🔞 Celos 🔞:Gustacio

417 17 0
                                    

"Si lo que quieres es sentirte amado, te haré creer en verdad que te amo"  


–¿Me das un beso?

–¿Como? –pregunté al no entender los balbuceos de Horacio, sólo recibí una risa nerviosa por su parte.

–Ha dicho que sí le das un beso –interfirio el mecánico.

–¿Quieres un beso? –me dirigí hacia Horacio.

Su rostro se torno rojo y tartamudeo algo que no pude comprender mientras jugaba con sus dedos.

Mi cabeza estaba hecha un lío, no podía concentrarme debido a los gritos de un cliente insatisfecho a mi lado y el olor a aceite y sudor que inundaba el lugar.

No comprendía el por qué Horacio me había pedido un beso ¿de que me perdí?

Bastante nervioso, Horacio se dio la vuelta y continuó charlando con el chico con el que estaba platicando antes de pedirme el beso.

Últimamente notaba a Horacio más coqueto y atrevido con la gente. No había buscado afecto en nadie desde que Volkov lo rechazo. Ahora lo estaba haciendo de nuevo.

Un sentimiento de preocupación y pánico reino en mi. No otra vez, no quería volver a pasar por eso otra vez.

Esos días habían sido horribles para mí, me había sentido desplazado y remplazado por el comisario.

Temí perder a Horacio. Temía que me dejara, me iba a quedar solo si el decidía encontrar pareja.

Para bien o para mal las personas desaparecían de mi vida, excepto Horacio. Me alegraba saber que al menos él se quedaria a mi lado. O eso pensaba.

Cuando conocio a Volkov, no pude evitar observar como Horacio empezaba a dejarme de lado. Empezó a pasar mucho tiempo con el comisario y me excluía.

Todo el día hablaba de él y de su cabeza pequeña que lo tenía fascinado. Por su bien y por el de nuestra amistad, lo escuchaba atentamente mientras, con enojo y tristeza, veía como se alejaba de mi cada vez más.

No podía decir nada, sería absurdo de mi parte decirle que no viera al comisario o incluso que dejara de hablarle. Fue un alivio para mí como dejó de insistir después de ser rechazado.

No podía permitirme volver a ello. No iba a cometer los mismos errores.

Me tenía a mi, ¿por que necesitaría cariño de alguien más? Tal vez ese era el problema: no le daba el amor y cariño que el necesitaba.

Ignore las preguntas que me hacía el mecánico y me acerque a Horacio, lo tomé del hombro para girarlo y, sujetando el cuello de su camisa, lo acerque a mi para unir nuestros labios.

Fue un beso simple y sencillo, cuando lo deje ir vi su cara avergonzada, tenía las orejas rojas y la boca entre abierta tratando de decir algo, pero las palabras parecían no salír de su boca.

–Ahí está tu beso –indique relamiendome los labios–. ¿Podemos concentrarnos en el coche?

Me gire hacia el mecánico, el cual estaba pasmado en el asiento del vehículo, continuó haciendo su trabajo en cuanto hicimos contacto visual.

Vi de reojo a Horacio, el cual seguía sorprendido, tocando sus labios con la punta de sus dedos.

En verdad temía el día en que Horacio se diera cuenta de lo que soy en realidad. Temía el día en que descubriera que era un manipulador que lo quería controlar todo, en ese momento definitivamente Horacio se iría de mi lado. No quería que la única persona que había permanecido a mi lado hasta entonces se fuera.

Soy conciente de que puedo parecer frío y distante y me arrepiento de ello cada día.
Deseo que el mundo comprenda que no puedo sentir como un ser humano normal, que las emociones eran algo complicado para mí, algo que nunca supe definir ni entender.

Por saber cómo soy, es que no iba a permitir que otro de sus ligues volviera a interferir en nuestra relación. Si él quería amor, yo se lo iba a dar.

El mecánico terminó, me gire a buscar a Horacio y lo encontré vagando por el lugar con la mirada perdida.

–¡Horacio! –le grite para llamar su atención.

Salió de su trance y se subió al vehículo, después de pagar, ambos salimos del taller y empecé a conducir. Teníamos el día libre y aún no habíamos decidido lo que haríamos, así que me dirigí a la casa de Horacio en caso de que quisiera cambiarse de ropa por tercera vez ese día.

Ninguno dijo nada, Horacio ni siquiera había prendido la radio. Tenía la mirada perdida en la ventana, notaba como su cara estaba roja. ¿Estaba enfermo?

–¿Horacio? ¿Por qué no hablas? ¿Te sientes mal? Tu cara esta roja –indique mirándolo unos segundos.

Él se sobresalto y tocó su cara con ambas manos, luego bajó la cabeza visiblemente avergonzado.

–Yo... –murmuro–. ¿Por qué me besaste?

Así qué era eso, no estaba enfermo, estaba apenado.

Suspiré mientras pasaba una mano por mi cabello. Antes de responder baje la ventana del auto y le grite a un imbecil que se había atravesado en el camino.

–Tu fuiste quien me lo pidió –indique aclarando mi garganta.

–Si, pero... No pensé que lo ibas a hacer.

–¿Entonces por que me lo pediste? –reclame molesto.

–¡No pensé que lo fueras a hacer! –repitió está vez más alto.

–¿Es eso, estas enojado? ¿Tan malas son mis habilidades de besar? –solté un gruñido un tanto molesto.

–¡No! No. Me gustó, ¡es decir! No... Espera... No quise decir que me gustó, ¡no me malentiendas! Si me gustó pero, ¡no, espera! ¡Gustabo!

Se estaba haciendo un lío con sus propias palabras. Su cara estaba completamente roja, incluidas las orejas, balbuceaba y tartamudeaba.

No pude evitar reírme mientras él me miraba molesto.

–Tu me pediste un beso, te lo di; te gustó. ¿Que tiene de malo? No pienses tanto en ello, mimosin.

«Puedo hacer lo mismo que tus ligues, puedo hacerlo mucho mejor. No necesitas a nadie más» pensé mirándolo de reojo.

–¿Entonces si te pido un beso... Me lo darás siempre que quiera?

–No veo por qué no –explique pasando mi lengua por mi labio superior.

Finalmente llegamos a su casa y estacione el coche. Iba a bajar pero note la tensión en el cuerpo de Horacio, no hablaba, lucía bastante nervioso.

–Quiero otro beso –murmuró finalmente.

En verdad quería cariño, buscaba desesperadamente alguien que lo amara.

"Si lo que quieres es sentirte amado, te haré creer en verdad que te amo."

Si yo era esa persona que tanto buscaba, eso significaba que ya no buscaría a nadie más, no aparecería un "Volkov" para reemplazarme.

Estire mi brazo y lo tomé del mentón acercándolo a mi. Estuvimos frente a frente y me acerque a él para depositar un casto beso en sus labios.

Me aleje un poco, nuestros labios se rozaban, él tomó la iniciativa y, con manos dudosas, me tomó de la cara y me beso nuevamente.

Nuestros labios se unieron y se encajaron entre sí. Horacio hacia casi todos los movimientos, yo lo imitaba. No era experto en besar.

Sentí movimiento, él no me apartaba ni se alejaba. Nuestros labios estaban entre abiertos mientras nos besabamos y antes de que me diera cuenta, Horacio se había puesto encima mío con sus rodillas a los lados de mis piernas.

Sus manos se mantenían en mi rostro sujetandolo y alzandolo para que me pudiera besar mejor.

Ambos nos separamos, nuestros alientos se combinaban, estábamos jadeante. Estaba tan cerca que podía oler su colonia, me gustaba ese olor.

Deslizó sus manos hasta tomar las mías y ponerlas sobre su cintura.

Le di una pequeña sonrisa. Incluso en esas circunstancias, él no olvidaba la inexperiencia y dificultad que tenía para aquellas cosas, me estaba ayudando y guiando.

Subió sus manos y enredo sus dedos en mi cabello. Mi cuerpo se estremeció al contacto al mismo tiempo que se acercaba su boca a mi oído susurrando mi nombre.

–¿Quién era el chico con el que hablabas en el taller? ¿Estabas ligando?

–Si que sabes arruinar un momento íntimo, ¿eh, Gustabo? –murmuró alejándose para mirarme a los ojos–. Intentaba ser amable, pero me dijo que no era gay.

–¿Es por eso que me pediste el beso?

–No, yo... –susurro. Se encogio de hombros ladeando la cabeza–. S-solo lo dije, no se por que. Quería un beso en ese momento y lo sigo queriendolo ahora, tu dijiste que no tenías problema...

–Entonces –lo sujete con más firmeza acercándome a su rostro–. Olvidate de todos y sólo piensa en mí.

"Y no te vayas a ningún lado".

Nuevamente lo bese y el correspondió gustoso. Se separó de mi pidiéndome que abriera la boca. Nervioso y expectante, hice lo que me pidió y atacó mi boca nuevamente introduciendo su lengua.

La sentí deslizándose recorriendo mi interior e hice lo mismo que él.

Note que empezó a soltar leves gemidos. Sonreí internamente al saber que lo estaba haciendo bien, me alegraba, quería que Horacio disfrutará.

Empezó a mover sus caderas de adelante para atrás sin romper el beso. Sentí sus manos acariciar mi nuca y mi cabeza.

–¿Estás seguro que sólo quieres un beso? –pregunté al separarnos para recuperar el aire.

Sus movimientos de cadera no se detenían.

–¿Que más podría querer? –dijo contra mis labios en tono seductor–. Entremos en mí casa, Gustabo.

Abrió la puerta del vehículo y se bajó antes de tomar mi mano y guiarme hasta la entrada de su casa. Abrió la puerta con dificultad mientras seguíamos besándonos y repartiendo caricias en el cuerpo del otro.

Me llevo hasta su habitación y antes de que pudiera decir algo, me hizo sentar en la cama y de nuevo se subió arriba de mí quedando frente a frente. Otra sesión de besos comenzó.

Cuando nos separamos en busca de aire, se acercó a mí oído y pude escucharlo susurrar mi nombre mientras movía sus caderas para crear fricción.

Pase mi lengua por su cuello oyendo como soltaba un leve suspiro. Se pego más a mi creando mayor contacto entre nosotros. Empece a recorrer su cuerpo con mis manos incluso llegando a tocar su trasero y sus muslos, los cuales acariciaba con fervor.

Sentí sus uñas ejercer presión en mi espalda con cada roce que le brindaba. Cole mis manos bajo su camisa oyendolo suspirar y gemir levemente.

Era obvio que no quería solo un beso.
Sentí algo duro en mi entrepierna y supe que en verdad estaba exitado. Horacio mantenía los ojos cerrados mientras movía la cadera soltando leves suspiros.

–¿No que solo querías un beso? –cuestione sonriendo.

Lo bese de nuevo mientras los dos invadíamos con nuestras lenguas la boca del otro.

Había besado anteriormente a alguna persona pero nunca me causaban el placer que al parecer a Horacio le invadía por todo el cuerpo.

El beso se sentía... Húmedo, podía sentir la saliva escurriendo entre las comisuras de mi boca, su lengua contra la mía se sentía muy baboso.

No entendía cuál era el placer de hacer esto.
Nos separamos mirándonos a los ojos.

–Por favor, Gustabo... Tu me pusiste así –admitió jadeante.

–Supongo que debo tomar la responsabilidad, ¿no?

Al decir esto le quite la camisa. Empecé a dejar pequeños besos por su cuello hasta llegar a su pecho, donde pase mi lengua por uno de sus pezones. Recibí un gemido en respuesta, estaba muy sensible.

Baje mi mano hasta su entrepierna para introducir mi mano en su pantalón.

Horacio se sorprendió y echo su cabeza para atrás, sus ojos seguían cerrados y su cara estaba completamente roja.

Detuvo sus movimientos y se sentó en mí regazo mientras yo bajaba el cierre de su pantalón.

Baje su pantalón hasta los muslos y saque de su ropa interior su miembro.

Con solo tocarlo Horacio jadeaba aún más, cerró los ojos mientras parecía morder el interior de su mejilla. Pase mi pulgar por la punta de su polla mientras con la otra acariciaba su espalda y baja hasta su trasero para apretarlo.

Tomé su miembro y empecé un vaivén lento arriba y abajo solo para torturarlo.

Pase mi lengua por su pecho y subí a su cuello mordiendo y lamiendo cada parte. Dejé de acariciar su espalda para tomar entre mis dedos uno de sus pezones, jugué con el apretandolo y girandolo con mi índice y pulgar mientras atendía con mi boca el otro succionandolo y apretandolo entre mis labios.

Sentí como Horacio empezaba a subir y bajar la pelvis para hacer los movimientos más rápidos.

–¿Tan desesperado estas?

Decidí complacerlo y empecé a mover mi mano más rápido con ayuda de los fluidos que salían de su polla, Horacio comenzó a gemir.

–G-Gustabo.

Empezó a gemir más alto pidiendome que no parara. Seguí con los movimientos pero esta vez más rápidos, no podía creer que Horacio estuviera haciendo ese tipo de sonidos, y no podía creer que me gustara los sonidos que hacia, sus gemidos eran suaves y dulces, eran música para mi.

Finalmente se corrio sobre mí mano mientras a su cuerpo lo invadían espasmos. Empezó a jadear y me sonrió lascivamente.

–¿P-por qué me miras así?

Sin decir nada se deslizó por mis piernas poniéndose de rodillas mirando mi entrepierna. Sin haberlo notado me había exitado.

Intenté ocultarlo pero él fue más rápido, me bajó el pantalón dejando expuesto mi bóxer.

Se inclino pasando su lengua por encima de la tela. Un escalofrío recorrió mi espalda al mismo tiempo que quería apartarlo.

–Yo me encargo, se que te va a gustar –murmuró alzando la cabeza y relamiendose los labios.

Libero mi miembro de mi ropa interior y se acercó a él pasando su lengua a lo largo de este.

Apreté los dientes al sentir su lengua. No quería dejarme llevar, no podía dejarme llevar.

Me tuve que morder el labio inferior al sentir como posaba sus labios en la punta de mi polla, seguidamente paso la lengua por la misma y sin previo aviso se metió el falo entero en la boca.

Lo oí soltar una arcada pero no se lo sacó de la boca. Se sentía bien, el calor y saliva de su boca invadían mi miembro en un placer que nunca había experimentado.

Empezó a subir y bajar la cabeza mientras pasaba su mano por lo largo.

Enrede mis dedos en su cresta mientras él seguía subiendo y bajando la cabeza a la vez que sentía su lengua deslizarse en mi polla. Sentía como se la metía a la garganta una y otra vez, me sorprendí de su talento, me preguntaba quien más había disfrutado de la boca de Horacio, o tal vez era un talento natural, aunque lo dudaba.

–E-espera... Horacio, voy a acabar –dije tratando de no soltar un gemido.

Sus movimientos se aceleraron y no pude aguantar más. Apreté su cabello con fuerza y me corrí dejando escapar un leve gemido. El orgasmo recorrió mi cuerpo entero haciéndome estremecer y tardar unos momentos en recuperarme.

Horacio levantó la cabeza y se relamio los labios tragandose todos mis fluidos. Aparte la mirada avergonzado, él se acercó tomándome del mentón y obligándome a verlo.

Me empezó a besar y pese a que pensé que era asqueroso pues podía saborearme yo mismo en su boca, me exite un poco.

Aún sentado, Horacio se sentó a horcajadas encima mío mientras se aferraba a mis hombros.

Vi que estaba desvestido de cintura para abajo y comprendí lo que planeaba hacer. Si eso quería se lo daría.

No quería aceptarlo pero en el fondo yo también quería.

Se levantó apoyándose en sus rodillas rozando su entrada con mi miembro. Lo tomé de la Cadera para darle soporte y evitar que se cansara.

Sentí como metía la punta para acostumbrarse y empezó a bajar lentamente acostumbrándose. Estaba demasiado estrecho, sentía como apretaba mi miembro de manera sorprendente.

Cuando se la metido toda gimió de placer, sus ojos se cristalizaron y lo sujete aún más de su trasero para ayudarlo a sostener su cuerpo.

–¿'Tas bien? –pregunté acercándome a su rostro.

–Si, es que... Hacia mucho no tenía algo tan grande dentro de mi –susurro terminando la oración con un leve gemidos.

Sentí mi rostro calentarse ante tal comentario.

Empecé a besarlo en los labios y a lamer su cuello para tranquilizarlo mientras lentamente iba ayudándolo a bajar y a subir.

Pronto el mismo empezó a saltar a su propio ritmo jadeando y gemiendo sin parar.

Se sentía extremadamente bien, nunca había estado con un hombre pero esto era realmente bueno. Había tenido sexo antes pero ninguno comparado con este.

–Más... Quiero más, quiero ir más rápido –gimió Horacio con un hilo de saliva deslizándose de su boca.

Yo también quería más. Lo agarre de los hombros y lo acosté sobre la cama poniéndome entre sus piernas.

Empecé a embestirlo alzando sus piernas a la altura de mis hombros para tener mejor acceso.

Esa posición pareció encantarle, empezó a gemir y a jadear sin poder contenerse. Gemia mi nombre de manera constante pidiéndome más, al parecer había tocado su punto de placer.

Se sentía muy bien, mis embestidas aumentaban de velocidad, no podía parar.

Puse una de sus piernas sobre mi hombro y con la mano libre empecé a masturbarlo ocasionando que gritara de placer.

–¡No puedo... No puedo mas. Ah, G-Gustabo! ¡Ah! –gimió fuertemente.

–Yo también estoy a punto –admití contra sus labios.

Horacio gimió, hizo su cabeza para atrás mientras alcanzaba el clímax y se corría otra vez en mi mano. Sentí como su interior abrazaba mi miembro, una estocada más fue suficiente para que yo también me corriera en su interior.

Un orgasmo más fuerte que el anterior invadió mi cuerpo enviándome al cielo por unos segundos mientras veía a Horacio aferrándose a la cama, estaba terminando de tener su orgasmo.

Ambos estábamos jadeantes. Mi corazón iba a mil, el sudor empapaba nuestros cuerpos, eramos un desastre y lo peor; debíamos limpiar ese desastre.

–¿A qué soy bueno? –dije casi orgulloso.

Baje sus piernas de mis hombros y salí de él guardandome mi asunto en mis boxers antes de subirme el pantalón. Necesitaba ir a casa a ducharme y cambiarme de ropa.

Horacio, con ojos cristalizados y saliva escurriendo de su boca, intentó acomodarse en la cama.

Su cuerpo parecía debil, sus piernas temblaban levemente así que me acerque a él para acomodarlo. Lo recosté con cuidado sin decir ninguna palabra.

–No puedo creer que... Hayamos hecho eso –susurro Horacio.

–¿Te arrepientes? –negó rápidamente con la cabeza y me regaló una tierna sonrisa– espero que no te hayas acostado conmigo como segunda opción... O solo por despecho.

–Gustabo... Tu siempre has estado conmigo, nunca me has rechazado. Me has aceptado como soy y nunca me di cuenta. Nunca te manipularia o usaría.

–Supongo que no –susurre tristemente.

Observe su cuerpo desnudo encontrando pequeñas marcas rojizas en su cuello y su pecho, yo también debía tener las marcas de sus uñas grabadas en mi espalda y hombros.

–Es un poco difícil decir esto, pero... ¿Podemos seguir haciendo esto? –murmuró apenado.

Lo vi a los ojos y me acerque sonriendo, lo tomé de la barbilla depositando un rápido beso en sus labios.

–Claro que sí, bebé. Así que no olvides que yo soy la única persona que te amara de esta manera. Y debes recordar que, solo conmigo vas a ser feliz...

Historias Gustacio/PogacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora