Capítulo XV

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Maratón 1/5.

Zoe;

Me quedé muda mientras veía la expresión de la chica que tenía en frente, la cual parecía no dar crédito a lo que estaba ocurriendo. Su vestido, que tan orgullosamente presumía, ahora era un gran desastre. El grito agudo de la duquesa, cargado de espanto, taladró mis tímpanos, era insoportable, pero yo no podía apartar los ojos de aquella chica con un rostro tan familiar. Inmediatamente la duquesa se acercó corriendo y comenzó a disculparse infinitamente con la chica mientras los nobles cuchicheaban al respecto. En parte me sentí bien al arruinar a esa cretina que se pavoneaba delante de mis narices acaparando la atención de los demás. Yo debería estar presumiendo mis divinos dotes, no esa tabla en vestido. Independientemente de lo que pensaba, debía mantener mi actitud de buena oveja o lo siguiente que acontecería en mi vida sería una ejecución para nada grata. No quiero ser decapitada, por lo que debo tragarme mi orgullo y disculparme lo más “humildemente” posible con esa fulana. Me lancé de rodillas al suelo emitiendo mis más “sinceras” disculpas mientras la chica me fulminaba con la mirada y la duquesa me insultaba en 20 lenguas diferentes. Maximilian se mantenía en silencio, aunque sus labios temblorosos me daban a entender que estaba muriendo de la risa internamente. Al menos alguien acá si tiene sentido del humor y aprecia un chiste bien hecho.

-¡Lo siento muchísimo, soy tan torpe! _exclamé, rogando su perdón, la duquesa tiró de mi mano con algo de hostilidad y me maldijo en voz baja_

-Mucama inútil, mira lo que haces. ¿Tienes alguna idea de a quién has osado humillar con tus tonteras? Estás ante su alteza, la princesa Lizzabetta. _murmuró en mi oído de mala gana. ¿Princesa? ¿Este parapeto mal pintado es una princesa? De no ser por mi actual situación me estaría desternillando de la risa. Las princesas deben ser más altivas, brillantes, hermosas, de buenas proporciones y cultas, alguien así sería como muy... En fin, esa cosa lo único que trae de princesa es la diadema y el título_

-Mis más sinceras disculpas, alteza, no era mi intención ofenderla.

-Perdone su falta, alteza _intervino Maximilian una vez logró calmar su risa. Espero yo que no estuviese riéndose de mi humillación al inclinarme ante este imperdible de pañal vestido_A veces es un tanto torpe, es algo que no puede controlar, pero es una buena doncella cuando se lo requiere, por lo pronto, nos encargaremos de castigarle debidamente por la afrenta. _habló cordialmente, la princesa permaneció observando su rostro, casi embobada, pero inmediatamente se recuperó  y entre torpes tartamudeos respondió al duque_

-S-Sí, claro, solo es un vestido. De todos modos no puedo esperar nada mejor de una mucama de baja clase. Duquesa, por favor, ¿me ayudaría alguien capaz con este problema? _habló esta vez a la duquesa, quien inmediatamente respondió a su cuestión_

-Por su puesto, alteza, por otro lado… _musitó, viéndome de mala gana_ Tendrás un muy severo castigo por esto…

La princesa le restó la máxima importancia a su vestido. En el instante en que la duquesa llamó a por alguien que acompañase a Lizzabetta, esta se negó, expresando su deseo de que fuese el duque quien le acompañase y de paso le permitiese un recorrido por la gran residencia, alegando que era la primera vez que dejaba su hogar para bajar a las calles de su reino. El duque no pudo negarse, pero claramente vi en su cara su enorme deseo de no hacerlo, estaba nervioso y parecía que en cualquier momento sudaría un río. De reojo también pude ver la expresión de la princesa, con una sonrisa de satisfacción en su cara plana. Ignoré olímpicamente la regañina que estaba recibiendo por parte de la duquesa al ver aquello. ¿La muy descarada estaba actuando a propósito en mi cara? No voy a ser la única que se humille aquí. Justo cuando planeaba abrir la boca para decir algo, Maximilian pareció tener una gran idea y con solo 3 palabras desapareció el orden en aquella sala:

-¡Ah, un ratón! _dijo, los nobles se alarmaron, la duquesa chilló en histeria y Lizzabetta corrió al otro lado de la sala entre la mar de nobles asustados. El desastre que un roedor inexistente podía causar. Mientras intentaba levantarme al verme aún en el suelo entre tantos pies apresurados sentí un fuerte pisotón en la mano… Y otro,… y otro más. Retiré la mano rápidamente mientras las maldiciones que quería emitir flotaban en mi cabeza, imposibilitadas para salir gracias al dolor punzante que sentía. De no haber retirado la mano me hubiesen dejado todos los huesos rotos. Tenía un moretón espantoso y sentía un calor en el dorso de la misma que aumentaba gradualmente, pronto sería una inflamación insoportable_

-Vámonos de aquí… _escuché murmurar al duque cerca de mi oído, sentí que alguien tomaba mi mano y me arrastraba a través de la mar de nobles consternados mientras que yo intentaba caminar decentemente al ser levantada tan súbitamente_

Pronto estuvimos fuera de la sala, el duque se apresuró a cerrar las puertas para no ser visto por nadie, el caos del otro lado se escuchaba incluso así, pero pronto nos alejamos del lugar, las voces se fueron apagando mientras que la servidumbre corría apresurada hacia dicha sala para erradicar al ratón inexistente. Continué siguiendo a Maximilian por los silenciosos pasillos, solo podía pensar en que iba a imponerme algún castigo por humillar a la princesa. Me guió hasta su habitación, donde me ordenó que tomase asiento sobre su cama. Le escuché remover algunas cosas en su armario mientras mi mirada se paseaba por todos lados buscando evitarle. Poco después sentí algo frío y húmedo sobre el dorse de mi mano que opacaba el calor de la misma. Estaba pasando un paño con alcohol sobre mi mano herida, al ser pisoteada tantas veces me habían hecho una herida espantosa en ella y el contacto con el alcohol me ardía como un infierno, pero eso no importaba, ver su rostro lleno de concentración únicamente en lo que hacía me resultaba hipnotizante… ¿Qué estoy pensando? Yo no puedo estar cambiando mi forma de ver al duque de mierda que tanto me ha fastidiado desde que vine a parar a esta época descabellada. Y aún así, no podía mirar hacia otro lado. Luego de limpiar la herida cuidadosamente, comenzó a pasar vendas sobre esta, lo hacía con tal delicadeza que nadie pensaría que es un chico quien está tratando mi mano. Una vez terminó dirigió su mirada hacia mí, parecía tener la intención de decir algo, pero al verse observado, calló al instante y permaneció en silencio, solamente observándome, de las misma forma en la que yo lo estaba observando a él.

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