Capítulo I

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[Pov: Zoe]

¿Alguna vez has imaginado a una persona... simplemente única? Única, hermosa, capaz, perfecta en todos los aspectos de la vida, que tiene la vida resuelta y todo el dinero que te puedas imaginar. Sí, exacto, esa soy yo: Zoe Lewis. La chica que tiene y tendrá todo lo que quiere. La que disfruta de patear nerds en la nariz, gastar miles de dólares en maquillaje y prendas costosas, vaciar los centros comerciales y estar al último grito de la moda. No voy a negar que tengo mucho que presumir, desde un cuerpo esculpido por los dioses hasta un rostro que iguala al de la misma afrodita. Cabello rubio como el oro, ojos azules como zafiros, y no, no son lentillas, son pura belleza natural. Mi piel blanca como una perla de la mejor joyería. Y mucho más que decir, pero las palabras sobran y a diferencia de muchos, yo no soy una extra.

¿Qué puedo decir? A veces hasta me lamento de tener que compartir clase con semejantes segundones. Desgraciadamente, hoy tengo que hacerlo y me asfixia tener que respirar el mismo aire que ellos. Deberían estar agradecidos de tenerme en el asiento contiguo, no, deberían arrodillarse y agradecer la dicha de creer que pueden verme a los ojos siquiera. En fin, hora de ir a clases. ¿Dónde dejé mis libretas? No me importa, haré que alguien me dé las suyas y listo. Simplemente agarré mi perfecta y para nada sucia mochila y me fui escaleras abajo para salir de mi hermosa, lujosa, grande y adorada "casa". Y ahí estaba mi muy humilde chofer personal, listo para abrir la puerta y llevarme a la cárcel que llamo Instituto. No tengo nada que ver afuera, así que, naturalmente, pienso subir la ventanilla para disfrutar de mi muy necesitado aire acondicionado. A lo mucho podría observar de pasada las vitrinas de las tiendas de ropa para nada interesantes. No pienso comprar nada de un puestecillo barato que ofrece ropas que se rompen tras un solo uso, menuda estafa. O sea, sé que hay que ganarse la vida, pero tampoco se puede ser tan descarado.

Estuve a punto de volver a quedarme dormida, ¿Qué acaso no puede conducir más rápido este bueno para nada? Otro poco y tal vez nunca llegaba a tiempo. Salí del auto y cerré la puerta como se me dio la gana. Pensé que iba a ser un buen día desde que me desperté de buen humor y era viernes, pero no, ahí estaba la única cosa que me arruina cada maldito día de mi perfecta existencia. Esa sucia nerd, esa ramera que se atrevió a quitarme, probablemente, la única cosa que pude querer sin que nadie me la trajera: Byron Kane. Tiene todo lo que las cualquieras de este instituto pueden querer. Es atractivo, inteligente, atlético, popular con las chicas, en fin, es perfecto, casi tanto como yo. Por ende, alguien que cumple mis estándares debería caminar a mi lado y no al lado de una nerd, estúpida, simplona, sabelotodo, come-libros... Esa tonta de Lizy Rivers. ¿Qué le ve a esa cualquiera, don nadie, rata de biblioteca, pecho plano y regla de medidas? es que, literalmente, la única curva que resalta es la de su cráneo y porque su cerebro no crece más porque no puede. Es... Es... Una bombilla, literalmente. Mucho arriba y poco abajo. El nombre le queda como anillo al dedo, esta lisa como una tabla y aplanada como masa con rodillo. Repito, ¿qué le ve? ¿Le sopla las respuestas? Lo dudo, Byron no es subnormal, o bueno, sí, un poco. A lo mucho, miope, tal vez esté drogado y ve distorsión en las proporciones, sí, eso debe ser. No veo otra excusa para este escenario.

Como que alguien arruinó mi mañana, yo arruinaré la suya. Todos sabemos cómo son de desastrosos los estudiantes para entrar al instituto, se amontonan, se empujan, se pegan, etc, etc, etc. Sería una lástima que yo tuviese una malteada costeada recientemente y esté llena al tope, tanto como para que al más leve empujón todo se derramase y nadie pudiese hacer nada para evitarlo. Me fui a una máquina expendedora y compré un café, caliente, oscuro, apto para manchar la ropa blanca y que la mancha y el olor persistan por todo el santo día, sería una barbaridad que fuese a parar a su pelo tan horrendo y para nada bien peinado. Espero que le guste su nueva colonia...

Como soy perfecta hasta para caminar, me fui luciendo en todo su esplendor mi preciosa persona, un monumento, sin dudas. Abrí mi precioso café negro, bien pagado y bien utilizado y me aproximé como toda persona natural, a la entrada del instituto donde las bestias estaban empujándose por ver quién mierdas entra primero. Me abrí paso y esperé a que el primero me empujase. Claro, un idiota que más encima de aprovecharse para tocar donde no era y llevarse una patada en la entrepierna de regalo, me facilitó el trabajo y el café voló por los aires hasta ir a parar sobre la cabeza de aquella bombilla sin prender. No hace falta decir que media escuela, digo, escuela y media se rió de ella, y ahí fue la perra lastimera a hacerse la víctima, que lo era, doloroso de admitir, pero lo era. Ya quisiera ella que pensase así, aquí la víctima soy yo y va a pagar por lo que me hizo. Naturalmente que, como toda inútil que no sabe encarar las cosas, salió corriendo de allí y se fue a llorar a cualquier baño maloliente y cercano que hubiese. Querida, por favor, en el raro caso de que yo, esta perfección, tuviese que llorar, mínimo me voy a donde no pueda verme la cara arrugada de pasa que tienes cuando chillas como cerdo en matadero.

Desgraciadamente, Byron fue tras ella, ¿no conforme con tener a media escuela en su contra por estar con el chico popular, se hace la víctima para que vaya a lamerle las heridas? No sé si es tonta, inteligente, zorra, atrevida o sus agallas superan el tamaño de su cabeza. Pero sí sé que, con cada una de sus escenitas, las chicas le tienen más manía y yo quedo blanca como la rosa del edén, que lo soy, que no quepa la duda, lo soy.

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