Parte II
"Horacio se ha despertado y Pogo quiere seguir jugando"
—Horacio —canturreo la voz burlona de Pogo.
Horacio abrió los ojos lentamente. Se sentía bastante descansado, hacía mucho que no dormía tan bien. Pudo comprobar que estaba en su habitación en la casa que compartía con Gustabo, quien ahora era controlado por Pogo desde semanas atrás.
Lo último que recordaba era estar follando con el payaso encima del capó del vehículo, recordar eso lo hizo sonrojar.
Algo adormilado, alzó la cabeza encontrándose a Gustabo frente a él con una sonrisa traviesa impregnada en el rostro. Seguía siendo Pogo y nuevamente tenía pintado sus labios de color morado.
—Estás despierto —observo soltando una risilla cubriendo sus labios con los dedos—. Eso es bueno. Tu y Pogo tienen algo pendiente.
—¿Eh? ¿A qué te refieres? —preguntó confundido frotando sus ojos para despejarse.
—Dormiste mucho —indicó —. Me aburrí y me puse a inspeccionar tu cuarto, encontré cosas muy divertidas.
Horacio, extrañado, frunció el ceño. Se sentó en la cama comprobando con cierto horror que toda su colección de juguetes sexuales estaba esparcida por la cama: dildos, esposas, vibradores, látigos, lubricantes e incluso condones de diferentes colores.
Su rostro se torno rojo de la vergüenza viendo como su pequeña colección estaba frente a él. No entendió por qué ese sentimiento se apoderó de él, no era ningún secreto que tuviera esas cosas y Gustabo las había visto más de una vez, sentir vergüenza no estaba justificado y aún así, frente a Pogo, no pudo evitarlo.
—Te gusta jugar rudo, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa maliciosa—. Te van eso de las cadenas y juguetes en pleno acto.
—¿A-a quien no? —repuso abochornado intentando calmar su intranquilo corazón.
Sin dejar de sonreír se subió sobre la cama y gateó hasta quedar encima de Horacio, quien estaba nervioso impaciente por ver qué ocurría.
Lo tomó del mentón y unió sus labios iniciando un dulce beso que fue escalando hasta convertirse en un beso húmedo que Horacio disfrutaba soltando leves gemidos como respuesta.
Aveces tenía sexo ocasional con Gustabo, eran pocas las veces que sucedía aquello pero cuando estaba con Pogo no había un solo día que no tuviera sexo, y le encantaba aquella atención.
Las manos curiosas de Pogo se deslizaron por su abdomen colándose por debajo de su camisa acariciando su morena piel.
Horacio se estremeció sintiendo como las caricias del payaso subían hasta su pecho y acariciaba sus pezones.
El rubio alzó su camiseta dejando su tórax descubierto, comenzó a dejar un rastro de besos de su cuello hasta uno de sus botones rosados el cual apresó entre sus labios succionándolo a la vez que atendía el otro con la yema de sus dedos intercalando su boca de un pezón al otro.
Con tan solo eso Horacio era un mar de gemidos y fue inevitable que su miembro se despertara ante las atentas caricias del payaso.
Masajeo su miembro ejerciendo una leve presión sobre este, Horacio apretó los ojos y enterró sus uñas en los hombros de su amigo.
—Para... Detente, es suficiente... —gimió sintiendo como perdía el juicio.
Al decir esto, Pogo se detuvo de inmediato dejando a Horacio confundido. Su sorpresa fue mayor cuando el payaso se apartó y se levantó de la cama dispuesto a irse.
—¿Qué pasa? —preguntó nervioso.
—Pogo no va a hacer nada que Horacio no quiera, si no quieres tener sexo «conmigos» no pasa nada —admitió limpiando su mano con el pantalón.
—¡No! ¡Espera! No me refería a eso. No quería que te detuvieras. Me estaba haciendo del rogar.
Pogo veía a un punto fijo de la habitación. Horacio se acercó un poco a él con mirada suplicante.
El payaso no parecía muy convencido de sus palabras mientras el miembro del menor palpitaba en busca de atención.
—Continuemos. No me dejes así, ¡vamos, tu iniciaste!
—Entonces —dijo volteándose y tomándolo de la barbilla ágilmente—. Pídemelo como se debe.
Un escalofrío recorrió su columna al escuchar el tono tan sensual que empleo.
—Pogo, follame. Te quiero dentro, soy todo tuyo. ¡Follame!
Adoraba sentirse bajo el control de Gustabo y Pogo cuando tenían relaciones.
Sin pedir más, el payaso se abalanzó sobre él otra vez comenzando a besar su cuello, le quitó los pantalones junto con la ropa interior para liberar su ya necesitado miembro.
Sin que Horacio lo notará, Pogo tomó uno de los juguetes sexuales esparcidos en la cama y lo colocó con un poco de brusquedad en su miembro, el de cresta se quejó débilmente bajando la mirada observando un anillo para pene aprisionando el suyo. Seguidamente, con unas esposas cubiertas con peluche rosado, lo esposo con las manos tocando su abdomen.
—Esto es muy fácil, mimosin. Si yo no quiero que te corras, no lo vas a hacer. Pogo lo va a decidir.
Horacio hizo una mueca, estaba muy duro y pese a que apenas empezaban, el simple hecho de saber que no podía correrse lo incitaba a querer hacerlo.
Pogo lo empotró contra la cama dejándolo con la espalda hundida entre las sábanas, se metió entre sus piernas separándolas y dejándolo más expuesto. Lo obligó a levantar los brazos sobre su cabeza a la vez que se acercaba a su pecho comenzando a lamerlo y a dejar pequeñas mordidas sobre este.
Atrapó entre sus dientes su botón rosado succionándolo con fervor. Horacio se retorció de placer debajo de él con esta simple acción mientras su otro pezón era atendido por los dedos del payaso retorciéndolos entre la yema de sus dedos.
Las manos del rubio acariciaron sus piernas subiendo hasta sus muslos recorriendo toda la piel que podía.
—Ah, Pogo... Deja de torturarme y métemela ya —suplico jadeante.
—Todo a su debido tiempo, «Horacios» —se mofó con una sonrisa traviesa en el rostro.
Se deslizó por la cama hasta que su cabeza quedó entre las piernas abiertas del menor, quien pensó que iba a recibir una felación pero obtuvo algo mejor.
Pogo bajó hasta su entrada rosada comenzando a rozarla con su dedo índice. Horacio movió la cadera impaciente porque el payaso continuará. Cumpliendo su silenciosa petición, sacó la lengua y la acercó a aquel lugar tan privado lamiendo la misma.
Una corriente eléctrica recorrió el cuerpo del menor sintiendo la caliente y babosa lengua del rubio lamer su entrada, gimió cuando este músculo estuvo en su interior retorciéndose y volviéndolo loco por unos momentos.
Su miembro erecto palpitaba impaciente por ser atendido, parecía querer explotar, las venas se le marcaban. No podía más, bajo ambas manos y comenzó a masturbarse haciendo un tintineo con las cadenas. Pogo se percató de lo que hacía y lo detuvo.
—¿Quién te dijo que podías tocarte? —gruñó Pogo—. Manos arriba de la cabeza.— De mala gana Horacio obedeció—. Buen chico, mereces una recompensa.
Atrapó entre sus labios el rosado glande del menor obligándolo a arquear la espalda. Mientras lamía el falo, metió tres dedos en su cavidad trasera penetrándolo con fiereza.
—Q-Quítame el anillo... Déjame correr solo una vez —pidió con los ojos cristalizados.
—No quiero —se burló sin detener sus acciones.
Una vez estuvo listo. El payaso se desvistió ante la lujuriosa mirada de Horacio, quien inconscientemente se relamió los labios y abrió las piernas invitando al mayor a adentrarse entre estas.
Aceptando la petición, se puso en medio de sus piernas, de inmediato Horacio lo abrazo con estas rodeando su espalda para acercarlo más a él.
—¿La quieres? —susurro restregando su falo contra el del menor.
—Si... Dámela toda.
Pogo sonrió victorioso. Dejó caer una gran cantidad de saliva en su miembro esparciéndola por toda su longitud. Alineó la punta en aquel agujero rosado y lo penetró de una estocada, un grito se quedó ahogado en la garganta de Horacio quien no pudo acostumbrarse pues el payaso comenzó a embestirlo ágilmente.
Llevó sus brazos hasta su cara para cubrirla intentando acallar los vergonzosos sonidos que salían de forma involuntaria de su boca.
—No te tapes la cara, quiero ver el rostro qué haces cuando te follo —indicó con voz ronca.
Su voz susurrándole al oído con aquel tono tan ardiente hacia que se derritiera bajo sus manos. Estaba a su merced y le encantaba. Gimió para él, Pogo sonrió complacido iniciando un rudo vaivén moviendo su cadera salvajemente. Su pelvis chocaba contra los glúteos del menor provocando un fuerte golpe de pieles llenando la habitación de este ruido.
Empujó las piernas del menor flexionándolas contra el propio pecho de este y así tener más libertad a su entrada, además esto hizo que las embestidas fueran más profundas. La próstata del de cresta fue fácil de encontrar y una vez la golpeó, comenzó a penetrarlo en esa zona mandando al cielo a Horacio, quien gritaba y gemía sin control.
Sus cuerpos comenzaron a perlarse de sudor adhiriendo su piel con la del contrario, en otras circunstancias esto les parecería asqueroso pero tenían otras cosas en mente en ese momento.
—¡Ah, si! ¡Tan profundo, dame más! ¡Más rápido, más rápido! —grito extasiado.
El más bajo acato la orden moviendo su cuerpo lo más rápido posible pero Horacio seguía pidiendo más placer. El payaso bufo sintiéndose impotente. Quería complacer a su compañero pero le era imposible darle más, cosa que Horacio deseaba fervientemente.
Decidido a hacer que lo disfrutara, lo tomó de la cintura y lo volteó para que quedara en cuatro sobre la cama. Con una pequeña llave, el payaso desató las manos del menor pero antes de que pudiera cantar victoria, puso sus manos detrás de su espalda y volvió a esposarlo dejándolo sin ningún soporte. El rostro de Horacio se hundió en el colchón dejando su trasero al aire sin posibilidad de poner las manos para elevarse.
Sin dejar de moverse, el payaso deslizó su lengua a través de la morena espalda del menor mientras tomaba uno de los tantos dildos esparcidos en la cama. Era bastante grande, se notaba que Horacio había gozado con ese juguete muchas veces. Alcanzó un bote de lubricante esparciendo el contenido de este sobre el pedazo de plástico. Sujetándolo con firmeza, lo colocó en su entrada.
—Respira, sé que puedes tener dos dentro.
Horacio, sin comprender, volteó su sudoroso rostro hacía Pogo. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando sintió otro intruso queriendo ingresar en su interior.
—Pogo está aquí, Pogo está aquí, tranquilo —repitió acariciando su espalda—. Horacio necesita relajarse.
El menor apretó la mandíbula mientras el dildo se deslizaba encima de la polla del rubio, quien jadeo al notar aquel espacio más apretado.
Se sentía muy lleno, estaba en el cielo y no quería volver a la realidad.
Cuando todo el juguete sexual estuvo dentro, el payaso lo dejó descansar un momento antes de embestirlo sacando y metiendo el dildo dentro de él a la vez que lo penetraba con su miembro.
Sus piernas temblaban violentamente con cada nueva estocada, no podía más, el placer que le era entregado no podía compararse con ningún otro, estaba enloqueciendo lentamente.
Sus gemidos y gritos salían sin control mientras un hilo de saliva se deslizaba por la comisura de su boca.
—¡Ah, por favor! ¡Déjame correr, quiero correrme ya, Pogo, por favor. ¡No aguanto más! —chillo desesperado.
Pogo sonrió antes de quitarle el anillo. Un alivio recorrió el cuerpo de Horacio y finalmente pudo tener su anhelado orgasmo que lo obligó a gemir el nombre de su amigo entre gritos y lágrimas de placer.
Al sentir al menor retorcerse debajo de él, junto con la bella imagen de Horacio babeando su nombre, fue inevitable correrse en su interior permitiendo que el clímax lo envolviera en sus brazos.
El silencio reino la estancia por unos momentos permitiendo que una paz temporal los envolviera.
Con la respiración agitada, el payaso salió de su interior permitiendo que el semen se deslizara por los muslos temblorosos del de cresta. Pogo le quitó las esposas definitivamente permitiendo que cayera rendido a la cama. El poco rímel que quedaba en sus pestañas se esparció por su rostro gracias a las lágrimas. No podía más, había recibido demasiado ese día. Su mente estaba hecha un desastre tratando de reponerse de aquella deliciosa locura.
—Te lo «devuelvos» —susurró el rubio en su oído antes de alejarse.
Horacio sintió el calor del Payaso abandonarlo antes de relajar su cuerpo por completo, sus ojos se cerraron debido al cansancio y se quedó dormido.
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Un fuerte chillido lo despertó de su siesta seguido de las palabras:
—¡Mi cadera! ¡Horacio!
El mencionado, algo asustado por el repentino grito, volteo al lado contrario de la cama encontrándose a su amigo acostado sobre su pecho encima de las sábanas incapaz de moverse.
—¡Ah! —grito desgarrándose la garganta.
—¿Gustabo? —preguntó sorprendido.
—¡Joder! ¿Qué coño hicimos? ¡Me duele!
—Ya somos dos —reclamo alzando una ceja sintiendo un leve pinchazo en su espalda baja, su cuerpo ardía gracias a las incontables mordidas que marcaban su piel.
—¡Ah! —grito una vez más.
Pese a todo y aunque estaba aturdido por sus gritos, Horacio se abalanzó sobre Gustabo rodeándolo con los brazos.
—Estoy muy feliz de que volvieras... Pensé que te había perdido —admitió sintiendo sus ojos aguarse. Pogo por fin le devolvió a su amigo.
Gustabo sonrió con dulzura y se dispuso a acariciar los brazos del menor pero se detuvo al notar varios arañazos marcando su piel, todo su cuerpo estaba cubierto de marcas rojizas.
Se asustó al pensar que él había provocado eso en su amante. Horacio lo sintió tensarse bajó su abrazo y se apartó para tomarlo del rostro viendo sus ojos llenos de horror.
—¿Yo te lastime?
—No, bebé. Tranquilo, lo disfruté mucho y tu también parecías bastante satisfecho.
—Pero tu cuerpo...
—No me molesta en lo absoluto. Me gusto mucho, enserio. —hizo una pequeña pausa— pero estoy muy cansado, durmamos un rato, bebé. Tal vez eso ayude a tu cadera. Luego te cuento todo lo que pasó.
Gustabo asintió atrayendo al moreno a su pecho, quién se acurrucó en este. El rubio acarició la despeinada cresta de su amigo antes de cerrar los ojos y dormirse junto a su amante sabiendo que esa no sería la última vez que Pogo apareciera.
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Historias Gustacio/Pogacio
Fanfictionhistorias de: @lovsscherry / 𔘓lαlα @Emil_neul / Emil Neul Derechos a su respectivos creadores