🔞Una paja antes de dormir🔞

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Abrió los ojos de nuevo enfocando sus bicolores en el techo de la habitación. Resopló con molestia volviendo a jalar el tercio de la sabana que le correspondía, pues Gustabo se había empeñado a envolverse todo en ella.

Era una noche fría pero soportable. Después de todo afortunadamente tenía con quien compartir un poco de calor corporal en su amplia cama y aquello era suficiente para pasar una velada en tranquilidad.

Cerró los ojos despacio tratando de conciliar el sueño, se le estaba haciendo un tanto difícil ya que por alguna razón el rubio a su lado no paraba de moverse, pareciendo no poder hallar una posición relativamente cómoda en la cama o sabrá Dios que cosas estaría soñando como para que estuviese tan insoportablemente inquieto.

Estando boca arriba, se quedó completamente inmóvil cuando sintió de súbito un peso sobre su cuerpo. Volvió a abrir sus orbes encontrándose con que Gustabo aún dormido y roncando sonoramente, se había aferrado a él abrazando su pecho y colocando una de sus piernas flexionada sobre su cintura.

Una sonrisa enternecida se dibujó en sus labios al ver el rostro tan apacible que poseía su compañero teniendo su cabeza apoyada sobre su hombro.

No se le hizo extraño esta acción de su parte pues era algo de lo que ya estaba acostumbrado, pero lamentablemente a los pocos minutos esto ya se estaba convirtiendo para él en un gran problema.

A pesar del clima fresco, Gustabo esa noche en particular decidió que era buena idea dormir prácticamente desnudo con solo un bóxer puesto, siendo la única prenda presente en su cuerpo.

Al arrastrarse hasta su lado se había quitado la sabana de encima y gracias a la poca luz de la luna que entraba por la ventana del cuarto, podía apreciar casi a la perfección su figura.

No supo por qué de repente comenzó a estudiarlo con la mirada de pies a cabeza, deteniéndose en observar las facciones de su rostro. Vaya que era hermoso el condenado.

Dio un respingo al sentirlo moverse de nueva cuenta ahora sobre él. Removiendo la pierna que tenía pegada peligrosamente en su zona sensible una y otra vez. Tragó saliva con dificultad y suspiró comenzando a inquietarse.

Tenía que ser una broma.

Alzó los brazos tomando al rubio de la cintura con sumo cuidado de no despertarlo, con la intención de apartarlo de encima, pero como si hubiese querido lo contrario,
Gustabo casi se montó en él haciendo de la situación aún más complicada pues su entrepierna comenzó a rozar la suya de una manera preocupante.

Horacio intentó con todas sus fuerzas no pensar en nada indebido pero sencillamente la única idea que podía visualizar en su cabeza era que tenía un rubio precioso semidesnudo sobre su cuerpo, respirando pausadamente y tortuosamente en la piel de su cuello e inevitablemente sintiendo su miembro sobre el suyo.

Exhaló profundo y apretó los párpados con fuerza buscando no dejar que su racionalidad se fuera al demonio pero ya era demasiado tarde, la sangre se le fue rápidamente a la entrepierna y una vigorosa erección rebosó en el pantalón de su pijama.

Alarmado y sudando frío, con urgencia se deslizó despacio saliendo de la cama dejando al mayor recostado solo sobre ella.

Exitosamente se levantó comprobando de que Gustabo aún siguiera dormido y sin hacer ruido emprendió carrera en dirección al baño fuera de la habitación encerrándose en el.

Tomó una bocanada de aire y mordió su labio inferior bajando su mirada hacia el notable bulto que se asomaba de su pantalón. Había sido demasiado sencillo ponerse caliente con tan solo unos cuantos roces de su amigo.

Darse una ducha fría a esas horas y con el clima actual no era muy buena idea, además de eso estaba el hecho de que por más que tomara esa opción iba seguir sintiéndose encendido.

Se sentó sobre la tapa del inodoro y bajó su pantalón, acto seguido tomó el elástico de su ropa interior bajándolo solo lo suficiente para que su falo quedara libre.

Rozó el glande con la yema de sus dedos dejando unas cuantas caricias circulares sobre el.

Desde que había tenido sus primeros arranques hormonales de la adolescencia, al convivir con Gustabo era casi imposible no tener algún tipo de atracción sexual hacía él. Así que de hecho esta no era la primera vez que se haría una paja en su honor.

Suspiró entrecerrando sus ojos y tomando en la palma de su mano su prominente erección. Comenzó con un movimiento lento de arriba a abajo, la imagen del rubio apareció en su cabeza.

Gimió sintiendo el preseminal derramarse de su falo y lo esparció paulatinamente por toda la longitud, alzó sus caderas excitado empezando a aumentar poco a poco los movimientos de su mano.

Un par de gruñidos de placer y gemidos sin pausa escapaban de sus labios entreabiertos. Relamió sus belfos echando su cabeza para atrás, encerrándose a si mismo en una burbuja de exquisito placer.

El calor en su cuerpo se acrecentó y con el, el vaivén de su mano, masturbándose de forma frenética. Sin darse cuenta los gemidos de su boca comenzaban a ser más audibles.

Apretó su falo con fuerza y soltó un gruñido ronco cuando el delicioso calor en su vientre comenzó a arremolinarse en el. Aumentó su vaivén queriendo alcanzar el ansiado clímax.

—G-gustabo...

Susurró casi ahogándose con su saliva. Como deseaba que el mayor fuese quien le estuviera haciendo una paja. Daría lo que sea para que su mano fuera reemplazada por la de él.

—¿Horacio?.

Se detuvo de golpe y el corazón casi se le sale del pecho al escuchar aquella voz demasiado cerca. Horrorizado volteó hacia su costado encontrándose con el rubio de pie junto a la puerta del baño abierta, mirándolo con una expresión que en ese momento le resultó indescifrable.

Se quedó en su lugar petrificado, no sabiendo que decir o siquiera como reaccionar. Recordó que había cometido el error de no haberle colocado el pestillo a la puerta cuando entró.

—Gustabo... yo... no...

Después de unos eternos segundos atinó a balbucear con nerviosismo, completamente avergonzado sus mejillas se tiñeron de un notable color carmín.

Se levantó ligeramente del inodoro con la idea de salir de ahí y correr lejos hasta donde sus piernas lo llevaran, pero rápidamente y sorpresivamente fue empujado de nuevo en su lugar por las manos de Gustabo.

Lo miró confundido y asombrado ante su acción.

—¿Te ayudo?. — preguntó el rubio con una sonrisa pícara.

Parpadeó un par de veces no creyendo lo que sus oídos habían escuchado.

—¿C-cómo?. — aturdido se quedó observando al mayor desde abajo.

—¿Que si te ayudo?. — repitió ladeando la cabeza admirando curioso el miembro endurecido del menor. Horacio pudo notar esto y se estremeció completamente apenado.

—Eh...

Sus palabras se quedaron atoradas en su garganta cuando el rubio se arrodilló justo entre sus piernas. El corazón comenzó a palpitar en su pecho desbocado.
Aquello era tan surrealista como si todo fuese producto de uno de sus tantos sueños eróticos.
Se quedó atónito sin despegar sus bicolores del mayor.

Sin ningún permiso o alguna otra palabra por su parte, Gustabo envolvió su palma en la erección del menor y como si fuera algo natural en él comenzó a masturbarlo con lentitud sin perder de vista su propia mano.

Sintió un profundo hueco en su estómago y jadeó alto ante la sensación de ser tocado por el rubio. Todavía sin asimilar lo que estaba ocurriendo, un placer indescriptible recorrió su cuerpo.

—Gustabo... — mordió sus labios con fuerza colocando una de sus manos sobre la cabeza del mayor.

El rubio se aventuró a curiosear su longitud, acariciándola con los dedos, palpando el rojizo glande y finalmente aferrándose a su falo para hacer movimientos lentos y acelerados intercalándose entre el uno y el otro.

Todo esto hacia retorcer a Horacio de deleite y placer, el eco de sus gemidos rebotaban en las paredes del caluroso baño.

El único sonido que resonaba en el lugar era el de su voz agitada.

Arqueó su espalda y levantó su pelvis complacido con las constantes atenciones de Gustabo en su polla que no paraba de ser envuelta del líquido transparente que evidenciaba su increíble excitación.

Estiró su cuello y acarició los dorados cabellos del mayor indicándole con este gesto lo satisfecho que se encontraba.

Gustabo aumentó de golpe el movimiento de su resbalosa mano frunciendo el ceño ligeramente, concentrándose en darle el máximo placer a su amigo.

El menor jadeó sintiendo el orgasmo interrumpido de hace escasos momentos llegarle de nuevo. Sujetó con poca fuerza las hebras rubias del mayor contrayendo su vientre.

—¡Gustabo, me corro!. — avisó apenas volviendo a arquear su sudorosa espalda. Se desbordó cubriendo con su semen caliente la mano del mayor.

Su pecho subía y bajaba con rapidez tratando de regular su respiración dejando entrar el aire por sus labios entreabiertos.

—¿Te gustó?. — cuestionó mientras se enderezaba y tomaba un trozo de papel higiénico limpiando su mano de los pegajosos fluidos.

—Me encantó. — sonrió mirando embobado al mayor quien se volteó devolviéndole la sonrisa.

—Apuesto a que es mejor que yo te haga una paja a que te la hagas tu mismo.

—Sin duda alguna. — alcanzó el papel que le ofreció el rubio y se limpió para vestirse de nuevo.

—Entonces deberías pedirme ayuda más seguido. — rió levemente saliendo del baño.

Una tímida sonrisa asomó por los labios de Horacio. Tuvo que reprimir su deseo de decirle que todo aquello había ocurrido por su culpa.

Ahora nunca dudaría en pedirle su ayuda. Incluso gustoso lo comenzaría a hacer con muchísima frecuencia.

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⏰ Última actualización: Apr 30, 2022 ⏰

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