Capítulo II

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[Narrador omnisciente]

Zoe observaba a la multitud de estudiantes que tenía enfrente reírse del incidente reciente. Si bien estaba complacida de lo que había provocado, no le parecía suficiente, no entendía por qué su chico ideal le había ignorado como aire solo para ir con la chica que tanto detestaba, de nombre Lizy. Pero Zoe no quería entender que, para Byron, el maquillaje, el dinero y una cara bonita no lo eran todo. A diferencia de Lewis, Rivers era humilde, servicial, prestaba su ayuda a quien lo necesitara sin esperar nada a cambio o cobrar favores. Hacía lo mejor que podía día a día para sonreír a pesar de ser el objeto de burlas de todo el instituto. Buscaba ser alguien en la vida que no dependiese de la humillación ajena. A Byron le gustaba su sencillez, Lizy no iba a su lado por ser el chico más popular, o por ser atlético, o por tener un rostro bello. Ella no era materialista. En ese sentido, ambas chicas eran totalmente opuestas, sin embargo, Zoe era terca, muy por encima de su ego que ya rozaba lo celestial -no por cualidades, sino por altura-, se hallaba su necedad a aceptar la realidad. Era obstinada, se le había criado como una hija mimada y consentida que creía poder tener todo cuanto quisiera sin tener en cuenta que las personas no son objetos al que puedas poner una etiqueta con su nombre.

Nadie podía negar que Lewis era el centro de atención las 24 horas del día, claro, eso para las hienas que preferían ver su cuerpo y no su personalidad, aunque esta tampoco fuese a sumar puntos a lo que la mayoría de la gente veía. Viendo que su plan quedó en un irremediable fracaso, caminó recta y serena hacia su salón de clases con el fin de olvidar todo mirando por las ventanas o llenando su cuaderno de garabatos, aunque más que eso eran autorretratos suyos donde no paraba de exagerar sus facciones hasta el punto de plasmar en una esquina de la hoja de los apuntes una especie de mini-busto con su rostro y estrellas alrededor. Se había construido su propio hall de fama en su mente y parecía que no se dignaría a descender por las escaleras de la realidad muy pronto.

Byron corría por los pasillos en busca de Rivers, quien era condenadamente rápida para escapar. Si tan solo se expresara tan bien como corría para esconderse. Lizy solía cambiar su escondrijo para llorar cada semana y no aportaba mucho que su llanto fuese tan bajo como el sonido de la llovizna. No iba a preguntarle a nadie si le había visto, sabía que no aportarían nada más que comentarios despectivos sobre ella. Salió al patio, regresó, subió a la azotea y volvió a bajar, pero ella no estaba, lo que significaba que al menos estaba dentro de la edificación, la cuestión sería averiguar en qué planta y en qué sección estaba ella. Cansado ya de correr, procedió a caminar mientras intentaba hacerse una idea de dónde se escondería si no quería que nadie le encontrase. Bueno, si fuera chica, sería en un baño de su género, era obvio, pero tampoco es como que fuese a entrar a uno siendo chico. Aunque sí que podía llamarle, era seguro que le respondería. Buscó en cada maldito baño para chicas que hubiese y llamó su nombre. Como dicta el dicho, a la tercera fue la vencida, y Rivers apareció. Tenía los ojos enrojecidos al igual que su nariz, su cabello era un desastre y su camisa estaba levemente mojada por las lágrimas que no paraban de salir y escurrirse por su rostro. No iba a negar que no le gustaba verle así, pero tampoco es como si estuviese muy de acuerdo con que Lizy huyera siempre de los problemas. Una de las cosas que le propuso cuando comenzaron a salir era que él sería su apoyo para ayudarle a dejar de lado esa actitud cobarde, pero mucho resultado no daba. Rivers no ponía nada de su parte y siempre acababa de la misma manera.

Byron odiaba verla triste. De nada servía decirle algo ahora. La abrazó y ella sollozó en sus brazos.

- ¿Cuándo dejarás de huir de los problemas? _le cuestionó Byron, escuchando su llanto que a estas alturas se hacía incesante. Lizy no podía ni sabía qué responder. Sabía que él tenía razón, pero no era tan sencillo buscar un cambio cuando toda la vida habías permanecido en una zona de confort con el objetivo de escapar de la dura realidad como siempre hacía. A estas alturas, ya dudaba de poder cambiar, no se atrevía a dejar su caparazón y refugio_

-No es tan fácil, Byron. Tú no lo entiendes, a ti nunca te han molestado, eres el chico con el que todos quieren hablar y del que nadie se burla _comentó ella a duras penas debido al llanto. Las palabras le habían llegado como un guantazo. Y es que no esperaba algo así de ella. Desviar la pregunta con una respuesta como la que le había dado le había hecho plantearse de qué manera le veía Rivers realmente_

-¿Eso piensas de mí, Lizy? _Inquirió el chico. La castaña se dio cuenta de que sus palabras habían lastimado a Byron_

-Perdón _musitó Rivers con arrepentimiento_

Byron decidió ignorar lo que en realidad quería hacer y volvió a abrazar a su novia. Lizy lavó su rostro y luego salieron juntos del baño. Caminaron dados de las manos hacia el salón de clases. El resto del día transcurrió con tranquilidad, la rubia esperaba ansiosa la clase de deportes, era la única en la que coincidía con Kane. Verlo haciendo ejercicio le recordaba cómo se habían conocido, por desgracia para la rubia, Rivers también coincidía con ellos. Por supuesto, Zoe no podía perder la oportunidad de cobrarle a Lizy todo lo que había sufrido por Byron. Ambas estaban juntas en el equipo de volleyball, y Rivers era la peor cuando a deporte se refería. La castaña recibía varios golpes de la pelota de manera “accidental”. Para cerrar el día Lizy volvió a salir corriendo, con la diferencia de que esta vez Byron no fue detrás de ella. Zoe regresó a su casa con una sonrisa de satisfacción en su rostro, tenía el presentimiento de que las cosas con Byron se arreglarían pronto, la misma Lizy con su actitud la estaba ayudando a que eso sucediera. Entró a su habitación, tirando sus cosas por doquier. Se cambió de ropa y se comenzó a contemplar delante del espejo, pero esta vez no era su perfecto reflejo lo que mostraba el espejo.

-¿Te diviertes?

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