Tuyo: Pogacio

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Observó con desdén aquel hombre frente a él, apretó los labios y frunció el ceño con molestia al escuchar su voz dando órdenes a los cadetes nuevos de la LSSD.

Cruzó los brazos y las piernas sobre el capó del coche negro cuando divisó a su compañero acercándose al tipo con gesto amable. Gruñó por lo bajo cuando vio al barbado acercándose demasiado al de cresta.

Parece que le costaba demasiado el comprender lo que significaba el espacio personal.

Se despidió y se dirigió sonriente hacia donde se encontraba el rubio, se enderezó inmediatamente cuando lo sintió cerca.

—¿Nos vamos ya bebé?. — le preguntó haciendo una mueca de cansancio. La reunión que tuvieron con el jefe de la facción del norte; Armando, había sido bastante larga y ¿por qué negarlo? En demasía aburrida. Pensó que se quedaría dormido sentado en su lugar.

—Si, vamos. — notó la mirada curiosa del barbado sobre ellos. Sonrió de medio lado y siguió detrás al moreno pegándose a su cuerpo, acarició su espalda con disimulo. Su sonrisa se ensanchó con satisfacción cuando de reojo vio al sheriff observándolo con algo de molestia y por el otro lado al sentir como el más alto se estremeció con su toque.

En silencio se montaron al coche del cual habían llegado ambos y salieron del parking de la comisaría del norte. El rubio comenzando a conducir carraspeo llamando la atención del menor.

—Ese sheriff ¿Cuál era su nombre?. — le preguntó con total tranquilidad girando el volante sin despegar la vista de la carretera.

—¿El que tiene barba larga? Se llama Ford. ¿Por qué?. — abrió la ventanilla del coche exhalando al llenar sus pulmones de oxígeno cuando se adentraron por el área boscosa.

—Veo que le caes bastante bien, o eso me parece a mi. — ladeo la cabeza disminuyendo la velocidad del vehículo queriendo ver su reacción, giró un poco su cabeza hacia el chico a su lado.

—Eh... no sé, siento que es un poco raro. No quiero adelantarme pero a veces creo que le gusto. — respondió algo nervioso y una risa burlona salió de sus labios.

El sheriff solía ser poco disimulado con las constantes atenciones que le daba y eso no pasaba para nada por alto para él chico de cresta blanca. Al no estar interesado en el hombre, fingía no darse cuenta de sus claras intenciones con él, y por sobre eso había algo más. Miró al rubio por el rabillo del ojo, luego dirigió su mirada hacia la entrada de su casa. Ya habían llegado a su destino. El rubio aparcó el coche sin apagar aún el motor, Horacio desabrochó su cinturón de seguridad y acercó su rostro al chico a su costado dejando un casto beso en su mejilla.

—Pogo, no vayas a hacer cosas malas ¿de acuerdo?. — dándose cuenta del comentario que hizo sobre Ford se sintió al instante estúpido pues no sabía si aquel dato lanzado al aire provocaría alguna reacción negativa en su amigo.

—¿Qué podría hacerle yo?. — respondió con fingida inocencia despidiéndose del más alto. Este sin contestar suspiró y salió del coche comenzando a caminar a su hogar. El más bajo no se movió de su lugar hasta que lo vio perderse por la puerta de madera. Colocó en marcha el vehículo de nuevo, una sonrisa maliciosa asomó por sus rosados labios. Tenía algunos asuntos que resolver.

Por su lado el de cresta suspiró pesadamente quitándose los zapatos en la entrada dejándolos tirados en el suelo y se desabrochó la camisa que tenía puesta arrojándola al respaldo de uno de los sillones del salón, seguido a eso se tiró sin cuidado al sillón más grande quedándose recostado boca arriba, cerró los ojos y colocó su antebrazo sobre su frente.

Hace semanas se había percatado del cambio de actitud de su mejor amigo. Creía que este había estado tomando las pastillas que le habían entregado en el hospital donde había sido internado hace años, o al menos eso era lo que el rubio les hizo pensar a todos.

Aquello había sido una total mentira. El payaso se las arregló para engañarle a él y a Conway haciéndoles creer que Gustabo había regresado cuando no había sido así. O por lo menos no es su totalidad.

Al permanecer tanto tiempo a su lado, notó que Gustabo se comportaba de manera diferente en ciertos días. Como si su personalidad se intercalara constantemente con la del payaso que bien conocía.

Horacio ya con sus nervios a tope ante su extraña actitud encaró un día a su mejor amigo, dándose cuenta para su desgracia que era Pogo quien había estado hablando con él. Le confesó que hacía lo que quisiese a su antojo con Gustabo. Unos días lo dejaba en paz y otros días tomaba parte de él cuando simplemente le apetecía.

En resumidas cuentas, Gustabo y Pogo, ambas personalidades permanecían en aquel cuerpo. Saliendo a flote cada una turnándose cuando el maldito payaso así lo deseaba.

Horacio se aterró al principio con esto pues pensaba que aquel psicópata ya no existiría en sus vidas, pero por el contrario estaba más presente que nunca. Sin embargo había algo más que le aterraba de sobremanera y era el perder de nuevo a su mejor amigo, se negaba a que volvieran a apartarlo de su lado.

Con amargura, tomó la decisión de ocultar lo de Pogo a Conway y a los demás. Dejando que Pogo y Gustabo tuviesen una vida normal entre comillas. Horacio amenazó al payaso con que haría lo que fuera para que volvieran a internarlo en un hospital si no se comportaba debidamente a lo cual el payaso pareció aceptar. De todos modos aún no confiaba del todo en él así que constantemente lo mantenía vigilado los días en que estaba.

Ya habían pasado semanas de eso y poco a poco fue acostumbrándose a convivir con ambos. Tratando con Pogo como si fuera un amigo más como lo era Gustabo.

Aprendió a diferenciarlos fácilmente y sabía como comportarse con el uno y con el otro. Obviamente al ser el único que sabía sobre esto, llamaba a Pogo por el nombre de Gustabo frente a otras personas y cuando estaban a solas si se refería a él por su nombre.

Escuchó un vago sonido perforándole la cabeza, abrió los ojos con pereza y se estiró en su lugar dándose cuenta de que se había quedado dormido. Sacó el móvil del bolsillo de su pantalón tratando de enfocar su mirada aún borrosa en la pantalla, observó el nombre de Gustabo en esta. Lo estaba llamando.

—Dime, Pogo. — contestó lanzando un bostezo largo mientras se acomodaba sentándose en el sillón, restregando con su otra mano sus párpados cansados.

"Hola Bebé, ¿Puedes venir a la ubicación que te mandé? Te tengo una sorpresa"

—¿Qu-?. — sus palabras quedaron en el aire escuchando como de repente el rubio cortó la llamada. Extrañado abrió el chat de Gustabo percatándose de que le había enviado una ubicación de GPS.

Se levantó de su lugar colocándose de nuevo la camisa y los zapatos, tomó las llaves de uno de sus autos las cuales colgaban de la pared de la entrada y se en caminó apresurado a su garaje.

Mientras conducía miró la hora en el reloj en su muñeca derecha dándose cuenta de que había dormido sus buenas horas. Ya era bastante de noche y el hecho de que Pogo lo haya requerido a esas horas obviamente lo puso en al‍erta.

Estando ya cerca del lugar de la ubicación que le marcaba el GPS, estiró su mano abriendo la guantera del coche donde se hallaba una pistola la cual tomó y guardó metiéndola dentro del resorte de su pantalón.

Debía tener precaución con el payaso, no quería bajar la guardia con él así que mejor era ir armado por si el tipo tenía algún ataque psicótico.

Tragó saliva al arribar al lugar, era una pequeña cabaña bastante alejada de la carretera. Afortunadamente su coche pudo transitar en el camino montañoso. Verificó de nuevo que el GPS lo haya llevado a la ubicación correcta y volvió a sacar su móvil marcando el número de Gustabo, esperó un par de repiques.

—Pogo ¿por qué me llamaste a este lugar?. — le cuestionó apenas lo escuchó tomar la llamada.

"Ven, no te haré nada malo"

De nuevo cortó de golpe y el de cresta bufó. Llenó sus pulmones de aire y se bajó del coche dirigiéndose a la cabaña, rozando con sus dedos la pistola en su pantalón.

Se acercó a la puerta de madera desgastada y dio un respingo cuando la vio abrirse lentamente frente a él. Divisó la silueta de Pogo quien lo esperaba con una pequeña sonrisa en sus labios ahora pintados de morado.

Con desconfianza caminó hacia el de ojos azules y se adentró en el lugar.

—¿Qué es lo que qui-...?. — sus ojos se abrieron de golpe al divisar aquella escena que lo dejó petrificado.

Su corazón dio un vuelco cuando pudo observar a un hombre atado a una silla con las manos esposadas en el respaldo de esta. Frunció el ceño reconociendo el uniforme de los sheriff de la jurisdicción del norte y sus labios se entreabrieron con sorpresa y temor al reparar en su rostro el cual se encontraba lleno de moretones y sangre en algunas partes de este.

—¿F-Ford?. — lo vio removerse en su lugar al pronunciar su nombre. —¿Pero qué cojones Gustabo?. — se volteó rápidamente a su espalda hacía el rubio quien cerraba la puerta tras de sí y se apoyaba en ella mirando al de ojos bicolor con seriedad.

—¿Qué pasa? Pensé que te gustaría. — rió por lo bajo comenzando a acercarse al sheriff quien aterrado se retorció en la silla de la cuál se encontraba atado queriendo vagamente alejarse del rubio. Sacó una navaja de su pantalón y pasó lentamente el filo de esta por el cuello del hombre. Las lágrimas de desespero empezaron a salir de sus ojos hinchados por el llanto.

—A-aléjate de mi, maldito loco. — pronunció con dificultad mordiendo su labio inferior con miedo.

El rubio sonrió con sorna haciendo un pequeño corte en el cuello del sheriff haciendo que este jadeara adolorido.

Horacio se acercó rápidamente al payaso y lo tomó del brazo haciendo que se apartara del castaño.

—Detente, Gustabo ¿Por qué cojones le haces esto?. — furioso soltó con brusquedad la mano del chico cuando este se alejó. Entornó los ojos cuando el mas bajo lo miró con frialdad.

—Porque parecías incómodo estando cerca de él, solo quería ayudarte. — enarcó ambas cejas utilizando un tono tímido. Dejó la navaja sobre una pequeña mesa que se hallaba al lado de la silla donde estaba el castaño y se acercó al más alto pasando sus dedos con cuidado por el pecho de este. —Además con esto aprenderá a no meterse con los hombres que no son suyos. — giró su cabeza sonriéndole de nuevo al sheriff. —¿Verdad querido Ford?. — recibió un bufido por respuesta lo cual hizo que la sonrisa del de ojos azules se ensanchara.

—Para ya con esto, Pogo. — susurró su nombre no queriendo que el castaño lo escuchara, pasó las manos por los brazos del más bajo en un intento de hacerlo entrar en razón pero este se apartó al instante.

Frustrado por la actitud de Horacio, volvió su atención a Ford soltándole un golpe en el rostro consiguiendo que el labio superior se agrietara y la sangre saliera de este. Lanzó un quejido a la par de que escupía el líquido el carmesí en el suelo.

—¡Pogo!. — gritó el más alto perdiendo la paciencia. —¡Te digo ya que pares con esto!.

El rubio sin obedecerle jaló bruscamente los cabellos castaños del sheriff volviendo a asestarle otro golpe en la cara, seguido por otro y otro, divirtiéndose con el sonido de sus quejidos adoloridos y las lágrimas mezcladas con la sangre corriendo por su rostro magullado, importándole poco sus propios nudillos enrojecidos por la fuerza que ejercía en sus puños.

Gruñó con fastidio cuando la mano de Horacio lo jaló de nuevo lejos del oficial.

—¡Basta!.

Lo escuchó gritarle de nuevo. Ya harto el payaso empujó al chico hacia la pared de madera que tenía detrás, pegando su cuerpo al grande del moreno.

El de cresta cerró los ojos con dolor por la brusquedad con la que su espalda chocó contra la madera.

—¿Te molesta que le pegue al gilipollas que te quieres follar, Horacio?. — escupió con enojo colocando sus manos en la cintura del chico apretándola con sus dedos.

—¡¿De qué mierda estás hablando?!. — lo empujó levemente por los hombros con la intención de separarlo un poco de su cuerpo pero este firmemente permaneció sin moverse un centímetro. —Pogo, él no me interesa, no pienses cosas que no son. — le explicó queriendo ahora sonar más tranquilo para no alterar más el de ojos azules.

Pogo observó sus ojos de colores por unos segundos queriendo encontrar algún ápice de mentira reflejada en ellos. Tomó sus mejillas con una mano apretándolas levemente con sus dedos y dejó un pequeño beso en sus labios. Lo soltó y dio media vuelta mientras sacaba del bolsillo de su pantalón un pañuelo. Se dirigió nuevamente al castaño quien cansado de su estado lo miro en silencio con los ojos entrecerrados.

—Pero tu si te quieres follar a Horacio ¿verdad Ford?. — colocó el pañuelo en su boca atándolo detrás de su nuca. Alzó su cabeza para que lo mirara al rostro. —Lástima que vas a tener que ver como me lo follo yo, para que aprendas a no meterte con la persona equivocada. — lo escuchó chistar levemente entre el pañuelo y lo dejó de lado para volver a acercarse al de cresta blanca quien lo observaba extrañado con sus palabras.

El payaso colocó su rostro entre el hueco del hombro y cuello del más alto dejando una lamida por todo el largo de esa piel morena que le encantaba.

—¿P-pogo?. — se estremeció al sentir la húmeda lengua del rubio. Lo miró expectante y curioso.

El payaso dejó su cuello y tomándolo bruscamente por la nuca unió sus labios con los del más alto en un beso bastante demandante donde el chico correspondió algo dubitativo pero dejando que el rubio tuviese el control de este.

Mordió sus labios para que el de cresta le diera paso a su lengua la cual introdujo en su cavidad bucal acariciando y explorando cada rincón de esta. Mientras continuaba con el beso posó su mano en el pecho del menor bajándola lentamente por su vientre hasta llegar a tocar su entrepierna la cual apretó con suavidad logrando que el más alto diera un pequeño brinco en su lugar.

Horacio lo separó lentamente de él cortando el beso, cayendo en lo que estaba pasando. Se había dejado embelesar por los dulces labios del mayor que se olvidó completamente del asunto.

Llevó su mirada hacia el sheriff quien los observaba con gesto agotado y volvió su mirada al más bajo quien permaneció acariciando su entrepierna mientras dejaba un camino de besos por todo su brazo derecho.

—Pogo... esto no está bien, nada bien. — suspiró con gusto por los suaves toques del rubio y sacudió la cabeza queriendo con todas sus fuerzas no perder la cordura. —P-por favor, suelta a Ford y haré contigo lo que quieras pero hacer esto frente a él es muy... enfermizo. — colocó su mano en los cabellos dorados del chico intentando que parara sus acciones.

Pogo volvió a alzar su mirada hacia él y negó lentamente con la cabeza.

—Quiero que él vea a quien le perteneces. — el payaso coló sus tibias manos por debajo de la camisa del más alto sintiéndolo temblar ante su roce. Rozó con sus dedos el acero frío de la pistola que guardaba entre su ropa y la tomó arrojándola en el suelo lejos de ellos.

—Soy tuyo... y de Gustabo. Lo sabes, lo sabes muy bien, no es necesario hacer esto.

—Eso quiero que grites cuando te esté follando frente a él. — el rubio sonrió malicioso pasando la lengua por sus dientes caninos, este gesto hizo que el menor volviera a estremecerse por segunda vez. Malditasea, algo tan estúpido como eso lo había excitado.

Jadeo sorprendido cuando el rubio sacó las manos de su camisa y de repente le bajó el pantalón dejándolo con el bóxer aún puesto, se removió incómodo sintiéndose repentinamente expuesto.

Por su lado el payaso mordió su labio inferior observando con lujuria el bulto que se asomaba por la ropa interior del más alto. Tanto que se quejaba pero unas cuantas caricias bastaron para ponerlo así de duro.

Llevó su mano apretujando la erección del de cresta y sin perder tiempo se arrodilló frente a él bajando un poco el bóxer para liberar aquel falo que se erguía justo en su cara.

El menor no tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió los labios húmedos del payaso en su miembro dejando pequeños besos en todo el largo de su extensión palpitante. Soltó un gruñido suave mientras entrecerraba sus ojos bajando su mirada al rubio bajo él.

—Ford, te vas a deleitar bastante viendo como le como la polla a mi querido Horacio. — lamió con ímpetu el miembro del menor delineando con su lengua las venas que sobresalían de este. Llevó la punta de su lengua hasta ese glande rosado que empezaba a humedecerse por la excitación de su dueño y lo lamió saboreando el líquido preseminal.

Horacio comenzó a gemir suavemente maravillado con la ágil lengua de su compañero, aún así permanecía tenso en su punto ya que aún era consciente del escenario en el que estaban. Trató de no mirar el rostro del sheriff sabiendo ya de sobra que era imposible que el payaso detuviera aquello.

Pogo besó la punta de su miembro y bajó su boca hasta sus testículos los cuales mordió y chupo con paciencia a la par que comenzó a masturbarlo con lentitud.

—J-joder Ah... Pogo. — enredó sus dedos en los cabellos dorados del más bajo acariciándolos y jalándolos con suavidad. No entendía como aquel payaso era tan hábil para hacerlo gozar de esa manera con su boca. Quiso provocarlo imitándolo con sus celos enfermizos. —¿C-cuantas pollas te has comido ya para ser tan bueno en esto?. — una débil sonrisa se formó en sus labios cuando el rubio alzó sus orbes azules hacia él mirándolo con algo de molestia por su comentario.

—Muchas, y mejores que la tuya. — mordió un poco más fuerte uno de sus testículos logrando que el menor soltara una maldición por lo bajo. Rió satisfecho.

—¿Ah si? Pensé... que eras solo mío... al igual que yo era solo tuyo. — atacó jalando las hebras rubias del payaso con más brusquedad.

Este solo se limitó a observarlo en silencio envolviendo entre sus blanquecinos dedos el miembro del de cresta.

—Gustabo y yo somos solo tuyos, gilipollas. — comenzó a mover el falo del chico sobre sus labios color morado delineándolos con la punta de su glande. Sacó su lengua de nuevo moviéndola en círculos sobre aquella parte rosada, ganándose unos gruñidos placenteros por parte del menor. —Dinos, Horacio, recuérdale a nuestro querido invitado Ford de quien es esta deliciosa polla. — lo masturbó aumentando la velocidad en su mano escuchando los gemidos altos del dueño de aquel falo.

—T-tuya, es... toda tuya. — respondió con algo de dificultad. Los movimientos del rubio en su pene estaban enloqueciéndolo.

Satisfecho con su respuesta, Pogo abrió su boca introduciendo en ella lo que cupo del miembro duro del de cresta, comenzando un vaivén moderado moviendo su cabeza de atrás a adelante.

Horacio cerró sus ojos gimiendo con fuerza completamente complacido y deleitándose con locura con la boca húmeda del rubio que lo estaba haciendo tocar el cielo.

—Si... sigue así, no pares. — lo incitó a continuar colocando ambas manos en la cabeza del payaso empujándolo levemente hacia su pelvis, metió aún más profundo su falo en la boca de este provocándole una pequeña arcada el cual sin importarle esto continuó succionando la erección aumentando el vaivén con su boca en esta.

Pogo sentía su propio miembro estallar con el sonido de los constantes gemidos del más alto, acarició su erección por encima de la tela del pantalón. Miró de reojo al castaño quien tenía su vista clavada en algún punto de la cabaña que no fuera en ellos dos. Rió para sus adentros ya ni importándole si los miraba o no, pensó que era suficiente con que escuchara lo bien que podía complacer y hacer gozar a Horacio.

Succionó, mordió y lamió aquel falo duro en su boca saboreándolo como si fuera el manjar más delicioso del mundo, sintiendo la saliva escurrir por la comisura de sus labios. Masajeo con más fuerza su propia entrepierna al escuchar como el de cresta gemía más alto susurrando de vez en cuando su nombre.

Sintió al menor mover sus caderas desesperadamente buscando más contacto con su boca. Clara señal de que ya estaba a punto de terminar.

—¡P-pogo me corro me corro!. — gritó enterrando sus dedos en el cabello del payaso liberando su semilla en el interior de su boca.

El rubio sacó el miembro de su cavidad húmeda tragando la totalidad del exquisito semen del de ojos bicolor. Comenzó a lamer de nuevo el falo limpiando con su lengua los restos del líquido blanquecino que aún quedaban en el.

Horacio gimió ronco maldiciendo de gusto. Después del orgasmo sentía su extensión sensible y sentir la lengua del rubio de nuevo en esta era maravilloso, simplemente quería morirse de placer.

Satisfecho con el payaso, lo hizo levantar del suelo y lo acercó a su cuerpo tomándolo de la cintura, devoró sus labios percibiendo el sabor de la saliva de este mezclada con el de su propio néctar, una combinación que se le hizo bastante excitante.

Enredó su lengua con la de Pogo mientras bajaba sus manos hasta su trasero, lo apretó y pegando sus caderas contra las suyas sintió en su pelvis la polla del payaso la cual se encontraba durísima. Con solo ese roce hizo que su propia polla despertara de nuevo poniéndose erecta. Acercó una de sus manos colándola entre ellos para poder acariciar con sus dedos la erección aún cubierta de Pogo, buscando de alguna manera aliviar su dolorosa excitación.

El rubio se separó de él desuniendo sus labios levemente hinchados y se abalanzó hacia él logrando que ambos perdieran el equilibrio cayendo al piso de madera. Sonrió burlón cuando el de cresta soltó un quejido pero no lo soltó. En cambio se aferró a su pequeño cuerpo queriendo amortiguar con el suyo la caída para que el payaso no se lastimara. Admitía que aquel gesto del más alto se le hizo algo tierno.

Sintió un escalofrío al percatarse de la intensa mirada de esos ojos de colores clavados sobre él. Era consciente del deseo que el menor sentía por él y por Gustabo. Y el payaso solo quería complacerlos a ambos.

Sabía lo celoso que podía ser a veces Gustabo con Horacio pues logró en muchas ocasiones alejar a las personas del último mencionado para tenerlo solo para él. Y ni siquiera necesitó de su ayuda para triunfar en su cometido.

Con el tiempo y al estar literalmente unido al mayor, desarrolló los mismos sentimientos que tenía él hacia su mejor amigo de toda la vida. Y sentir celos hacia cualquiera que pudiera amenazar con quitarle a su Horacio no era la excepción.

Se bajó de su regazo y terminó por desnudar al de cabellos blancos, después de eso se quitó su propia camisa y bajó la cremallera de su pantalón liberando su dolorosa erección que pedía a gritos atención.

Aún así esperó un poco más y sin avisarle sujetó las piernas del menor alzándolas alto haciendo que este jadeara sorprendido por la repentina acción. Sostuvo sus piernas en el aire dejando expuesta la entrada del chico, se relamió los labios y se inclinó hacia ella dejando varias lamidas en el círculo rosado sintiendo como su dueño temblaba y jadeaba de placer.

Horacio pensó que su alma abandonaba su cuerpo cuando sintió la húmeda lengua del payaso en su entrada simulando penetraciones con ella. Se retorció en el piso de madera gimiendo sonoramente.

—¡Pogo, Pogo, joder, te necesito!. — gritó desesperado. La polla del rubio era lo único que le urgía ahora para poder terminar de morir de placer si es que eso era posible.

—¿Qué necesitas?. — lo provocó sin detenerse en su tarea. Deseaba que rogara por él, quería que suplicara por tenerlo dentro de su cuerpo.

—A ti... te necesito a ti... Pogo, dámela por favor.

—Te estás perdiendo todo un espectáculo Ford, vaya que si eres amargado. — rió con sorna incorporándose de nuevo observando al sheriff que aún se negaba a mirarlos.

Bajó de nuevo las piernas del menor al piso separándolas y flexionándolas para acomodarse entre ellas.

El payaso tomó su erección y la guio hacia la entrada del chico bajo él, pasando la punta de esta de arriba abajo con lentitud quiso jugar con él comenzando a impacientarlo. Sonrió satisfecho cuando lo escuchó gruñir con molestia.

Dejando de lado el jugueteo, sin aviso entró en él de una sola estocada arrancándole un grito de dolor y placer al más alto.

—¡Joder!. — sus ojos se cristalizaron por la brusquedad con la que lo penetró el payaso pero poco a poco el dolor fue disminuyendo siendo reemplazado por el placer cuando este comenzó a moverse lentamente en su entrada.

Ambos comenzaron a gemir gustosos ante su exquisita unión. Pogo aumentaba poco a poco el vaivén de sus caderas mientras que aferraba sus dedos en la piel morena de los muslos de Horacio.

—¡Más rápido, dame más!. — gritó demandante el de cresta y aunque al rubio no le gustaba recibir órdenes decidió complacerlo por esta vez.

Lo sujetó por los tobillos y subiendo de nuevo sus piernas las colocó sobre sus hombros. Gruñó ahora sintiéndolo más apretado y aumentó sus penetraciones mientras acariciaba todo el largo de sus piernas.

Por su lado el de cresta se encogía en su lugar gimiendo el nombre del payaso, el placer nublaba su juicio enredó sus piernas en el cuello del rubio queriéndolo sentir más cerca.

Pogo bajó sus manos de las piernas del menor y comenzó a pasar sus uñas por todo su vientre subiendo hasta su pecho y cuello dejando marcas rojizas por todo el camino. Rodeó el cuello de este con ambas manos sin ejercer demasiada presión, continuó penetrándolo apoyándose en esta parte del de cresta, lo soltó al poco rato al escucharlo toser pues ya estaba comenzando a ahorcarlo.

Se inclinó hacia adelante alcanzando el rostro sudoroso y sonrojado del de cresta, mordió sus gruesos labios y bajó su boca dejando mordidas por todo su cuello y clavícula dejando marcas. Con esto queriendo dejar grabada en su piel tersa el hecho de que le pertenecía.

Se acomodó de nuevo entre sus piernas hundiendo sus dedos en las caderas del moreno aumentó sus estocadas haciéndolas ahora más profundas.

Los gemidos roncos de Horacio se convirtieron en gritos cuando sintió el miembro de Pogo golpear ahora su próstata. Se estaba derritiendo de placer, se retorcía bajo el cuerpo del payaso clavando sus uñas en el piso de madera. Le importaba ahora una mierda que el sheriff aún permaneciera allí, se había olvidado por completo de ese pequeño detalle concentrándose en el placer que le estaba entregando aquel rubio enviándolo cada vez más al paraíso.

Bajó sus piernas del cuello del rubio aferrándolas firmemente en su cintura, y jaló al payaso por su nuca pegándolo de nuevo a su cuerpo, una media sonrisa se formó en sus labios cuando lo escuchó jadeando contra su cuello.

Lo vio disminuir los movimientos en su cadera para de golpe volver a aumentarlos, lanzó un grito ronco al sentirlo de nuevo golpear su próstata, pasó las manos por la espalda del rubio comenzando a arañarla con sus uñas cuando el orgasmo amenazó con arribarle.

Pogo gimió alto al sentir como las paredes del menor comenzaron a estrecharse deliciosamente en su falo. Mordió de nuevo con más fuerza el cuello del menor logrando que está vez saliera sangre de su piel. Lo escuchó jadear del dolor que esto le provocó, quiso desviar la atención de esto Volviendo a dar estocadas en su punto dulce.

—Dime... Horacio ¿de quién eres?. — susurró en su oído con la voz entrecortada esperando que el orgasmo alcanzara al de cresta.

—¡Tuyo, soy tuyo!. — clavó las uñas en la espalda de porcelana del payaso, se arqueó hacia él y dando un último grito ronco se corrió en su vientre y en el del rubio.

Pogo por su lado sin disminuir en ningún momento sus penetraciones gimió contra su oreja y se derramó dentro de él dejando su líquido caliente escurrir por su entrada.

Se dieron un momento para volver a recuperar el aliento y aún agotados y sudorosos se levantaron como pudieron del piso.

El payaso fue el primero en vestirse, buscó con la mirada la pistola que traía Horacio y la tomó en su mano, se dirigió hacia Ford y con el mango del arma golpeó su cabeza en la cien dejándolo al instante inconsciente.

—Pogo... — vistiéndose apenas, miró preocupado la acción del payaso.

—Solo lo dejé inconsciente... creo, en fin quería que recordara esto, pero te escuchó decir mi nombre y no voy a arriesgar a Gustabo. — explicó poniendo un dedo en su barbilla pensativo. —Creo que mejor lo mato.

—No, no creo que se acuerde de nada, estaba muy aturdido y con el golpe que le diste es suficiente. — le quitó con suavidad la pistola de la mano y se la guardó de nuevo entre su ropa.

A regañadientes el payaso aceptó y ambos se retiraron del lugar llevándose al oficial que aún inconsciente lo dejaron tirado cerca a una carretera. Pogo ya vería como encargarse de él si resultara alguna consecuencia.

—No quiero volver a verte cerca de ese gilipollas. — le sentenció observándolo con frialdad. —Además es un inútil, fue muy fácil engancharlo.

—Esta bien. — obedeció encogiéndose de hombros. No tenía problema alguno con eso la verdad.

El payaso chistó con desgano, se estaba ablandando por culpa del idiota de Horacio. Realmente para él no tenía problema deshacerse del estúpido sheriff pero algo le decía que debía obedecer al de cresta.

El de ojos bicolor suspiró tranquilo al convencer al payaso de no asesinar a Ford, pensaba que llevarlo tan lejos era demasiado. Se sentía aún culpable por lo que había pasado con él y lo que tuvo que presenciar pero muy en el fondo se había divertido al haber follado con el rubio con el barbado presente.

Tal vez se estaba convirtiendo en un hijo de puta. Pero le hervía la sangre y se hinchaba su ego al sentirse tan importante y necesitado para Gustabo y Pogo. Le gustaba el hecho de que ellos lo vieran como su pertenencia, que fueran los únicos dueños de su cuerpo y todo su ser.

Miró a su costado al payaso quien se encontraba conduciendo en silencio y una risita se escapó de sus labios.

El sexo con Gustabo y Pogo era una experiencia completamente diferente y adictiva. Le sorprendía el hecho de que a pesar de ser el mismo cuerpo fueran tan distintos.

Ya había sostenido relaciones carnales con ambos. Con Gustabo fue al poco tiempo de haberse encontrado de nuevo con él y con Pogo esa noche había sido la primera vez después de tantos años.

Mientras que Pogo era más agresivo y demandante en el sexo, por el contrario Gustabo era más tranquilo e incluso algo dulce.

Estaba encantado con poseer a ambos, los dos lo volvían loco a su manera. Era feliz sabiendo que solo le pertenecía a ellos y por su puesto, estaba más que satisfecho con el hecho de que los tenía a ambos para él solo.

Historias Gustacio/PogacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora