Capítulo XLI

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Zoe;

Abro los ojos poco a poco, la iluminación casi inexistente del lugar me permite observar todo a mi alrededor con mayor facilidad sin sentir alguna molestia. Masajeo mis sienes y tres pares de ojos me observan expectantes. Se trata de mi madre, el rey y un señor que jamás había visto en mi vida. Los recuerdos de lo que escuché antes de desmayarme regresan a mi mente, logrando que mi malestar reaparezca. ¿Soy la hija ilegítima del rey de Inglaterra? ¿Mi madre me mintió durante toda mi vida? Bueno... En teoría solo por unos meses, ¿cómo debería reaccionar? 

-Mi niña, háblame. _Pide mi progenitora con lágrimas en los ojos. Me duele verla llorar, seguramente por un profundo temor a mi reacción. Suspiro con pesadez, en estos momentos no deseo hablar con nadie; no tengo cabeza para ello_

-Déjenme sola. _musito casi en un susurro, lo que realmente deseo ahora es dormir, y despertarme en la mansión Fleminguer con la satisfacción de que todo esto ha sido una pesadilla_

-Permite al menos que te revise el doctor. _inquiere el rey y asiento. Quiero estar sola y la única forma de lograrlo es que me revise el médico, les diga que estoy bien y me dejen en paz para poder analizar esta situación con la mente fría_

-Está bien, pero solo me quedaré con él en la habitación. _mascullo, el médico observa al rey con sorpresa; quizás por mi atrevimiento al darle órdenes a la máxima autoridad de este país. ¿Es tonto que me crea con el derecho de pedirle, más bien, exigirle que me deje sola? No quiero verlos, siento que se han burlado en mi propio rostro, a pesar de no ser la verdadera Sieglinde_

Tanto mi progenitora como el rey salen de la habitación. El médico me revisa y utiliza aparatos de los cuales desconozco el nombre. Me zafo el corsé y palpa mi estómago, ausculta mis pulmones, revisa mis pupilas y frunce el ceño. Okey, ¿tendré alguna enfermedad? En esta época no tendría oportunidad de sobrevivir con una enfermedad grave. El miedo comienza a invadirme, y siento la necesidad de estar con mi madre o con él; con el hombre que pronto será padre y se casará con la futura reina de Inglaterra. ¡Santa madre de Dios! Hasta ahora no había pensado en ese detalle, si el rey es mi padre eso quiere decir que el bombillo fluorescente con patas es mi hermana. ¿Qué fue lo que hice mal en esta vida? He hecho muchas maldades, pero ninguna tan cruel como para merecer tal castigo. El médico comienza a recoger los instrumentos, sin inmutar palabra; por lo que deduzco que pretende ir directo con el rey a decirle lo que tengo.

-¿Qué tengo? _pregunto y él ni siquiera me observa, ¿será acaso que por ser una simple dama de compañía no tengo la autoridad de ordenarle que me diga lo que tengo?

-Le informaré al rey su diagnóstico. _responde y niego frenéticamente_

-Le prohibido rotundamente que hable una palabra con el rey. Debería darle vergüenza traicionar la confidencialidad médico paciente. Soy yo la persona enferma y solo a mí debe decirme lo que tengo; y solo yo debo decidir si decirle a otra persona o no. _reclamo, el señor asiente, aparentemente avergonzado_

-Está usted embarazada, señorita. _asegura y abro en demasía los ojos. ¡¿Qué yo qué?! Paso saliva con dificultad, ¿yo estoy esperando un bebé? ¡Tonta, tonta, tonta! ¿Cómo pude ser tan descuidada? El recuerdo de la noche en la que me entregué por completo a Maximilian me hace saber el motivo de mi estupidez; fue realmente mágico, único y especial. Él supo fingir muy bien que me amaba, y yo estaba demasiado concentrada en sus caricias_

-Retírese y por favor, ni una palabra a nadie. _mascullo. Un vez me quedo sola en la habitación me permito procesar con mayor profundidad mi situación. ¿Llevo un ser humano dentro de mí? ¿Traeré al mundo a un hijo del duque de mierda que me rompió el corazón? ¿Debería decirle que yo también estoy esperando un hijo suyo? ¿Qué haría la verdadera Sieglinde?

Me aferro a la almohada con fuerza, si me hubieran dicho que terminaría siendo madre soltera e hija ilegítima de un rey en pleno siglo XIX, seguramente me habría reído muchísimo. Pensándolo bien, mi madre estaba en la misma pocisión en la que estoy yo. Era una chica pobre, embarazada de alguien poderoso y... La puerta de mi habitación se abre con sigilo, haciéndome saber que no es mi mamá.

-Sieglinde. _el sonido de su voz me eriza la piel. Hace más de un mes que no entablamos un conversación y aún no me siento preparada para hacerlo. ¿Por qué se acerca a mí? ¿Por qué tenía que ser justamente ahora que me entero que estoy embarazada? Puede que el egoísmo hable más alto que cualquier otro sentimiento en este momento; pero no me siento mal por ello, no cuando sus palabras continúan doliendo_

-Vete de aquí, eres la última persona con la que deseo hablar en estos momentos. ¡¿No tienes a una prometida embarazada que cuidar?! _espeto lo último, dejándole en claro el profundo dolor y odio que me causa el hecho de saber que mientras me juraba amor, estaba tienedo intimidad con su prometida_

-¿Te encuentras bien? Escuché que te desmayaste, ¿qué te dijo el médico? _pregunta con esa fingida preocupación que siempre suele demostrar por mí. ¿Qué necesidad tiene de fingir amor hacia mi persona? Ya obtuvo lo que quería_

-¿Eres ciego? ¡Estoy maravillosamente bien! ¿Por qué no lo estaría? _Aseguro con una sonrisa igual de falsa que los sentimientos que él aseguró sentir por mí. ¡Lo odio, lo odio y mil veces lo odio! Más que a él, me odio a mí misma por ser tan estúpida. Niego internamente, no es momento para mis debates internos_

-Nadie se desmaya sin justificación.

-¡Pues yo sí! Ahora, ¿podría usted explicarme el motivo por el cual el futuro rey de este país se encuentre preocupado por una simple dama de compañía? _cuestiono con burla e ironía, Maximilian se sienta a mi lado en la cama. Créanme cuando digo que me levantaría si no me encontrara todavía mareada_

-Te amo, Sieglinde, y para mí es un motivo más que suficiente para preocuparme por ti. _confiesa, mi traidor corazón se acelera con sus palabras y mi mano impacta una vez más en su mejilla. Dudo que le doliera, ni fuerzas para propinarle una bofetada decente tengo_

-¡Mentiroso! ¡Lárgate de aquí! ¡Si de verdad me amaras Lizzabetta no estaría esperando un hijo tuyo! _grito un poco más alto de lo que debería, aun así, ninguno de los dos le presta importancia_

-¡Fue un maldito error! ¡Daría lo que no tengo para que fueras tú la que estuviera esperando un hijo mío! No tienes una idea de todo lo que he sufrido, y la sola idea de aceptar que tendré que estar atado el resto de mi vida a una mujer que no amo es insoportable _agrega, me duele verlo así. Su pecho sube y baja, está desconsolado y... ¡No! Está intentado engañarme una vez más_

-Ya no creo en nada de lo que dice, duque Maximlian, haga el favor de retirarse de mi recámara, necesito descansar. _pido en un susurro. Sé que si lo sigo escuchando volveré a creer en sus mentiras y ahora tengo que alejarme de todo lo que me haga daño. Sí, yo Zoe Lewis estoy pensado en el bienestar de alguien que no soy yo_

-Sé que debes pensar lo peor de mí, no te culpo, yo también lo haría; pero no miento cuando digo que eres el amor de mi vida, dudo mucho que pueda volver a amar a alguien como te amo a ti. _continúa diciendo palabras falsas de amor. Iba a expulsarlo de mi habitación una vez más, pero alguien más intervino en la conversación_

-¡Repita lo acaba de decir, Maximilian! _brama el rey Archer, haciéndome saber que esta noche sería extremadamente larga...

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