♦ · Capítulo 18 · ♦

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Capítulo 18

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Capítulo 18. Desde la primera vez.

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Desde que la vi, hace tres años, Becka Foster pasó a ser de una simple ciudadana de los Estados Unidos, a mi mayor deseo.

No podía tenerla, al menos no de la forma legal, pero gracias a las circunstancias, a una deuda que tenían sus padres y a la avaricia de estos mismos, Becka Foster fue finalmente mía.

***

Narrador omnisciente

Flashback, hace tres años. Phoenix, Arizona.

El sol brillaba con fuerza por encima de la cabeza de cuatro hombres trajeados que esperaban a por un quinto con la confirmación necesaria para ubicar su destino. Mientras lo hacían, la fuerza con que el sol les daba de pleno en sus cabezas causaba un malestar en estas.

Por su lado derecho se acercaba sigilosamente un hombre de unos veinte tantos años de edad, con una notable cicatriz en la mejilla y el ceño fruncido por la incomodidad, cargando consigo dos hojas con las que intentaba ubicarse.

—Es la casa de la esquina —indicó cuando hubo llegado al lado de su jefe, mientras intentaba inútilmente cubrirse con su sombra.

—¿Estás seguro? —preguntó el ruso, mirando extrañado la casa que le indicaba el voyeviki.

No era una mansión, mucho menos una casa lujosa. Era solo una casa simple, razón por la cual su ceño se arrugó.

A las personas a las que el padre del joven les prestaba dinero solían derrocharlo en autos de lujos, grandes casas y viajes todos los fines de semanas, pero Paul Foster, como decía el papel que era el nombre del deudor, parecía ser un tanto diferente al resto. Aunque lo cierto era que Aleksandr ignoraba era que Paul no era otro que un estafador muy ingenioso.

El pelinegro se acercó a pasos largos hasta la puerta de madera de la casa, seguido por dos de sus voyevikis, tratando de ignorar unas pocas miradas de curiosidad que le lanzaban a su alrededor. Una vez frente a la puerta, este la tocó dos veces con fuerza.

Varios segundos pasaron... Un minuto, quizás, pero finalmente la puerta se abrió, revelando un rostro conocido para el ruso.

No era otra que Beatrice, la esposa del deudor. Por la expresión del rostro de la mujer de exótica apariencia, el ruso comprendió al instante que le sorprendía verlo, al menos de tan cerca. Él siempre mantuvo sus distancias cuando el trato fue cerrado.

—Alek... Aleksandr. Qué gusto verte —balbuceó la mujer, intentando inútilmente darle algo de tiempo a su esposo. Matteo Denaro todavía estaba en la vieja oficina de su esposo.

Poker Face {A #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora