🔞Detrás de cámaras 🔞:Gustacio

369 11 0
                                    

"El evento más esperado de Los Santos ha vuelto con una segunda parte. Parece que los jueces están tardando mucho en el baño,  ¿que estarán haciendo?" 


Gustabo había vuelto a encerrarse en su caravana después de la primera emisión del Fame or Shame. Horacio iba a visitarlo a diario ahora que sabía dónde vivía.


Se la pasaban platicando y gritándole a los niños que iban a jugar a aquel lugar tan peculiar.

Por las noches, cocinaban malvaviscos en la fogata que el rubio tenía fuera de su hogar y dormían juntos en la pequeña cama de Gustabo la cual era perfecta pues se compartían calor corporal en las noches frías.

Por las mañanas, al despertar, lo primero que veía Horacio era el pálido rostro de Gustabo durmiendo a su lado. El de cresta siempre se despertaba antes para verlo dormir, era el único momento del día que podía permitirse hacer eso.

Le gustaba apreciar todos los detalles de su rostro envidiando en silencio las largas y delicadas pestañas de su amigo. A veces hacía un leve movimiento con el párpado pareciendo que quería despertar y el menor se emocionaba pues esperaba ansioso ver aquellos dos zafiros que tanto amaba.

Una de las tantas mañanas que compartieron, Horacio se acercó depositando un leve beso sobre su frente antes de aprisionar el pequeño cuerpo de Gustabo contra el suyo. Al sentir esto, el rubio se despertó un tanto confundido.

—¿Horacio? —susurro con voz ronca.

—Dime —dijo con una sonrisa socarrona dibujada en sus labios.

—¿Tienes frío o por qué me abrazas?

—Si, tengo frío. Abrázame tú también —le pidió apoyando su barbilla en la melena de su compañero.

Gustabo, con el rostro hundido en el pecho del de cresta, pudo inhalar la costosa colonia que portaba. Era un olor gentil y agradable, siempre le había gustado ese aroma.

Aceptando la petición del menor, le devolvió el abrazo pegando aún más sus cuerpos.

—Te quiero, Gustabo —admitió soltando una risilla.

—¿Qué dices tan de pronto, gorrino?

Así pasaron los días. El mayor se mantuvo aislado como un ermitaño dentro de su hogar, hasta que la segunda edición del Fame or Shame se hizo pública.

Gustabo finalmente salió de su casa para arreglarse y asistir al evento junto con Horacio, quien no podía caber en su felicidad pues no sólo volvieron a conducir como locos por la ciudad, sino que eligieron atuendos casi idénticos como si fueran pareja.

Todo el rato desde el camino hasta el lugar donde se ejecutaría el programa, estuvieron hablando y riendo mientras se lanzaban indirectas y coqueteaban el uno con el otro.

Pero de un momento a otro, aquel "juego" inocente lleno de segundas intenciones había terminado. Horacio no recordaba cuando el ambiente se había puesto tan caluroso, solo habían ido al baño a ponerse unos condones como una broma. Ahora estaban besándose con pasión recorriendo el cuerpo del otro con las manos intentando tocarlo todo.

La ropa empezó a estorbar, los dos desvistieron al contraído siendo lo primero que cayó al suelo aquellos gorros que tenían inscrito las palabras "queen" y "king" en la frente seguido de las gruesas chamarras que portaban.

—Ah, Gustabo –jadeo Horacio separándose un momento.

Gustabo aprovechó para guiar sus labios al cuello del menor, donde succiono la delicada piel de esa zona provocando que soltara dulces gemidos que hacían eco en aquel pulcro baño donde se encontraban.

El espectáculo al que habían asistido pronto empezaría. No tenían tiempo de hacer eso y sin embargo, ambos lo deseaban.

Horacio retrocedió hasta pegar su espalda en la puerta de uno de los baños ignorando los condones tirados en el suelo que los habían llevado a esa situación.

Con manos ansiosas y cierta desesperación, Horacio logró bajarle los pantalones al rubio al igual que el propio quedando en ropa interior. Sujetando a su amigo de la cintura, inició pequeñas embestidas contra su miembro restregándolo contra el suyo sintiendo la humedad del líquido preseminal que ya manchaba la ropa interior de ambos.

Los dos soltaron leves gruñidos, los cuales Gustabo acallaba en el cuello del menor enterrando sus dientes en este.

Los encuentros de ese modo entre ellos eran escasos. Gustabo no era fan de tener relaciones sexuales, sin embargo, parecía disfrutarlo cuando se trataba de Horacio.

Tras unos minutos haciendo esto, Horacio decidió que no era suficiente. Miró a su amigo pidiendo permiso, el cual asintió antes de sacar su propio miembro, acción que Horacio imitó. Junto a ambos falos atrapándolos con su mano e iniciando el acto de masturbarlos al compás de la leve música que escuchaban fuera.

Gustabo pareció reaccionar de lo que estaban haciendo cuando el sonido del chapoteo ocasionado por el líquido preseminal embarrado en ambos penes hizo eco en su cabeza. Este mismo líquido resbalaba en la mano de Horacio casi tocando su ropa.

—Para ya... Horacio —gimió Gustabo sin apartarse.

Jadeando, el mencionado levantó la mirada encontrando al mayor con los ojos cerrados y el ceño fruncido de placer.

—¿Por qué? Tú quieres esto tanto como yo.

—Si alguien entra...

—Estaremos en problemas —completó la frase tomándolo de la barbilla y uniendo sus labios en un candente beso.

Horacio le pasó el control a Gustabo para que se encargará de masturbar a ambos mientras se llevaba tres de sus dedos a su boca chupándolos y posteriormente los guió a su trasero, donde busco con el dedo índice su entrada.

Apenas iba a introducir un dedo cuando vio la cara de Gustabo contraída en una mueca de placer. Ver eso lo excito más de lo que ya estaba, contemplar a su amigo de aquel modo no era normal y saber que él lo estaba provocando era aún mejor.

Se dejó caer de rodillas frente al mayor levantando su camisa para poder lamer el abdomen marcado del rubio. Sin pedir permiso o dar indicio de sus intenciones, tomó el miembro erecto de su amigo y pasó la lengua por el glande provocando un gruñido por parte del rubio, quien apoyó las manos en la pared frente a él.

Repartió pequeños besos por toda la longitud del pene mientras tanteaba su propia entrada con su dedo índice. En el momento que introdujo la punta dentro de su boca, insertó el dedo en su cavidad trasera ahogando un gemido en su garganta.

—¡Joder, Horacio! —chillo Gustabo.

Horacio inició un agradable vaivén con su cabeza de adelante para atrás permitiendo que el falo de su amigo entrara por completo dentro de su boca tocando su campanilla y provocándole una que otra ahorcada. Pequeñas lágrimas aparecieron en sus orbes por el esfuerzo.

Gustabo, disfrutando por completo de la húmeda cavidad de su amigo, enredó sus dedos en la suave cresta de Horacio marcando el ritmo de la felación a la vez que el menor se penetraba así mismo con sus propios dedos. No faltó mucho para que Gustabo sintiera un cosquilleo recorrer su vientre bajo en señal de que alcanzaría el orgasmo.

—Me voy a correr —jadeo con los ojos cerrados apartando la mano de la cresta del menor, quien siguió con su trabajo esperando el néctar del rubio.

Con un gruñido gutural, el mayor de los dos se corrió en la boca del moreno, quien, cuando estuvo apunto de ahogarse, se separó para tragar aquel líquido blanco que hacía mucho tiempo no probaba.

—¡No te lo tragues, asqueroso! —exclamó Gustabo avergonzado.

—Sabes muy rico —admitió relamiéndose.

—S-simplemente escúpelo cuando esto pase —explicó desviando la mirada.

—¿Esperas una segunda vez? —preguntó con una sonrisa pícara notando el rostro de su amigo enrojecerse—. Lo aguardo con ansias.

Un abochornado Gustabo se dirigió rápidamente a los lavabos subiéndose los pantalones.

Seguía sin ser suficiente, sabía perfectamente que ese no era el lugar adecuado, pero quería terminar lo que habían empezado.

Se despojó de su camisa antes de poner las manos contra la pared de espaldas a su amigo inclinándose hacia él. Volteó su cabeza para mirar al rubio con un brillo de lujuria impregnado en sus luceros bicolor.

—Métemela, Gustabo. Follame.

—¿Qué dices, guarro? No podemos, los condones ya no sirven y te vas a ensuciar —repuso mirando de reojo los preservativos aplastados en el suelo.

—No importa eso. Métela, por favor. No aguanto, te quiero dentro —gimió.

Al ver que Gustabo seguía dudando. Soltó un dulce gemido el cual llamó la atención del mayor, pasó las manos por su cuerpo levantando su camisa donde acarició su torso hasta llegar a sus rosados pezones, los rozó con los dedos jadeando ante el contacto. Meneó el trasero para provocarlo gimiendo suavemente su nombre.

El miembro de Gustabo se despertó nuevamente. No podía creer que se hubiera excitado con eso, Horacio tenía la particularidad de ponerlo cachondo y que la idea de tener sexo no sonara tan mal.

Rápidamente se acercó y lo tomó de la cadera provocando una sonrisa victoriosa por parte del menor, quien se inclinó más para ofrecerle el trasero.

—Eres un guarro queriendo hacerlo en un lugar como este —susurro en su oído bajando sus ropas inferiores antes de restregar su falo erecto en medio de los glúteos del menor.

Horacio gimió impaciente esperando que Gustabo se adentrará en él. El mayor se tomó su tiempo para lubricar su miembro con saliva y alinearlo en la entrada del contrario.

Enterrando levemente sus uñas en la suave piel de su amante, introdujo la punta provocándole un espasmo. Horacio apoyó su frente en la pared sintiendo como el miembro de Gustabo entraba por completo dentro de él.

Cuando todo estuvo dentro, el mayor acarició la espalda del de cresta haciendo círculos sobre esta intentando calmarlo y que se acostumbra a la intromisión.

—Estas muy estrecho —admitió el rubio maravillado.

—Muévete —pidió Horacio.

Con esta simple oración, Gustabo comenzó un lento pero agradable vaivén con su cadera.

Pequeños gimoteos escaparon de los labios rosados del menor disfrutando aquel momento. Poco a poco el ritmo fue aumentando a uno más feroz y placentero.

Horacio intentó enterrar las uñas en la pared del baño demostrando cuánto lo estaba disfrutando pero sus intentos eran infructuosos, la pared era muy lisa.

Se mordió el labio inferior intentando acallar sus vergonzosos sonidos temiendo que alguien de afuera pudiera escucharlo.

—Quiero oírte, Horacio —susurro Gustabo con voz seductora contra su piel.

—Nos van a escuchar —respondió con voz temblorosa.

—Fue tu idea.

Arremetió contra él con todo lo que tenía sacándole un gemido que salió más fuerte de lo que hubiera querido. Gustabo siguió con ese ritmo y fue casi imposible para Horacio contenerse. Sin pudor alguno y sintiendo que tocaba el cielo con las manos, tomó más confianza para dejar escapar su voz envuelta de gozo.

El mayor bajo su pálida mano buscando el grueso miembro de su compañero, cuando lo encontró, descubrió que aquel particular líquido transparente no paraba de salir e incluso había manchado el suelo. Sujetándolo con firmeza, comenzó a masturbarlo al ritmo de sus propios movimientos mientras intentaba encontrar el lugar más placentero de su amante.

Tras un par de intentos, Gustabo pudo golpear la próstata del menor provocando que su cuerpo temblara. Con una media sonrisa, comenzó a penetrarlo en su punto dulce.

Los gemidos no se hicieron de esperar, sus piernas temblaron levemente al sentir las deliciosas embestidas en su próstata.

—¡Ah, si, si! ¡Qué rico se siente! —grito sin vergüenza alguna con un hilo de saliva deslizándose por la comisura de su boca.

—Joder, baja la voz. Te dije que te quería escuchar pero gritas demasiado —se quejó el rubio frunciendo el ceño.

Con una sonrisa maliciosa Horacio giró la cabeza para verlo.

—¿No lo disfrutas? ¿Y si hago esto?

Apretó sus glúteos abrazando aún más el pene del mayor en su húmeda y viscosa cavidad. Gustabo jadeo encantado. Sus cuerpos eran sacudidos con violencia con cada nuevo golpe.

—Ah... Horacio, no hagas eso.

—Pero veo que te gusta —suspiro moviéndose al ritmo de las estocadas que le eran otorgadas.

Sentían que estaban en el paraíso y poco a poco sus mentes se nublaron con el placer que sentían. La habitación se llenó del incesante sonido de pieles chocando acompañado de los gruñidos y chillidos de ambos sin importarles para nada quienes estuvieran al otro lado de la puerta.

–¡Ah, así! ¡Sigue, sigue! Un poco más! —gimoteo Horacio con las lágrimas deslizándose por sus mejillas.

—¿Te corres ya? —gruñó el mayor sin dejar de moverse.

El más alto no pudo contestar pues el orgasmo invadió su cuerpo obligándolo a arquear la espalda. Su semen salió disparado a la pared frente a él mientras una deliciosa sensación inundaba todo su ser por unos segundos dejándolo complacido y exhausto.

Tras un par de embestidas más, Gustabo se corrió expulsando su semen en su interior. Horacio lo recibió gustoso sin importarle las consecuencias.

El clímax acabó dejando a Gustabo un poco mareado, lo había disfrutado mucho, se apartó y de inmediato Horacio tomó un poco de papel de baño para evitar que sus pantalones se mancharan.

El corazón de ambos latía con ímpetu dentro de sus pechos, tuvieron que respirar correctamente para calmarse. El rubio se acercó a él y apreso sus labios en un tierno beso el cual fue correspondido. Sus rostros estaban sudados al igual que sus cuerpos pero parecía no importarles.

—¿Lo hacemos otra vez? —preguntó con lascivia acariciando la melena rubia de su amigo.

—Eres un guarro. —sonrió posando sus manos en la cadera del contrario.

—Eh... ¿Señores jueces? Si ya terminaron... ¿Podríamos iniciar el programa? Los participantes esperan.

Se quedaron congelados abriendo los ojos como plato antes de separarse. Sus caras se ruborizaron sintiéndose abochornados, por un momento habían olvidado que estaban en un lugar público y que los esperaban. Perdieron la noción del tiempo y se dejaron llevar por el calor del momento, esas eran las consecuencias.

Se arreglaron de inmediato y salieron apresurados encontrándose con varias personas que evitaban verlos a los ojos. No sólo los habían escuchado, sino que su apariencia dejaba mucho que desear: despeinados, ropa desacomodada, marcas rojizas adornando sus cuellos, labios hinchados y, por parte de Horacio, el maquillaje corrido.

Humillados, fueron a sus asientos ignorando al tercer juez. Iba a ser un largo día. Ahora tendrían una razón justificada para no salir de la caravana.


Historias Gustacio/PogacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora