—Muy bien ¿Eso es todo?. — preguntó impaciente mientras observaba la hora en el reloj de su muñeca.
—Se podría decir que si.
—Vamos, Horacio. — llamó y se giró sobre sus talones con la intención de dirigirse a la puerta.
Las reuniones con los jefes de las facciones de la policía se le hacían bastante tediosas. Mayoritariamente harto de que aquellos sujetos se creyeran con el derecho de darles ordenes o tener el descaro de opinar sobre como tenían que hacer su trabajo, cuando la realidad era de que su cargo estaba muy por encima de ellos.
Había llegado a un punto en donde prefería evitarlos para no crear conflictos con ellos y no evidenciar su descontento y su poca o nula afinidad para trabajar en conjunto. Pero aquel día fue algo imprevisible a la par que necesario. Pues un caso del que ambos federales activos estaban involucrados inevitablemente se cruzó con otro del cual la LSPD estaba llevando.
Ya estaba replanteándose la idea de tomarse de nuevo unas vacaciones junto con Horacio.
Caminó unos cuantos pasos y se detuvo de nuevo irritable cuando escuchó al de cabellos plateados carraspear.
—Por cierto, antes de que se retiren. — se dirigió al más alto de cabello azul. —Le pido encarecidamente a Horacio que no sea tan evidente en cuanto sacarles a esos tipos información.
Ahí estaba de nuevo, cuestionando las acciones de su compañero, aún así enarcó una ceja entendiendo a lo que se refería y sonrió burlón.
—No se preocupe, Kovacs. Horacio a veces es un poco lento pero yo estaré más al pendiente de las cosas que dice. — concluyó y se despidió saliendo finalmente de la oficina del comisario.
Horacio lo siguió detrás.
—¿Me acabas de llamar estúpido, Gustabo?. — se detuvo a mitad del pasillo y el rubio imitó su acción al escucharlo.
—No es así Horacio. Me refería a que eres un poco imprudente a veces. — se encogió de hombros y siguió su camino. Escuchó al menor decir algo entre dientes pero no le dio importancia.
Fue el primero en llegar al pie del ascensor del edificio de la LSPD, apretó el botón esperando a que las puertas le dieran paso. Miró de reojo a su amigo quien fruncía el ceño con molestia.
—Vamos, no te enojes, anda. — trató de persuadirlo con un tono amable y lo codeó juguetonamente pero este no se inmutó. —Joder...
Las puertas de acero se abrieron y ambos entraron a la cabina, Gustabo estiró su dedo índice para pulsar el botón del primer piso y apoyó su espalda en la pared, Horacio se quedó en la esquina contraria.
—De verdad que pareces un niño. — regañó al menor cruzando sus piernas.
—Discúlpate entonces.
—Está bien, perdón ¿contento? Niñato. — rodó los ojos ante su actitud infantil. Realmente su intención no era en ningún momento ofenderlo, sino hacerlo caer en cuenta de sus errores para que en un futuro no resultara perjudicado pero su amigo podía llegar a ser bastante terco.
—Mira Gust-... — iba a replicar de nuevo pero fue interrumpido por un repentino crujido proviniendo de la cabina. El ascensor dio un rebote y de repente pareció detenerse. Ambos chicos se miraron extrañados.
—¿Qué cojones?. — el rubio se aproximó al panel de botones y comenzó a pulsarlos todos notando que no funcionaban. —No me jodas que nos quedamos atascados. — alzó su mirada a la pantalla que marcaba el piso número dos. Chasqueó la lengua confirmando que en efecto el aparato no se movía.
Frustrado caminó hasta la puerta dándole una patada.
—Esto es una mierda, lo que faltaba y el calor que hace aquí es horrible. — se quejó resoplando mientras pasaba una mano por su cabello con desespero. Volteó a ver a su compañero quien había permanecido en silencio todo el tiempo.
Se encontró con el más alto de pie encogido en su lugar, con la mirada perdida en algún punto del suelo y su cuerpo temblando levemente.
—¿Horacio?. — frunció el ceño preocupado llamándole.
El menor alzó sus orbes hacia él, se dio cuenta del miedo que reflejaba en ellos.
—G-gustabo no me gusta esto. — pronunció apenas en un susurro.
El rubio se acercó colocando una mano en su hombro.
—No te asustes, seguro fue una falla y pronto saldremos.
— trató de tranquilizarlo. No recordaba que Horacio sufriera de claustrofobia.
—Aún así... — giró su cabeza hacia todos lados pasando saliva con dificultad.
—Hombre, que estoy aquí contigo. No pasa nada. — acarició su hombro en señal de apoyo. El menor pareció relajarse un poco destensándose e inhalando y exhalando despacio en repetidas veces.
Gustabo pudo notar que estaba sudando bastante, el calor que hacía ese día era infernal y al estar en un espacio tan cerrado empeoraba aún más la situación. En un intento de ayudarle a que se despejara comenzó a retirarle la chaqueta azul de trabajo con cuidado. Horacio se estremeció ante la acción de su amigo.
Enfocó su mirada en los fornidos y gruesos brazos de su compañero, reparó en ello fácilmente gracias a que llevaba puesta una camisa de manga corta.
—Joder, Horacio estas mamadísimo . — comentó sonriéndole buscando distraerlo, le quitó la chaqueta colocándosela en su propio hombro. Escuchó una pequeña risilla de su parte.
—Claro que lo estoy. — presumió sobando uno de sus bíceps con su mano contraria. El rubio rió divertido.
—Tampoco te creas tanto, yo también lo estoy.
—Más que yo, no. — le atacó sonriendo con suficiencia e inflando levemente sus mejillas.
—¿Cómo? Mírate esto. — levantó su camisa de color rosa mostrando su vientre plano y sus abdominales marcados pero no demasiado.
Horacio lo observó con detenimiento. Claramente en su memoria ya se encontraba grabado a la perfección cada centímetro del hermoso cuerpo del rubio. Lo devoró con la mirada unos cuántos segundos por un momento olvidándose de su reciente estrés.
Negándose a quedarse atrás, se quitó la camisa dejando su torso desnudo, Gustabo lo miró con asombro.
—Pero este cuerpo no lo tienes tu.
—Tienes razón, es que estás muy bueno. — afirmó suspirando tranquilo al ver al menor considerablemente más relajado. Tendrían que esperar a que arreglaran la falla del ascensor y seguramente tardarían un buen rato.
Escuchó voces cercanas a la puerta y se pegó a ellas para poder llamar la atención.
—¡¿Hola?!.
—¿Señor Gustabo?. — preguntó desde afuera uno de los agentes de la LSPD reconociendo su voz.
—Si, soy yo, Horacio y yo nos quedamos encerrados.
—Nos dimos cuenta, fue una falla pero no se preocupen hemos pedido ayuda para que los saquen de ahí. Tengan un poco de paciencia por favor. — explicó volviendo a alejarse. Ambos federales suspiraron resignados.
—Ponte de nuevo la camisa, cerdo— volteó de nuevo a ver a su amigo quien había permanecido aún sin colocarse la prenda.
—No quiero, está haciendo demasiado calor.
—¿Y si se abre la puerta y te ven así? Van a pensar que estábamos haciendo algo. — volvió a recostar su espalda en el muro contrario en donde se encontraba su amigo.
—¿Qué estábamos haciendo qué cosa?. — entornó los ojos fingiendo inocencia.
—Guarradas, que seguro hasta ya habrás hecho. — sin querer su voz sonó algo enojada.
—Yo nunca he tenido sexo en un ascensor. Pero... ¿Estás celoso?. — cuestionó divertido al escuchar su tono de voz molesto, acortó su distancia con el rubio quedándose ahora de pie frente a él.
—Obviamente no.
—Yo creo que si. ¿Quieres intentarlo?. — rió coqueto apegándose aún más al mayor.
Gustabo enarcó ambas cejas percatándose de su peligrosa cercanía.
—¿Me estas provocando? Ahora se te fue el miedo de repente, vaya — señaló cruzándose de brazos.
—Bueno... admito que el que estemos aquí tu y yo solos atrapados... me gusta y me dan ganas de experimentar. — confesó mordiendo su labio inferior con nerviosismo. No sabía si repentinamente había tenido un arranque hormonal pero al pensarlo con detenimiento, la situación llegaba a ser bastante excitante y estimulante.
—Quédate con las ganas. — sentenció
—Es para relajarme un poco, tengo mucho miedo. — frunció los labios en un gesto divertido e inocente.
—Miedo los cojones. Vístete.
—¿Qué pasa? ¿Te pongo nervioso?. — abrazó al rubio por la cintura.
—Que pesado eres. — desvió su mirada quedándose inmóvil entre sus brazos.
Horacio torció una sonrisa. A veces no era tan sencillo convencer a su amigo para que accediera a sus peticiones bastante indecorosas.
—Es que... me gustas tanto. — admitió con timidez. Sus palabras tenían aún más peso del que su compañero pensaba.
No solo veía a Gustabo como alguien con quien desahogada su apetito sexual. Sus primeras experiencias las había tenido con él y realmente disfrutaba todas y cada una de ellas con su compañero de vida. Siempre haciéndolo sentir completo. Era algo que ninguna otra persona en la tierra podía lograr.
Gustabo suspiró y atrajo al más alto rodeando su cuello con ambos brazos.
—¿Tengo que volver a bajarte la calentura?. — susurró contra sus labios en un tono seductor provocando que el menor temblara ligeramente. Lo había conseguido.
—Tu tienes la culpa de que yo me ponga así. — se inclinó hasta la altura del cuello del mayor comenzando a dejar pequeños besos sobre su cremosa piel. Podía sentir un ligero sabor salado del sudor que perlaba su cuerpo gracias al calor que hacía en el lugar. Algo tan simple como esto provocó que su miembro diera un tirón dentro de sus pantalones
—¿Mi culpa? Yo no he hecho nada. — descendió sus manos acariciando su espalda ancha, trazando juguetonamente con sus dedos la espina de arriba abajo.
—Eres demasiado irresistible. — lamio la piel de su cuello hasta llegar a su oreja comenzando a mordisquear el lóbulo con suavidad. Llevó sus manos hasta su camisa empezando a desabotonarla.
—Lo sé... soy un bombón. — jadeó quedamente y deslizó una de sus manos palpando con sus dedos sus bien formados pectorales bajándola poco a poco hasta alcanzar su entrepierna, dándose cuenta inmediatamente de que su amigo ya estaba bastante emocionado.
Desabrochó con agilidad el pantalón y sin pedir permiso adentró su mano dentro de este capturando el falo erecto del menor, masajeándolo y acariciando por encima de la tela del bóxer. Lo vio mover sus caderas por la repentina intromisión.
—Gustabo... — susurró encantado contra su oreja.
El rubio sonrió al tenerlo ya bajo su mando. Metió sus dedos en la ropa interior tomando su miembro firmemente, comenzó un vaivén lento arrancándole leves suspiros de satisfacción.
El mas alto quiso repetir sus acciones bajando la cremallera del pantalón contrario, acarició los escasos vellos dorados de su pubis con las yemas de sus dedos, luego introdujo su mano en el bóxer del mayor apoderándose de su miembro.
Comenzaron a masturbarse mutuamente al mismo ritmo y unieron sus sudorosas frentes gimiendo contra sus rostros .
Sus respiraciones calientes chocaban en las rojizas mejillas del otro, mientras sus miradas llenas de deseo y lujuria se conectaban.
Se retorcían y estremecían ante la exquisita sensación de sus manos tocando sus pollas. Horacio colocó su mano libre detrás de la pared al lado del rubio buscando apoyo y equilibrio.
El movimiento de sus manos aumentaron en una velocidad desenfrenada. Unieron sus labios con fiereza enredando sus lenguas con brusquedad buscando amortiguar un poco el sonido de los jadeos y gemidos que empezaban a hacerse más audibles.
Juntaron sus pelvis y se bajaron los pantalones lo suficiente para que sus erecciones quedaran libres. Aún con sus manos envolviéndose en ellas hicieron fricción entre ambos glandes, mezclando los fluidos de su preseminal en sus miembros.
Una corriente eléctrica recorrió sus cuerpos de pies a cabeza deliciosamente al sentir la calidez y humedad de la polla del otro en la suya. Rompieron el beso gruñendo al mismo tiempo excitados.
Horacio retiró la mano del rubio y comenzó con desespero a arremeter contra sus caderas frotando su falo con el de este sin parar. Gustabo aferró sus manos en el cabello del menor dejándose invadir y guiar por sus movimientos frenéticos.
Podían sentir a la perfección la rigidez y excitación del otro, el líquido transparente empapaba sin cesar las erecciones. Sus cuerpos no paraban de vibrar de placer.
—H-horacio, joder, mierda. — maldecía entre dientes jalando sus cabellos azules sin piedad.
Jadeante el menor no se detuvo ni un segundo hasta que sintió los espasmos del orgasmo golpearle, sabía que
Gustabo también estaba en su límite. Volvió a devorar sus labios y se contorsionaron al llegar a su clímax. Liberaron su semen cubriendo del espeso líquido ambas erecciones.
Se separaron de inmediato jadeando en busca de oxígeno.
—Maravilloso. — habló el de cresta acariciando con sus nudillos la sonrosada mejilla del mayor. —Pero quiero más. — abrió la camisa previamente desabotonada del rubio y posó sus hinchados y rojizos labios sobre su clavícula. Fue bajando lentamente dejando un camino de besos hasta llegar a uno de sus rosados pezones.
—Horacio, no más... ah — gimió sintiendo como la boca traviesa de su compañero succionaba su botón, estirándolo con suavidad un par de veces con los dientes.
—G-gustabo, te necesito. — murmuró con deseo moviendo su lengua en círculos alrededor del pezón a la par que terminaba de bajarse los pantalones. Estiró una de sus manos por debajo de sus piernas comenzando a acariciar su entrada. —Te necesito aquí adentro.
—No creo que sea buena idea que sigamos. Esto podría abrirse en cualquier momento. — trató de que su racionalidad aún le acompañara haciendo un esfuerzo sobrehumano para no caer en la tentación de empotrar a Horacio contra la pared de acero del elevador.
Horacio no se rindió, despojándose por completo de sus prendas se sentó en el piso de la cabina separando sus piernas dándole al rubio una perfecta vista de su entrada.
Metió uno de sus dedos a la boca, más específicamente su falange de en medio cubriéndola totalmente de saliva y acto seguido la dirigió a su círculo rosado para introducirla despacio. Mordió sus labios lanzándole una mirada provocativa al mayor quien lo observó sin perder de vista todos sus movimientos con los labios entreabiertos no creyendo la escena que estaba presenciando.
—Horacio, por Dios. — trató de apartar sus ojos azules de él pero era sencillamente imposible.
—A-anda Gustabo, todavía tenemos tiempo. — queriendo persuadirlo movió su dedo de atrás a adelante repetidas veces y con su otra mano acariciaba con lentitud tortuosa uno de sus morenos y firmes muslos.
Era un punto de no retorno y no tuvo más remedio que acceder a su ardiente petición.
—Tu que sabrás. — reprochó bajándose el pantalón y colocándose de rodillas con cuidado entre las piernas del mas alto. Acarició ambos muslos de este separando aún más sus extremidades acomodándose en ellas. Le dio un manotazo para que el menor retirara su mano y le diera vía libre a su entrada.
Gustoso y sonriendo victorioso, Horacio sacó su dedo y enfocó sus ojos bicolores en la polla dura y erguida del rubio esperando con extremo deseo recibirla en su caliente cuerpo.
Arqueó la espalda entrecerrando sus parpados cuando el glande ingresó con facilidad en su aro rosado.
El propio semen de ambos derramándose en el falo del mayor sirvió perfectamente como lubricante.
Gustabo empujó poco a poco su longitud hasta estar completamente en el interior del menor dejándose abrazar con deleite por sus cálidas y estrechas paredes.
Alzó su mirada hacia él rostro de Horacio verificando que todo estuviera en orden. Al recibir un asentimiento por su parte comenzó a mover sus caderas de atrás adelante pausadamente, colocando sus manos en las rodillas de este para estabilizarse.
El de ojos bicolores bajó su mirada admirando maravillado como su cuerpo se unía una y otra vez con el de su compañero de vida.
—Mhng... ah... más, dame más. — pidió relamiendo sus labios y apoyando sus manos en el piso de la cabina.
El rubio cumplió gustoso su demanda aumentando poco a poco sus embestidas hasta llegar a un ritmo ideal para ambos. Gemidos de entero placer comenzaron a resonar en el reducido lugar creando un eco casi ensordecedor.
—Si, así... no pares. — cerró sus ojos con fuerza sintiendo como olas las sacudidas de placer con cada embestida.
Gustabo enterró sus uñas en las rodillas del menor empezando a entrar y salir de él con fuerza. Estiró su cuello y resopló sintiéndose sofocado, el sudor comenzó a bañar su cuerpo al igual que el de Horacio.
El ambiente se hacía cada vez más caluroso al punto de ser insoportable, tuvo que arrancarse la camisa que aún llevaba puesta arrojándola al suelo.
Recorrió de arriba a abajo con sus manos los costados del chico y alzó una de las piernas colocándola sobre su antebrazo marcando el compás de los movimientos de sus caderas.
Horacio no paraba de gemir bajo su cuerpo haciéndolo cada vez más alto y recordó súbitamente aquel lugar en el que actualmente se encontraban.
—H-horacio calla, que nos pueden escuchar. — replicó en palabras entrecortadas gracias a su respiración acelerada.
—¿Tu crees... que a estas alturas me i-importa eso?. — contestó como pudo encogiendo sus hombros y estirando sus piernas para rodear la cintura del rubio apresándolo con ellas. —¡Gustabo!. — gritó descaradamente claramente con la finalidad de ser escuchado.
—¡Horacio!. — regañó alarmado y con los colores subiendo por su rostro, continuó embistiéndolo.
—Eso es... me encanta que grites mi nombre. — sonrió de medio lado, ladeando su cabeza, volvió a cerrar sus ojos disfrutando enteramente ser poseído exquisitamente por Gustabo.
—¡Joder!. — gruñó un tanto molesto por la actitud tan desvergonzada y despreocupada de su compañero. Un escalofrío recorrió su espalda al escuchar de vuelta voces cerca de la puerta del elevador.
Miró horrorizado al menor y cegado por la adrenalina del momento comenzó a penetrarlo como un poseso con la intención de terminar lo que empezaron lo más rápido posible.
Horacio gritó sorprendido y extasiado arqueándose de increíble gozo y elevando su pecho hacia el mayor comenzando a balbucear incoherencias cerca de su oído.
Volvió a gritarle que guardara silencio pero simplemente parecía no escucharlo, como si estuviera en otro planeta.
La próstata del de cresta comenzó a ser golpeada con violencia por Gustabo. Apretó sus piernas alrededor de sus caderas consiguiendo que su miembro se deslizara con más profundidad.
—Mierda... — susurró el rubio aturdido hundiéndose en el mar de inmenso placer que le provocaba su polla siendo succionada y aprisionada por la cavidad del menor.
—¡Gustabo, joder!. — se ciñó al cuello del rubio con ambos brazos asegurándose en él para no caer de bruces de espalda al suelo. —¡Me corro!. —ahogó un gemido ronco en su pálido hombro y llegó a su segundo orgasmo descargando todo su esperma manchando con el, el vientre de ambos.
El rubio soltó un gruñido gutural corriéndose en el interior de su compañero.
Se abrazaron un par de minutos sintiendo como las gotas saladas de su sudor y lágrimas se combinaban recorriendo sus rostros enrojecidos.
—Que cabrón eres... ¿Tenías que ser tan escandaloso?. — refunfuñó golpeando con su puño el hombro del mas alto. Este solo se limitó a soltar una carcajada.
—No te preocupes tanto... Gustabo.
El rubio se levantó con dificultad comenzando a vestirse de vuelta y a los pocos minutos después de recuperarse, Horacio lo imitó.
De repente el aparato crujió de nuevo y comenzó a descender. Ambos sintieron un vacío en el estómago, el menor desesperado luchó para subirse la cremallera del pantalón antes de que las puertas se abrieran pero era demasiado tarde.
De pronto se encontraron con la mirada de varios oficiales que por lo que se veía estaban esperándolos en el primer piso.
Palidecieron al verse el uno al otro evidentemente desaliñados, su cabello era un completo desastre y se encontraban aún empapados de sudor.
La escena era sencillamente espectacular y memorable.
—¿Te sigue pareciendo gracioso, Horacio?. — le susurró cerca, el mencionado hizo una mueca de incomodidad.
Gustabo tensó la mandíbula al verlos murmurar y reírse entre ellos. Sostuvo la mano de su compañero y salieron a paso apresurado del lugar ignorando las miradas curiosas de los presentes.
Querían desaparecer a toda costa.
Del planeta si fuese necesario.
En silencio y abochornados por la vergüenza que sentían se retiraron del edificio.
Días más adelante, se corrió rápidamente el rumor entre todos los policías de la ciudad sobre: los federales follando en la comisaría del sur, y por si eso no fuera suficiente, lamentablemente esto no era lo peor.
Se habían olvidado del pequeñísimo pero importante detalle de que en el ascensor había una cámara y su candente acto había sido grabado para al disfrute de los degenerados.
Salir de la ciudad y tomarse unas pequeñas vacaciones no sería tan mala idea después de todo.
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Historias Gustacio/Pogacio
Fanfictionhistorias de: @lovsscherry / 𔘓lαlα @Emil_neul / Emil Neul Derechos a su respectivos creadores