Capítulo XXXIX

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Un mes después:

Zoe;

Me aferro a la almohada con fuerza, las lágrimas bajan por mis mejillas; los sollozos no se quedan detrás. Soy una persona fuerte, sin embargo, me resulta imposible fingir que no duele. ¿Cómo hago que deje de doler? Escuchar la confesión de Lizzabetta fue un balde de agua fría que envió al diablo todos mis sueños y planes futuros. Sé que teníamos muy difícil la tarea de establecer una relación, siendo él un duque y yo la dama de compañía de la duquesa. Lo único que tenía claro era su amor hacia mí, amor que no era verdadero; de ser así no se habría acostado con la princesa. Lo peor de todo es que ya el rey lo sabe y no para de hablar de su futuro nieto. En un inicio la ira que destilaba era demasiado evidente, no le agradó mucho la idea de que su hija tuviera relaciones antes de la boda.

Maximilian como el caballero que no demostró ser conmigo, dio la cara ante el rey Archer. Le aseguró que jamás dejaría a Lizzabetta sola, y que amaba profundamente lo que ella llevaba dentro. Gruño por lo bajo, al menos he conservado algo de dignidad; ya que a pesar de no poder aparentar que todo está bien, solo me permito llorar cuando me encuentro a solas en mi habitación. ¿Cuándo fue la última vez que salí del cuarto? ¿Hace tres semanas? ¿Quizás dos? ¿Quién sabes? Mi madre abre la puerta de mi recámara de forma abrupta, sobresaltándome con tal acto.

-¡Es suficiente! No soporto verte de esa manera, Sieglinde, desconozco los motivos que te tienen así de triste y deprimida; pero no por ello permitiré que permanezcas encerrada un día más. _Sentencia mi progenitora, señalándome con su dedo índice y el ceño fruncido. Me incorporo en la cama y la observo por largos minutos, los cuales fácilmente podrían confundirse con horas_

-Estoy bien. _aseguro, restándole importancia al asunto. Limpio las lágrimas con brusquedad e intento sonreír un poco; sonrisa que es evidentemente más falsa que los hermosos cabellos de la duquesa_

-Te conozco como la palma de mi mano, y no estás bien. Ya no tienes ese brillo tan especial en la mirada, mucho menos la alegría tan contagiosa y única que poseías; ni hablemos de la buena suerte que han tenido los futuros novios y la duquesa este último mes. _cuestiona con preocupación, suspiro por lo bajo. ¿Debería contarle todo? ¿Será correcto abrirme con alguien por segunda vez en mi vida? Tengo claro que ella no es Maximilian, mi madre jamás podría mentirme o romper mi corazón con falsas confesiones de amor. Las últimas palabras del duque hacia mi persona llegan a mi mente y las elimino con la misma rapidez con las que llegaron_

-Mamá yo...

Mis sollozos inundan la habitación por septuagésima vez en el día. Mi progenitora me rodea en un abrazo que me hace sentir segura y alivia un poco todo el dolor, la decepción y el enojo que he estado sintiendo desde el día que supe que los próximos reyes de Inglaterra están esperando un heredero. Si estuviera en el siglo XXI, no me preocuparía, ya que el duque podría hacerse cargo del bebé sin tener que casarse; pero me encuentro en el siglo XIX y no es cualquiera la futura madre de su hijo. No me pregunta nada, simplemente deja que llore en sus brazos. No sé durante cuánto tiempo estuve así, llorando cual niña pequeña.

-Eran ciertos los rumores sobre el duque, ¿no es así? _más que una pregunta, parece una afirmación. Sorbo mi nariz con un pañuelo y me limito a asentir. Ello no me reprende con la mirada, mucho menos me grita o se aleja de mí_

-Mi pequeña, Sieglinde, el amor de por sí, duele, más aún si se trata de uno imposible. _concluye, ¿por qué? Es la pregunta que más me he repetido desde el primer día. De todos los hombres que hay en este lugar, ¿tenía que fijarme justamente en el antepasado de Byron? Estúpidamente pensé que con él sería diferente, puesto que Max me ayudó a comprender que nunca me enamoré realmente de Byron, más bien, era un capricho por ser él la primera persona en decirme que no_

-Yo pensé que me amaba sinceramente y..._musito, o al menos lo intento. ¿Puedo ser más patética? Meneo la cabeza e involuntariamente sonrío, me rio de mi propia desgracia. ¿Hasta cuándo pienso estar así? No quiero sentirme un excremento andante toda mi existencia. Los ojos preocupados y cristalizados de mi progenitora me hacen saber que realmente le duele verme así. Debería ser normal para mí que mi madre esté preocupada; pero como ya dije anteriormente en mi antigua vida jamás tuve una_

-Todo va a estar bien, yo no te voy a dejar sola. ¿Te parece bien que nos marchemos después de la boda? _pregunta, me alejo un poco de ella y la miro como si tuviera dos cabezas. ¿Irnos? ¿Dejar lo único que conozco atrás? ¿Trabajar para otras personas? Niego frenéticamente, humecto mis labios y decido responder el porqué me niego a su proposición_

-Estoy enamorada de Maximilian, lo amo como posiblemente jamás volveré a amar a nadie, sin embargo, no pienso huir. Voy a seguir trabajando para la duquesa, después de la boda la nueva familia se quedará viviendo en el palacio y la madre del novio regresará a su casa; por obvias razones nosotras lo haremos con ella_

No me marcharé como una cobarde que no puede enfrentarse a una situación que la vida me impuso. Soy Zoe Lewis, viajé en el tiempo, y estoy viviendo la vida de mi antepasada; pude con ello, me acostumbré a vivir en un lugar donde no soy rica, en el que me conocen por ser hija de la cocinera. ¿Por qué no podría con el desamor, la falta de carácter y la falsedad de un hombre? Me limpio las lágrimas una vez más, me levanto de la cama; también me despojo de la bata de seda que me había colocado después de bañarme en la mañana y observo a la mujer que me dio la vida.

-Voy a volver a ser la misma de siempre, no pienso derramar una sola lágrimas más por alguien que no merece nada de mí. Es una promesa mamá y créeme que yo no soy el tipo de persona que hace promesas que no va a cumplir. Déjame sola, necesito arreglarme, hoy sí asistiré a la cena real. Es la hora de enfrentar la realidad_

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