de la conversación que siempre nos va a llevar a "Solamente estás utilizando a Becka"? —hablo en un murmuro.
El silencio de mi hermano lo confirma, aunque por la urgencia con la cual tocó la puerta, ya me lo esperaba.
