Capítulo XXIII

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Zoe;

La duquesa me observaba con los ojos entrecerrados mientras yo me esfuerzo más de lo que debería levantando unas pesadas cajas llenas de zapatos y vestidos que la princesa le había regalado. Mandó a tirar la mayoría de sus cosas, alegando que no eran dignas prendas para la madre del futuro rey. Por supuesto, me quedaría con una que otra prenda, uno nunca sabe cuando pueda necesitar algo elegante. Limpié toda la habitación, acomodé los vestidos, zapatos y maquillaje nuevo. Comenzaba a ver borroso, mi estómago necesitaba comida urgentemente, cuando logré terminar con las tareas que me habían encomendado me dirigí a la cocina.

-¡Mamá! _Exclamé con felicidad, jamás había sentido tanta alegría por entrar a la cocina. Eran pasado las once de la mañana. Mi progenitora se volteó con una enorme sonrisa y caminó en mi dirección. Sus brazos me rodearon en un abrazos que no dudé en corresponder. ¿Será posible que este siglo me esté cambiando? Platiqué un rato con mi madre sobre cosas triviales, al parecer la duquesa prepararía un enorme almuerzo para celebrar que Max se encuentra bien, ¿no se suponía que estaría en reposo unos días? Seguramente intenta acercarlo al detestable bombillo_

Paso por mi habitación, me cepillo los dientes, me doy un rápido baño por temor de volver a enfermarme. ¿Desde cuando no me baño con agua caliente? Me encojo de hombros, me alegra muchísimo que el cuartucho se encuentro solo, o al menos, lo estaba. La puerta se abre dejándome ver a la castaña atrevida de esta mañana. No logro ocultar mi molestia, es una suerte que Max la pusiera en su lugar. Ella se cepilla frente al espejo, me recojo el pelo y me coloco el típico pañuelo. Debo alimentar a los caballos, siendo completamente honestos, prefiero hacer eso antes que tener que soportar los gritos de la payasa mayor.

-Hoy tuve mi primer acercamiento con el duque, si hubieras visto como me miraba _Musita entre suspiros. Me volteo y la observo con una ceja enarcada. Yo estaba presente y la única mirada que distinguí por parte de Maximilian era de desprecio y aburrimiento. Pasé de ella y me encaminé a la puerta. Por sopuesto, no se quedó conforme con mi respuesta_

-Tu actitud me confirma que los rumores son cierto, Sieglinde. Te interesa el duque, ¿cómo pudiste hacerme algo así? Yo llevo muchísimo más tiempo que tú viviendo en esta casa, lo conozco desde pequeño y....

Suspiré con pezades, ¿en verdad estaba siendo tan patética? En primer lugar el duque no es un objeto de su propiedad. Él puede estar con quien quiera cuando quiera, exceptuando a Lizzabetta y a la chica frente a mí. ¿Qué hice tan mal para merecer algo así? Suficiente tenía ya con la sombrilla descolorida, como para que también se sume otra a la lista de: ¡Queremos casarnos con Maximilian! No sé con exactitud que pretenden, pero no les dejaré el camino tan fácil. Sonreí de medio lado con suficiencia, la aparté del camino sin responderle, alguien con tanto descaro no merece siquiera que pierda mi tiempo respondiéndole. Camino hasta las caballerizas, sujeto el balde de manzanas que saqué de la cocina. Le doy varias a los caballos, los baño, cepillo y les echo el heno que le corresponde a cada uno. Vuelvo a bañarme cuando la duquesa solicita mi presencia en el comedor para que sirva el famoso almuerzo. Max está sentado al lado de Lizzabeta, la cual se encuentra a la derecha de la urraca. Consuela observa cada uno de nuestros movimientos con cautela, ¿qué no tiene nada mejor que hacer? La supuesta mejor amiga de la verdadera Sieglinde no para de darle miraditas al duque, para su mala suerte "su alteza" también las nota y la fulmina con la mirada.

-Hoy en la tarde me gustaría que me acompañara a caminar _Inquiere Maximilian, detengo cada uno de mis actos. Algo que no me gusta se instaura en mi pecho. Me recupero en segundos, no quiero que nadie note que me afecta la proposición del duque hacia el inodoro con peluca. ¿Pensé que la detestaba? ¿Por qué la invita a caminar? La sonrisa triunfante de la payasa, ahora mejor combinada gracias a mi buen gusto, me permite comprender que todo es obra suya_

-Por supuesto, le asignaremos una doncella para cualquier contratiempo _Agrega la progenitora del duque. No, no, no y no. Me rehúso a tolerar semejante castigo, podría arruinar su caminata, al igual que lo hice con el paseo a caballo, sin embargo, siento que podría explotar de tal manera que ni siquiera Maximilian podría salvarme esta vez de la horca_

Como si alguien quisiera acabar con el buen humor con el que había despertado, me vi obligada a ser la acompañante de la "hermosa pareja." Visitamos una parte de la propiedad que jamás había visto en mi vida. Era una cascada hermosa, los pájaros y demás animales se acercaban a beber agua. En mis múltiples viajes por el mundo jamás había visto nada tan hermoso. La sombrilla fluorescente y el duque de mierda sonríen en la lejanía. ¿Por qué sonríen? Aprieto las flores que el bombillo parlanchín me envió a recoger, ¿acaso no tiene manos?

-Sieglinde, vi otro tipo de flores más lejos, las quiero _Demanda y bufo por lo bajo. Camino hasta ver las malditas, pero hermosas flores. ¿Si le echase algún insecto en su vestido podría acabar con la plática? Niego para mis adentros, sería algo demasiado pequeño. Debo hacer algo tan épico que Lizzabeta pierda las ganas de intentar otro encuentro romántico con el duque. Acomodo el ramo de manera tal que la la princesita se pinche un poco con las espinas. Camino hasta ellos, Maximilian está de espaldas y ella me observa con una amplia sonrisa, frunzo el ceño, ¿qué bicho le picó ahora? Entiendo el por qué de su felicidad cuando sujeta al duque de la camisa y une sus labios a los de él. Siento mi corazón latir en mis oídos con fuerza, mi vista se empaña. ¿Por qué él no se aparta? Las flores caen de mis manos y limpio con brusquedad la lágrima que bajó por mi mejilla. Me volteo y camino hasta la casa, no me importa cuán fuerte pueda ser el castigo después. Entro a mi cuarto y me dejo caer en la cama, ahora sí me quedó perfectamente claro que Maximilian no es muy diferente de Byron_

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