♠ · Capítulo 33 · ♠

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Capítulo 33

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Capítulo 33. Roto.

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—Que el maquillaje haga resaltar sus ojos.

—¿Delineador?

—Si. Pero quiero que sea algo discreto, aunque atrevido.

—Si, Señorita Edwards —la maquilladora que tengo en frente me hace señas para que cierre los ojos mientras acerca su mano con un delineador en ella—. No te muevas o parpadees.

Por el par de segundos que la chica dura haciendo el delineado de uno de mis ojos no respiro, y no es hasta que termina de delinearlos ambos que me permito hacerlo correctamente.

—Aplícale un poco más de rubor en esas mejillas —grita la mujer sin necesidad alguna, pues está justo al lado de la maquilladora—. Esta muchachita está pálida. Apuesto que es culpa de los celos que tiene Aleksandr con lo suyo.

Ruedo los ojos ante los comentarios innecesarios de la señora, cada vez más molesta con su incómoda presencia.

—Cierra los ojos para que no te caiga polvo en ellos.

Resignada y sin más nada que pueda hacer, cierro los ojos, pidiendo que esta sea la última fase de esta tortura. Además, que, de seguir así, voy a terminar con más maquillaje que una payasa.

—Labial. Uno rojo pasión —ordena nuevamente la Señorita Edward. Que de señorita no tiene nada.

Porque si, para una ridícula cena con un momento de mafiosos, ladrones, estafadores y "políticos", debo lucir impecable.

Aunque no estoy contenta con todo este drama, me ahorro la parte donde peleo con Aleksandr hasta perder la voz, solo para que al final, él gane.

—Con que al final terminaste antes de que muera —se queja Mrs. Edwards, dándole un sorbo largo a su taza de té antes de ponerse de pie, sobresaltándome por el sonido que hizo al aplaudir con fuerza—. Ahora al armario, todavía tenemos que colocarle el vestido.

Las que parecen ser las doble de la Señorita Edward -aunque mucho más altas-, empiezan a recoger todo lo que previamente habían usado en mi a una velocidad impresionante, dejándome tanto sorprendida como admirada.

Yo lo más rápido que sé hacer es vaciar un plato de comida.

La chica que me había arreglado las cejas me ofrece la mano para ponerme de pie. Aunque no necesito de su ayuda para hacerlo, tomo su mano y esta me pone de pie tan rápidamente que solo alcanzo a verme la mejilla derecha por el reflejo del espejo y nada más.

—¡Las puertas! Esas no, esas son del closet de Aleksandr.

La pobre chica vuelve a cerrar el closet como si dentro hubiera visto un demonio, entonces se vuelve hacia el otro par de puertas y las abre. Mientras las puertas se van abriendo, las luces del closet se van encendiendo, iluminando cientos de prendas de mujer.

Poker Face {A #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora