Capítulo XXXIII

4 4 0
                                    


Narrador omnisciente;

Mientras la batalla de miradas y el silencio continuaban, la tensión iba en constante aumento. Después de su último comentario, Sieglinde se había vuelto el centro de atención, aunque la mirada del rey reparó en la madre de la susodicha, quien apartó la suya inmediatamente. La duquesa fue la primera en romper la monotonía que se estaba estableciendo ante la mudez del resto de los presentes, cuestionando a Sieglinde qué estaba ocurriendo. La rubia se excusó entre risas nerviosas, alegando que a lo mejor habría algún insecto bajo la mesa. La princesa Lizzabetta ordenó al guardia verificar que no existiera tal molestia y el duque clavó su mirada sobre el sujeto, casi acuchillándole con la clara advertencia de que no se le ocurriera hacer algo indecente. Después de asegurar que no había tal cosa como un insecto, la duquesa asumió que probablemente su cocinera principal estaría algo nerviosa por la opinión que su alteza pudiera tener acerca de sus platillos.

-Entonces, querida Sieglinde _volvió a hablar el rey, creyendo conveniente poner fin a la tensión que se formaba_ Dime, ¿cómo te sientes? Mi hija me ha contado los sucesos recientes y se creía que tú serías la dama de compañía del duque Maximilian durante su estadía en el palacio. _habló, posando su mirada en la rubia, quien después de reñir a su madre con la mirada, volvió la misma hacia el rey con una inocente sonrisa_

-Como verá usted, alteza, ahora mismo no creo poder cumplir tal rol. Mi señora, la duquesa, ha llegado al acuerdo con su hija, nuestra adorada princesa, para que alguien más tome mi lugar hasta que esté plenamente capacitada para ejercer mis labores como parte de la servidumbre. _explicó, sonando increíblemente más amable de lo que alguna vez se imaginó. El rey miró primeramente a su hija, y luego a la duquesa, esperando que alguna le dijera quién haría de sustituto para la dama de compañía que tan capaz decía ser. Francamente, no se sentía seguro al respecto si no se trataba de alguien realmente leal_

-Así es, majestad. Mi hijo estará siendo acompañado por Agatha. Aunque sus acciones no sean tan notables como las de nuestra Sieglinde, es la más capaz entre las mucamas de la casa. _habló la duquesa_

-Espero que así sea, no podría estar tranquilo si mi futuro yerno y mi hija tienen problemas a causa de una doncella incompetente. _alegó la máxima autoridad del reino con cierta convicción, aunque seguía sintiendo la inseguridad en su pecho_ Esperaremos con ansias tu presencia en nuestros terrenos, Sieglinde. Estoy seguro de que me sentiré plenamente relajado si eres tú quien asiste a mi hija y al duque ante cualquier necesidad.

-Espero lo mismo, alteza. Ojalá mis heridas sanen pronto para poder satisfacer su anhelo. _dijo la rubia, el rey asintió complacido y procedió a beber otro sorbo de vino, no sin antes volver a dirigir una mirada hacia la cocinera y madre de Sieglinde, cosa que no pasó inadvertida para la susodicha, que desde hacía un buen rato le estaba vigilando_

Justo cuando creía que no le molestarían más con charlas de las cuales no quería ser parte, Lizzabetta se arrimó levemente a Sieglinde, preguntándole si era cierto que la tal Agatha era tan buena como dama de compañía. Sieglinde miró de reojo a la princesa, quien esperaba expectante su respuesta, y vio en ello la oportunidad de fastidiarle conociendo bien a Agatha como para poder hacerla la causa de las angustias de "su majestad". Después de hablar a susurros sobre el hecho de que Agatha previamente parecía haber intentado seducir al duque usando sus servicios como excusa, Lizzabetta entró en pánico, chillando con horror ante aquel descaro revelado.

-¡Inconcebible! _exclamó Lizzabetta, alarmada, azotando la mesa con sus manos finas y pequeñas, haciendo que, con esto, los cubiertos temblasen y el contenido de los platos se sacudiera levemente. El rey se atraganto por segunda vez, la madre de Sieglinde volvió a pellizcarle al advertir que había sido a causa suya la alarma de la princesa. Mientras el guardia socorría al rey para evitar que falleciese allí mismo y la duquesa, que hasta ahora había permanecido impasible, observaba su cubierto volar por los aires debido al susto. El duque fue la única persona aparte de Sieglinde que mantuvo la compostura y miró a la princesa, esperando que confesase a qué se debía su estado de alarma_ ¡Definitivamente eso no pasará!

-¿Qué ocurre, alteza? _inquirió la duquesa, consternada por la reciente actitud de la princesa_

-¡Esa chica, Agatha, no será la dama de compañía de Maximilian, con el debido respeto, mi señora duquesa! _espetó la princesa en una rabieta, haciendo que su rostro se enrojeciera del enojo_

-¿P-Por qué lo dice? _cuestiona su padre, confundido y apenas pudiendo hablar claramente. La princesa no podía admitir abiertamente la razón de su negativa, mucho menos ante su padre y no quería que se acusase a la duquesa de permitir afrentas a escondidas por parte su servidumbre o se generarían rumores desagradables que comprometieran el orgullo de ambas familias_

-En cualquier caso. _añadió la princesa, calmándose notoriamente_ No aceptaré que sea ella. _sentenció, dando a entender que no cambiaría de parecer después de saber ciertas verdades y meditar silenciosamente al respecto_

-En ese caso, ¿qué sugiere? _cuestionó Maximilian, que hasta ahora había permanecido en silencio_

-Una doncella del palacio se hará cargo de dicho rol hasta que Sieglinde esté recuperada.

-Es una buena idea, debo admitir. Las doncellas del palacio son obedientes y serviciales, tan buenas como cualquier otra. Me sentiría más tranquilo si así se hacen las cosas mientras esperamos por nuestra capaz dama de compañía.

-Pues no se diga más, se hará como sus majestades lo ordenen. _dijo la duquesa, sin poner queja al respecto_
Continuó la cena mientras las trivialidades eran intercambiadas en las charlas, pero Sieglinde se sentía incapaz de probar bocado mientras había tanto acoso volando sobre aquella mesa. Lizzabetta acosaba a Maximilian, Maximilian acosaba al guardia, el guardia a ella y ella acosaba al rey que asu vez acosaba a su madre. ¿Qué estaba pasando allí? Después de mirar de reojo a su madre y verle jugueteando con el cubierto en lugar de ingerir los alimentos, decidió hacerla confesar indirectamente que algo estaba pasando con ella, así que movió su mano con disimulo y le pellizcó la pierna, haciéndola saltar levemente, y con esto, que el rey delatase que la estaba vigilando por algún motivo.

-¿Ocurre algo, alteza? _preguntó la rubia después de ser fulminada con la mirada por su madre. Inmediatamente la atención de todos se centró en el rey, que se encontraba levemente estupefacto, con los ojos abiertos ante la sorpresa de ser pillado desprevenido. Al ver al resto expectante de una respuesta suya, el máximo soberano de Inglaterra intentó ingeniar alguna excusa, para justificar sus acciones_

-Ejem... No, no ocurre nada, ¿por qué lo preguntas, Sieglinde?

-Solamente le notaba algo distraído ya que no participa mucho en la conversación. ¿Acaso los platos no son de su agrado?

-Para nada, son excelentes. Me atrevo a decir que le quitan su prestigio a los del cocinero de la corte. _admitió abiertamente el rey, haciendo que la madre de la rubia se mostrase incluso más inquieta en su sitio al tener que responder al elogio. Inmediatamente su hija le escrudiñó con la mirada_

-E-Es un honor viniendo de su alteza, el rey de Inglaterra. _agradeció con notorios nervios y apartó su mirada, poniéndola en un punto inexistente de la pared para evitar por todos los medios que se encontrase con los ojos del rey. ¿En qué estaba pensando su hija? A lo mejor ya era obvio que el motivo de su incomodidad era el propio rey. ¿Qué habría pasado entre ellos? Era la duda que ahora ocupaba la mente de Sieglinde_

Redención✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora