II

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CAPÍTULO 2

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Regresé al palacio luego de recorrer todo el pueblo.

Lo que dicen de que Transilvania "Es un lugar oscuro de raras criaturas" es mentira, la realidad es que es un pueblo chico y muy bonito, incluyendo que las personas son muy agradables, muy diferente a los integrantes de dónde vivía.

Tengo un teléfono pequeño que conseguí en la calle y nunca le dije a nadie del orfanato por miedo a que me lo quitaran.

Ese día fue muy divertido y arriesgado.

Recuerdo que estaba ansiosa por un nuevo libro de la biblioteca pública así que como pude me escabullí. A mitad de camino tuve que esconderme ya que el padre Francisco iba llegando al orfanato para hacer su misa mensual como los otros dos padres.

Ese detalle -pequeño, pero muy importante- lo había olvidado por completo.

De vuelta me tropecé con el aparatito y casi caigo de boca al suelo. Ese día volví a mi celda sin libro nuevo, pero con teléfono encontrado.

Volviendo al ahora; estoy en mi cuarto escuchando música del pequeño aparato. El cual solo tiene música, no sirve de nada más, pero esa única función es magnífica para mí.

Mientras escucho música veo toda la ropa que hay en el armario y me la pruebo para verme frente a un enorme espejo de cuerpo completo que hay en una de las paredes de la habitación.

El espejo es simple, creo que luego lo podré decorar con muchas flores en los bordes para que se vea más lindo y le dé más vida a mi habitación.

La ropa es hermosa, imagino que la condesa Liza fue quien la escogió. Tengo un vestido puesto color blanco y me estoy viendo al espejo, «No parezco yo, el vestido es realmente precioso, pero en mí, no lo sé... No siento que se ve lindo.»

-Se te ve lindo, pero tú eres fea.

«¿Qué Diablos?»

Volteo rápidamente para ver quién ha hablado, pero no hay nadie, estoy solo yo en esta enorme habitación...

Me asusté, en serio lo hice y mi instinto lo que me dijo que hiciera era correr, así que justo eso hago.

Corro escaleras abajo con el corazón palpitante y la mente en blanco, tanto así que al estar corriendo no me percaté de que había alguien más al final de las escaleras y tropecé dándome de bruces con el cuerpo de esa otra persona. Resultado: caí de culo al suelo.

Alcé la mirada y pude ver el rostro borroso de alguien, de cabello rojo y sonrisa burlona. Parpadeé y ese rostro no estaba, al contrario, quien estaba dándome su mano para ayudarme a levantar era Chiara.

-¡Señorita disculpeme! No la vi, ¿por qué corría?

No le diré, no quiero que me tomen por loca.

Tomé su mano y me levanté.

-Por... Por nada, disculpame tú a mí. No debí correr de esa forma...

-No se preocupe, debió ser por algo, pero entiendo cuando uno prefiere callar-guiñó uno de sus ojos ¿Sabrá ella algo?-. El rey la espera en la sala.

El príncipe V Donde viven las historias. Descúbrelo ahora