♦ · Capítulo 14 · ♦

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Capítulo 14

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Capítulo 14. El beso prohibido.

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Aleksandr lleva semanas sin aparecer por aquí, y no puedo decir que eso me entristece, exactamente.

Desde que no se encuentra todos nos encontramos relajados, incluyendo a Adam, que, aprovechando su trabajo como mesero, logra pasar la seguridad de afuera todos los días y hablar conmigo un rato.

—¿Cómo que no sabes jugar al póker?

Ahora mismo Adam se encuentra indignado mientras pasa de su mano izquierda a derecha una baraja de cartas que trajo para que nos entretengamos un rato.

Hemos pasado toda la tarde de lo que sería el decimoséptimo día de Aleksandr sin dar señales de vida, conociéndonos, y esta es justo la parte en la que hago el ridículo.

Desde los quince soñé con viajar a Las Vegas y ni siquiera se jugar "Dos y tres".

—Quería venir a vacacionar, no a perder mis bienes en una mesa —me excuso, causando que el pelirrojo ría.

—No puedo creer que estés hablando enserio —vuelve a reír—. Ven. Yo te enseño —se ofrece, caminando hacia la cama y colocándose detrás de mí. Luego procede a pasar sus manos entre mi cuerpo y mis brazos, abrazándome por detrás.

—¿Vas a enseñarme a jugar así?

—Ajám. ¿Hay algún problema con ello?

Niego mientras río y lo aparto.

En estos días me he dado cuenta de que el pelirrojo es muy confianzudo... Muy confianzudo.

En cualquier otro caso no me molestaría. Sus pequeñas pecas esparcidas cuidadosamente por sus mejillas sonrosadas y la manera en que me mira me encantan, pero no quiero que se meta en un lío.

No sé si Aleksandr sigue vivo, pero estoy segura de que, si llega a ver a Adam aquí, aunque no esté cerca de mí, lo desaparecerá, como hizo con aquel guardia que me empujó.

—Compórtate, Adam.

—Está bien —murmura mientras saca las cartas de la caja—. ¿Póker o Blackjack?

—¿Hay alguna diferencia?

Adam ríe y niega.

—Olvídalo. Eres un caso perdido, Becka —dice, indicándome con su cabeza que me siente delante de él.

Por un par de segundos ninguno de los dos dice nada y solo nos dedicamos a ver las cartas ser barajadas, pero entonces Adam rompe el silencio con una pregunta que desde que le tomé algo cariño, he temido que haga.

—¿No estás harta de estar encerrada aquí todo el día?

Asiento con suavidad. —Si, pero...

—Pero nada. No has pisado el suelo fuera de esta habitación en semanas y el sol no te ha tocado como en un mes, porque hasta el balcón tienen cerrado. Eso no es sano.

Poker Face {A #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora