Verdad o reto +18 Gustacio

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Un inocente juego terminó por pasar a segundo plano cuando la lujuria los consumió

Los últimos rayos del sol del día ya comenzaban a desvanecerse abriendo paso a la espesura de la noche. Fue un día ajetreado de trabajo pero lleno de logros satisfactorios.

Era un viernes y a los dos federales se les ocurrió la idea de pasar un rato ameno después de su jornada laboral, donde pudiesen compartir como solían hacer, solo ellos dos hablando tonterías, disfrutando de la compañía del otro y olvidarse por un momento de sus responsabilidades.

Y tal como siempre, con esa despreocupación que los caracterizaba decidieron pasar la noche nada más y nada menos que en la sede del FBI, pues incluso les daba exactamente igual el lugar. Después de todo no había nadie quien les perturbara y dijera que su plan de la noche estaba mal llevarlo a cabo dentro de su sitio de trabajo.

Se encontraba sentado en el piso de una de las salas de reuniones con las piernas cruzadas, recargando su cabeza ladeada sobre uno de sus brazos mientras que con la otra mano sostenía su móvil curioseando con poco interés alguna que otra noticia o tema del que se estuviera hablando en redes sociales.

Se irguió un poco y volteó sobre su hombro cuando escuchó la puerta de la sala abrirse entrando por ella el de cresta sosteniendo una caja de cervezas la cual él mismo se había ofrecido ir a comprar.

—Tardaste. — reclamó el rubio viendo como su amigo se sentaba frente a él adquiriendo la misma posición, dejando la caja a un costado.

—Gustabo, sabes que aquí en la sede por obvia razón no hay bebidas alcohólicas. Tuve que conducir hasta el badulaque más cercano. — se defendió abriendo la caja tomando una de las botellas, la destapó y se la ofreció a su amigo, luego tomó una para él mismo y comenzaron a beber despacio.

Los dos chicos no eran de estar constantemente abusando del alcohol, muy al contrario, no les llamaba demasiado la atención, bebían de vez en cuando y además de esto casualmente ambos tenían el mismo infortunio de ser poco resistentes a el.

Las horas transcurrieron entre charlas y carcajadas.
Recordando un poco el pasado en el que eran adolescentes y aunque sus vidas fueron difíciles al tener que sobrevivir por si mismos, hubo momentos memorables que recordaban con cariño o con humor, tratándose de alguna travesura que hubieran hecho.

Horacio terminó por ingerir el líquido amargo de su tercer cerveza. Limpió los restos de la bebida de su boca con el dorso de su mano libre y agitó la botella vacía juguetonamente frente al rubio.

—Gustabo ¿Qué tal si jugamos a algo?. — miró a su amigo con una sonrisa divertida.

Después de una larga conversación y de rememorar las anécdotas ocurridas hace años, ya era hora de divertirse un poco más, aún era muy temprano.

—¿Qué se te ocurre?.

—Verdad o reto.

—Ese jueguito de adolescentes, Horacio. — estiró su espalda apoyando sus manos en el suelo.

—Vamos, los adultos también lo juegan. — posó la botella que sostenía dejándola de pie justo en medio de ellos. —¿O es que te da miedo?. — provocó mirando al rubio con desafío y burla.

—¿Miedo yo de esa tontería?. — bufó rodando los ojos. —Adelante, empieza tu a preguntar.

—No, no, lo haremos con la botella. — recostó el recipiente que había dejado en medio de ellos. Gustabo enarcó una ceja.

—Pero si solo somos dos ¿Para qué la botella?.

—Porque así es más divertido, puede tocarle varias veces seguidas a alguno de los dos y no por turnos, seria muy soso. — explicó comenzando a girarla varias veces hasta que el pico apuntara hacia cualquiera de los dos.

Gustabo lo dejó ser encogiéndose de hombros expectante a lo que pasaría, poco después el primero en tocarle fue a él. Horacio lo miró ladeando una sonrisa.

—¿Verdad o reto?.

—Mmm... — hizo una mueca pensativa. —Verdad.

—¿Alguna vez te has cagado encima?.

—Tío que asco, sabía que preguntarías cosas así. — se carcajeó un poco negando lentamente con la cabeza. —No, nunca me ha pasado.

Así pasaron un buen rato haciéndose preguntas tontas y realizando retos como hacer carreras a tropezones por toda la sede yendo a un lugar en específico o buscando cualquier objeto para llevárselo al otro. Sudados y riendo como dos niños pequeños divirtiéndose a grandes escalas como hace mucho tiempo no lo hacían.

Gustabo había vuelto hace poco de uno de sus retos, se acostó en el piso boca arriba, estirando sus brazos a los costados, se encontraba algo agitado, mientras Horacio a pequeñas risitas volvía a hacer girar la botella dando parar de nuevo hacia el rubio.

—Gustabo, te toca. ¿Verdad o reto?.

—¿Otra vez?. — enderezó la cabeza unos segundos volviendo a recostarla en el piso, resoplando. —Verdad.

El menor descansó su mentón sobre su rodilla flexionada observando al rubio buscando formular una pregunta que, fuera un poco más picante a las anteriores.

—¿Tienes alguna fantasía sexual?. — soltó ocultando una sonrisa burlona detrás de su rodilla y tuvo que contener una carcajada cuando Gustabo lo miró con seriedad.

—Eh... no. — contestó con simpleza volviendo a incorporarse sentándose en el piso.

—¿En serio?.

—No pienso mucho en ese tipo de cosas. Tu sabes. — agachó la mirada tomando la botella y girándola en el proceso un par de veces. El turno luego fue para Horacio.

—¿Verdad o reto?.

—Verdad.

—¿Has besado muchas personas después de mi?. — una suave risa escapó de sus labios cuando el menor entornó los ojos en una expresión que él catalogó como vergüenza. Se le ocurrió de repente preguntar aquello al venir a su mente el recuerdo del primer beso que compartieron en su juventud.

—Bueno... no muchas la verdad. — rascó su mejilla algo incómodo. No quería admitir en voz alta que algunas de esas experiencias fueron en su momento algo que quiso borrar de su memoria, exceptuando claramente la que tuvo con Gustabo.

El mayor decidió no darle más larga a la pregunta tomando un poco de una de las cervezas que aún tenia cerca dejando que el contenido refrescara su garganta.

Ante su silencio, Horacio se inclinó girando la botella volviendo a parar el pico en su dirección.

—¿Verdad o reto?. — dejó la cerveza en el suelo de nuevo.

—Reto.

—Dame un beso. — pidió con tranquilidad jugando con sus dedos sobre sus rodillas. —En la boca. — recalcó.

El menor lo miró al principio con asombro, poco a poco destensándose. Después de todo era un beso, nada nuevo que no hubieran hecho ya.

Sus ojos fueron a parar a los labios del rubio e inconscientemente relamió los suyos. Sin pensarlo mucho, a gatas se acercó al mayor hasta que sus rostros se juntaron y sus alientos chocaron.

Clavó sus orbes en las piedras azules del rubio pidiendo permiso con la mirada. Al obtener un pequeño asentimiento por su parte, unió sus labios con los de él con timidez y suavidad, percibiendo en ellos el amargo sabor de la cerveza que habían estado ingiriendo.
Se besaron al mismo compás, moviendo sus labios de forma pausada, disfrutando enteramente con serenidad de la boca del otro.

Finalmente se separaron cuando sus pulmones comenzaron a reclamar oxígeno. Horacio retrocedió volviendo a su posición.

Ambos se sonrieron con complicidad, sintiéndose cómodos.

El de cresta giró de nuevo la botella volviendo a quedar en su dirección.

—Joder... — susurró con falso desgano. Si los retos de Gustabo seguirían siendo así no tendría problema alguno en que sus turnos se repitieran.

—¿Verdad o reto?.

—Verdad. — decidió no tentar tanto a la suerte después de pensarlo unos largos segundos.

—¿Alguna vez te has pajeado pensando en mi?. — sonrió de medio lado terminando su última cerveza. Parecía ser que el alcohol estaba provocando que se desinhibiera y fuera más atrevido.

Horacio de inmediato carraspeó nervioso y desvió su mirada. Sentía sus mejillas calientes, la pregunta definitivamente lo tomó por sorpresa.

—Yo... — comenzó a balbucear sin dar una respuesta concisa.

—Que guarro, lo has hecho. — levantó ambas cejas confirmándolo al ser su reacción tan evidente. Comenzó a reír.

El menor suspiró aliviado, pensaba que tal vez iba a molestarse o incomodarse aunque no le respondió directamente, su prolongado silencio terminó dándolo por hecho.

Claro que a lo largo de los años fueron varias las veces en las que se masturbó en honor al mayor. No podía negar para nada el hecho de que llegaba a atraerle sexualmente.

—L-la giro yo otra vez. — trató de recomponerse bajando su mirada. No es que fuera precisamente un mojigato pero pensaba que tal vez llegaría a hacer sentir mal a su mejor amigo.

Viendo que también le estaba siguiendo el juego con las preguntas subidas de tono se animó a continuar con la misma temática.

Siguieron así por unos cuantos minutos. Aunque cuando llegaba el turno de Gustabo, la mayoría de sus respuestas eran negativas tratándose de preguntas como fetiches y otras tantas de índole sexual.
La temperatura y la picardía en ambos crecía poco a poco haciéndo del ambiente más intenso y ardiente.

Dejaron de beber sabiendo de antemano que se les iría demasiado la cabeza si exageraban el número de cervezas ingeridas. Incluso dejando unas pocas botellas sin destapar.

Estaban en un punto en donde el alcohol estaba presente en sus cuerpos pero sin llegar a hacer estragos en ellos. Estando aún conscientes de lo que hacían y decían aunque ahora fueran más sinceros con sus acciones.

Gustabo se enderezó después de besar por tercera vez en la noche al de cresta. Sus besos pasaron de ser tímidos e inseguros a ser bastante apasionados.

Al verlo con la intensión de alejarse Horacio lo jaló rápidamente hacia él volviendo a atrapar sus labios con necesidad hasta el punto en que los belfos de ambos comenzaron a hincharse.

Se separaron unos centímetros mirándose con intensidad, sus bocas aún estando unidas por un hilillo de saliva.

—Horacio. — susurró agitado por sus candentes besos. Estiró su camisa queriendo arrancársela del cuerpo.

—Espera... aún quiero seguir jugando. — retiró las manos del rubio de su ropa con delicadeza. Ahora que tenía la oportunidad de jugar con Gustabo de esa manera no la desaprovecharía tan fácilmente.

Pudo darse cuenta de que el rubio no era una persona que habitualmente pensara en sexo pero parecía responder mediante estímulos pudiendo comprobarlo al haberse besado dos veces con fervor y esto logró calentarlo.

Gustabo a regañadientes volvió a tirar de la botella varias veces cayendo de nuevo en él.

—¿Verdad o reto?. — sonrió maliciosamente esperando con ansia a que eligiera el reto. Tenía algo en mente para él.

—Reto. — contestó casi de inmediato leyendo la malicia en las facciones del mas alto, a estas alturas ya estaba dispuesto a hacer lo que él quisiera.

—H-hazte una paja. — su voz sonó más dudosa de lo que hubiese querido, aunque quería continuar, en el fondo su inseguridad por incomodar al más bajo crecía.

De pronto se quedó de piedra y pasó saliva con dificultad cuando vio al rubio arrodillarse en el suelo separando un poco sus piernas para estabilizarse. No perdió de vista ninguno de sus movimientos.

Sin replicar, bajó la cremallera de su pantalón y lo desabrochó dejándolo abierto, luego con sus pulgares jaló hacia abajo su bóxer dejando al descubierto su pene flácido. Lo sostuvo con sus dedos comenzando un vaivén rápido buscando ponerlo erecto.

Horacio lo observó todo el tiempo con detenimiento mordiendo su labio inferior con fuerza. Estaba excitándose demasiado con la escena que estaba presenciando.

Finalmente con su falo erecto por sus insistentes caricias, acrecentó los movimientos de su mano masturbándose a un ritmo que a el le supo agradable.

—¿Te gusta así?... guarro. — miró directamente al menor teniendo leves espasmos por el placer que él mismo se estaba provocando.

—Me encanta. — murmuró embelesado observando como el mayor se autocomplacía y subía de nuevo su mirada estudiando sus expresiones. Lo vio apretar sus labios acallando sus gemidos. —Déjame escucharte.

Gustabo jadeó por lo bajo obedeciendo a su petición aunque no se sentía del todo cómodo con que su compañero lo escuchara.

Se removió en su lugar sintiéndose acalorado e inquieto por la prominente erección que ahora tenía en sus pantalones.

No aguantando más el quedarse inmóvil, se arrastró por el piso llegando hacia donde se encontraba Gustabo, sentándose detrás de él lo rodeó con sus brazos deslizando una de sus manos la colocó sobre la suya la cual sostenía su falo provocando que aumentara sus movimientos.
El mayor gimió echando su cabeza hacia atrás apoyándola sobre uno de sus hombros.

Inclinó su cabeza apartando el cuello de su camisa dejando la piel expuesta para comenzar a repartir besos y chupetones en ella. Sentía al rubio retorcerse entre sus brazos y eso le encantaba, lo encendía aún más de lo que ya se encontraba teniendo que soportar su propio miembro aprisionado por la ropa pidiéndole atención a gritos.

Y como si hubiera leído su mente, Gustabo estiró su mano libre hacia atrás tanteando hasta posarla exitosamente en su pantalón, comenzó a rozar y a acariciar su falo. Un par de gruñidos escaparon de su boca al toque tan suave y placentero de la mano de su compañero.

Horacio quitó la mano del rubio de la erección comenzando a masturbarlo y este igualó el ritmo en el falo del contrario.

Gemían y se estremecían creando fricción entre sus cuerpos. Gustabo giró su cabeza dejando una larga lamida en la mejilla del menor haciéndolo temblar ligeramente.

Este simple gesto terminó por ponerlo a millón, le estaba enloqueciendo su actitud atrevida.

—Gustabo... — mordisqueó con delicadeza el lóbulo de su oreja, posteriormente lamiendo lentamente su pabellón.

—¿N-no vamos a seguir jugando? Eso querías. — sonrió divertido apretando con sus dedos el realce de la polla del moreno sobre la tela de su prenda.

—Te reto a que me folles, papi. — frotó su pulgar en la punta de su glande haciéndolo jadear.

Al escucharlo el mayor se giró hacia él mirándolo en silencio por unos segundos.

—¿Cómo me llamaste?. — se descolocó un poco por el calificativo nuevo que había utilizado con él, aunque no podía negar que le había gustado.

Horacio rió con nerviosismo tomando al rubio de la cintura, lo volteó por completo en su dirección.

—Que me folles, papi. — repitió recalcando la última palabra, colocó sus manos en sus suaves mejillas dejando un casto beso sobre sus labios.

El rubio capturó de nuevo sus labios sin perder tiempo de juguetear con su lengua, abalanzándose sobre su cuerpo cayeron al suelo sobre la espalda del menor.

Se colocó a ahorcajadas sobre él y Jaló su camisa hacia arriba comenzando a acariciar con suavidad su abdomen, subió sus manos hasta rozar sus pezones volviendo a descenderlas hasta el borde de su pantalón el cual desabotonó y junto con el bóxer se los quitó hasta dejarlo desnudó por completo de la cintura para abajo.

Horacio se dejó hacer atento a sus acciones acariciando y peinando su cabello dorado. Gustabo se arrodilló de nuevo en el piso y separó sus tonificadas piernas morenas con delicadeza hasta alcanzar ver su entrada.

Llevó una de sus manos hasta el rostro del mas alto adentrando tres de sus dedos dentro de su boca los cuales este aceptó gustoso. Los lamió y succionó con bastante entusiasmo imaginando que era la polla del rubio que después estaría deseoso en probar.

Apretó con sus dedos libres uno de sus gruesos muslos, sintiendo como la resbalosa lengua del de cresta se deslizaba enérgicamente por sus dedos impregnándolos completamente de saliva. Los sacó despacio de su boca y los dirigió a su entrada.

Insertó el primer dedo con cuidado ganándose un jadeó de su parte, lo movió lentamente por unos minutos luego procediendo a meter el segundo repitiendo el mismo movimiento.

—Ah... joder. — tensó sus piernas, arqueando levemente su espalda.

Gustabo no dejó de verlo estando pendiente de sus expresiones por si llegaba a lastimarlo. No estaba acostumbrado a hacer ese tipo de cosas, solo dejaba que su cuerpo se moviera solo por instinto.

El tercer dígito llegó llenando completamente su cavidad, los movió de atrás a adelante comenzando a penetrarlo con ellos primero haciéndolo despacio aumentando poco a poco la velocidad.

Horacio comenzó a gemir con descaro soltando una que otra maldición estremeciéndose bajo el tacto de los largos dedos del mas bajo.

—Gustabo, ah... mnhg...

—¿Te gusta?. — mordió el interior de su mejilla sintiendo como sus falanges eran absorbidas deliciosamente por el menor.

—S-si ¡No pares!.

Sus solas palabras exigentes bastaron para que sus dedos adquirieran más velocidad en su interior. Llevó la otra mano hasta su miembro goteante por la excitación, comenzándolo a masturbar al mismo compás.

Se encogió en su lugar largando un grito de placer. Los dedos del más bajo lamentablemente no alcanzaban su punto dulce pero sentir como era embestido por ellos era suficiente para enloquecerlo, sumándole a esto el que le diera también atención a su polla que no dejaba de palpitar deseosa requiriendo de mas atención.

De repente los movimientos de las manos del rubio comenzaron a disminuir. Horacio gruñó molesto ante esto y enderezó su cabeza buscando respuestas en sus ojos azules. Realmente lo estaba gozando ¿Por qué se detenía?.

Gustabo sacó sus dedos y aprovechando que ya se encontraba perfectamente dilatado, sin más mediación rodeó con su mano su propio miembro, lo aliñó con la cavidad trasera del menor y de una estocada entró en él completamente.

Lanzó otro grito por el placer y la sorpresa que esto le había provocado. No tuvo tiempo de asimilar que la polla de su compañero se encontraba dentro de su cuerpo cuando este comenzó a embestirlo con rapidez.

—¡Gustabo!. — un gemido lastimero salió de su boca, tiró su cabeza hacia atrás pegando su cresta contra el suelo. Las exquisitas sensaciones llegaron de golpe invadiéndolo, pensó que simplemente iba a morir de placer.

—Me... retaste a que... te follara. — era difícil formar bien sus oraciones debido a sus bruscos movimientos. Estiró las piernas del menor separándolas un poco más para tener mejor acceso en él. —V-vuelve a decirme lo de hace un... rato. — pidió con algo de vergüenza, no pudo evitar que sus mejillas se colorearan de un perceptible tono carmín.

El de cresta a duras penas pudo alzar su cabeza para mirarlo captando rápidamente a lo que se refería. Sonrió con sorna al ver su rostro enrojecido.

—V-vamos, papi, dame más. — gruñó viendo como Gustabo mordía con lujuria su labio inferior. Había descubierto un punto débil en él y ahora lo utilizaría a su favor.

Gustabo acrecentó sus embestidas apoyando ambas manos a los costados del mas alto, se inclinó hacia él comenzando a devorar su cuello con pequeños mordiscos. Escuchaba como gemía sin parar bajo su cuerpo y él por su lado, estaba gozando como nunca en su vida estando entre sus piernas.

Sopló un poco comenzando a acalorarse. Las gotas de sudor resbalaban por su frente y algunos pequeños mechones de su cabello dorado empezando a pegarse en esta.

Volvió a erguirse ahora queriendo cambiar de posición. Juntó ambas piernas del menor y las dobló apoyándolas sobre su pecho. Su miembro ahora entraba más apretado en su entrada lo que hizo que ambos gruñeran con satisfacción.

Entraba y salía de él con fuerza hasta volver a alcanzar un ritmo agradable. Buscaba poder tocar ese punto del que tanto se hablaba que lograba derretir de placer a cualquier hombre. Dando unos cuantos empujones más pudo darse cuenta que la expresión del de ojos bicolores cambió.

Sus gestos obscenos le indicaron que finalmente lo había hallado así que siguió embistiéndolo en el mismo lugar.

El pecho de Horacio subía y bajaba con rapidez y sus labios comenzaban a resecarse al permanecer abiertos.
La sensación de tener el falo de Gustabo golpeando sin piedad su próstata lo mareó por completo. No tuvo tiempo de decir algo más, su último gemido quedó atorado en su garganta cuando el orgasmo llegó hasta eyacular sobre su propio abdomen. Y fue aún más el éxtasis al escuchar como su amigo gemía por lo alto llenando su interior con su semen caliente.

Gustabo salió de él echándose a su lado sobre el piso. Estaba increíblemente agotado pero también complacido con lo que habían hecho.

El aparente inocente juego que habían iniciado terminó quedándose a segundo plano, terminaron follando como dos animales lujuriosos.

—¿Te das cuenta de lo que acabamos de hacer?. — volteó su cabeza hacia el más alto quien lo miró de vuelta sonriendo.

—Si... disfrutamos nuestro descanso después del trabajo, papi. — estiró su mano acariciando su mejilla sonrosada.

Gustabo rió quedamente. Si que lo habían disfrutado.

—En serio que no sé porque me gusta que me llames así. — admitió desviando su mirada.

—Si te gusta lo seguiré haciendo. — se acercó colocándose encima del rubio. Este lo miró curioso. —¿Podemos seguir jugando, papi?. — preguntó dejando unas cuantas lamidas sobre su cremoso cuello.

El rubio suspiró aferrándose a sus caderas. No estaría mal una segunda ronda

Historias Gustacio/PogacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora