Capítulo 30. Primer aviso.
♠ · ♦ · ♠ · ♦ · ♠ · ♦ · ♠
Todos los presentes tenían los hombros tensos mientras esperaban la llegada de los seis autos que se aproximaban a la mansión por una carretera improvisada que atravesaba parte del bosque.
Por la tensión en el aire y otras mil razones (casi todos estaban nerviosos) sabía que quien venía, o era muy importante o muy indeseable.
Yo me inclino más por la segunda, pues a Aleksandr se le notaba la molestia hasta en la manera de pararse.
Los autos, que resultaron ser camionetas muy parecidas a las que usa Aleksandr, no tardaron en llegar, y de dentro de ellas salieron unos veinte hombres. Todos ellos llevaban vestimenta negra, aunque a diferencia de los hombres de Aleksandr, que siempre iban de traje, estos usaban t-shirts negros y pantalones de estilo militar.
A mi lado el ruso se movió, descubriéndome ante el grupo de hombres extraños. Fruncí el ceño mientras lo veía saludar al que parecía ser el cabecilla con un apretón de manos.
Aleksandr no solía dejarme ante la vista de nadie, incluso empezó a dejarme comer en la habitación para que su familia no se pasaran la comida entera viéndome, cosa que le agradezco. Pero como decía anteriormente, me sorprendió mucho el hecho de que a la primera persona que llamara afuera, fuera a mí.
—Soy Massimo, el Sottocapo de Vendetti —se presentó el hombre cuando Aleksandr hubo soltado su mano. Era un castaño de ojos claros y mirada fría.
—Eso ya lo sé —respondió cortante el ruso, metiendo ambas manos en sus bolsillos.
Ante la mala contestación del ruso, Massimo endureció su mirada, molesto.
—Creo que sabes la seriedad del asunto, Aleksandr. No eres ningún niño, así que deja de comportarte como tal.
Me quedo expectante ante la reacción del pelinegro, cuando algo a mis espaldas roza mi cintura.
Volteo de inmediato a ver quién es, llevándome la sorpresa de encontrarme al que supongo es el hermano menor de Aleksandr, a mi lado. Él no me dice nada, pero puedo jurar que hace unos segundos estaba mirándome de reojo.
Vuelvo a mirar en dirección de Aleksandr y Massimo, ahora encontrándome con un ambiente más agresivo entre los dos.
—Ya lo sabes, Aleksandr. Es tu primer aviso.
¿Eh? ¿Primero aviso de qué?
Lejos de entender nada, me pierdo mucho más cuando Massimo y sus hombres empezaron a irse, pero antes de que el castaño llegue siquiera a darse la vuelta por completo, Aleksandr lo detiene por un brazo.
—Dante no es estúpido, así que dile lo que te he dicho y punto. Él sabrá qué hacer después.
Massimo se zafó del agarre del ruso, molesto.
—Él te salvó la vida.
—Entonces dile que le mando las gracias, y luego dile lo que le mandé a decir.
Massimo asiente, no muy seguro, entonces ahora si empieza a marcharse, seguido de quienes vinieron con él.
Cuando ya se han montado en sus camionetas y empezado a marchar, Aleksandr se da la vuelta, dejándome ver por un par de segundos un pequeño bulto en su pantalón, muy parecido al de una hoja hecha bolita.
Ay no...
Espero a que ese tan deseado «Ve a tu habitación» salga de la boca de Aleksandr, pero este tarda en llegar.
Toda la familia vuelve a entrar a la casa, aún tensos. Todos caminan a paso lento, atrasando la llegada del ruso a la sala, y posteriormente, yo a la habitación.
Una vez que estamos todos dentro, empiezo a acercarme a las escaleras con sigilo, aprovechando que Aleksandr está en su propio mundo, pero de igual manera me descubre.
—¿A dónde vas?
—Ehh... Me dio hambre y recuerdo que dejé algo de las galletas arriba.
El ruso no parece muy convencido de mi excusa, pero entonces su padre nos interrumpe, distrayendo su atención de mí.
—Tenemos que hablar.
Aleksandr asiente en su dirección, y luego vuelve su mirada a la mía.
—Mañana vamos al hospital. Prepárate temprano.
Asiento y entonces vuelvo a correr en dirección a la habitación, en el camino bajando la velocidad porque Aleksandr me pidió que vaya más lento.
A unos escalones de la habitación, haber subido las escaleras a paso rápido me pasa factura, así que debo detenerme un par de segundos a respirar mientras intento calmarme.
No hay ninguna posibilidad de que él haya encontrado esa hoja.
Ya más recuperada, abro la puerta y me apresuro a arrodillarme en el piso, buscando la dichosa hoja, pero no la veo por ningún lado.
—No, no, no...
Me golpeo la frente suavemente, y luego me pongo de pie, incapaz de creer que Aleksandr pudo encontrarla aquí.
—No pudo haberla encontrado ahí... No...
Estoy a punto de perder la cordura y empezar a maldecir a diestra y a siniestra mi mala suerte, pero unos pasos apresurados por el pasillo me alertan de la proximidad de alguien, así que me obligo a sentarme en el escritorio y fingir tranquilidad mientras como algunas galletas.
Luego de yo haberme precipitado a la silla, la puerta no tarda mucho en abrirse, dejando ver a una Enara fatigada y sin aliento.
—Está aquí.
—Subí no hace mucho... —le contesto, viendo como viene a mi arrastrando los pies—. ¿Todo bien?
—Tenemos que hablar de un tema muy importante, Becka —murmura ella, temerosa —. Pero no será aquí. Aquí es peligroso.
Frunzo el ceño, pero aún así asiento, sintiendo un leve sabor amargo en mi garganta.
Que no sea lo que creo que es, por favor.
—Eso significa que tú...
Ella niega.
—No diga nada, ya hablaremos de eso más tarde. Mientras tanto llega el momento ideal, finja que nada pasó.Volví mi mirada a las galletas, fingiendo que nada acaba de pasar, pero acabando de confirmar lo que hace un par de semanas venía viendo.
Enara no es quien dijo ser.
♠ · ♦ · ♠ · ♦ · ♠ · ♦ · ♠
No olviden votar, comentar y compartir.
Se les quiere ♥♥
ESTÁS LEYENDO
Poker Face {A #1}
RomanceLibro I de la bilogía Azares: Poker Face. ♠ · ♦ · ♠ · ♦ · ♠ · ♦ · ♠ «Lo que pasa en Las Vegas, no siempre se queda en Las Vegas» · ♠ · ♦ · ♠ · Para Becka Foster su cumpleaños número dieciocho era la oportunidad perfecta de conquistar a s...