♦ · Capítulo 22 · ♦

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Capítulo 22

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Capítulo 22. No tan dulce bienvenida.

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A la mañana siguiente...

Termino de alisar las mangas del jersey gris que tomé prestado de Aleksandr y me posiciono frente a él, intentando no sentirme tan estúpidamente nerviosa.

—Ya estoy lista.

Aleksandr levanta la mirada del suelo, no sin antes mirarme de arriba a abajo y suspirar.

—Pensé que nunca lo dirías.

El ruso se pone en pie con rapidez, y luego señala la puerta mientras se dirige a tomar un reloj de su cómoda. Mientras él se lo coloca aprovecho para hablar.

—¿No puedo desayunar aquí arriba?

—No —niega el pelinegro, abriendo una de las puertas de la habitación y llevándome fuera, en dirección a las escaleras.

—Pero antes podía hacerlo... —murmuro.

Aleksandr murmura algo por lo bajo, pero no me dice nada.

Atraso mi paso apropósito hasta que llegamos a las escaleras, y ya allí me detengo en el borde de los escalones sin llegar a bajar más. Aleksandr no nota que no lo sigo sino hasta que va por la mitad.

—¿Y ahora qué pasa?

—No quiero bajar.

Aleksandr cierra los ojos y lleva sus manos a su cabeza, como si de la nada toda su paciencia se hubiera ido a pique, aunque ahora que lo pienso no puedo decir exactamente que fue "De la nada".

Anoche, después de haber compartido un tiempo juntos, recibió una llamada. La llamada la descolgó en el balcón de su recamara, así que no sé qué le dijeron o con quien habló, solo sé que después de un par de minutos entró con mala cara a la habitación y desde entonces ha estado así.

—Hoy amaneciste con ganas de quejarte por todo.

Giro mi cabeza con confusión sin apartar mi mirada de la suya, y luego niego para mis adentros, sintiéndome decepcionada aún cuando sabía que no podía esperar nada de él.

—Dijiste que podría quejarme hoy, ¿O eso también era una de tus mentiras?

Mis palabras parecen haber dado en el clavo, pues su mirada se suaviza, aunque su porte sigue siendo el de un militar. Los segundos pasan y ninguno de los dos se mueve, hasta que finalmente Aleksandr vuelve sobre sus pasos en la escalera, caminando hacia mí. Cuando está a dos escalones de mí, Aleksandr se detiene, dejándonos casi a la misma altura.

—Yo nunca te he mentido, Princesa, y apuesta lo que quieras a que nunca voy a hacerlo.

Mi soledad quiere aferrarse a sus palabras, pero yo me niego a ello, intentando hacer que mi corazón vuelva a latir con la normalidad con la cual debe hacerlo y que la poca confianza que me queda no sea depositada en él.

Poker Face {A #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora