019. Pequeño huésped

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—Naoto...

Susurró lentamente. Se había quedado de piedra por unos momentos. Ese niño que conocía como un gran policía en el futuro, estaba siendo maltratado cruelmente.

—vamos Naoto! ¿Por qué no nos vences ahora, eh? —uno de los matones lo tomó del pelo—

—¿qué acaso nos va a dar una paliza con sus problemas matemáticos? —otro de ellos rió—

—chicos, tengan cuidado, el cerebrito nos va a pegar con sus ecuaciones. —ante aquel tonto chiste, los otros cuatro rieron—

—ya basta.

—por favor...—rogó el pequeño pelinegro— se los pido ya paren....

Aquello los hizo reír con más fuerza, mientras el ojiazul solo se desesperaba más.

—no tienes que rogarles Naoto. —la muchacha salió de las sombras— eso sólo hará que te sigan molestando.

El chico levantó la mirada y la encontró nuevamente delante suyo.

—es verdad...

—¿qué acaso no te lo dije ya antes? —sonrió ella— si no te haces fuerte los malos seguirán pisoteándote.

El niño abrió de par en par los ojos.
Una extraña imagen apareció entonces en su mente.

Se veía a sí mismo, pero como un adulto. Estaba sentado en un sofá, conversando con una mujer muy hermosa de cabello castaño.

—¿Ayame...? —el ojiazul estaba sumamente confundido. Veía ciertas escenas que pronto comenzaron a conformar las piezas del rompecabezas— eres tú...—las lágrimas le cayeron de sus ojos oceánicos, rompiendo el corazón de la muchacha—

—pequeño bobo, ¿cómo esperas que sea tu novia de esta forma? —sin evitar reír por el comentario, le guiñó un ojo al chiquillo—

—¿y tú quien er...? —el tipo no pudo terminar al sentir un fuerte puñetazo en el estómago—

El niño en solo unos segundos se encontraba arrodillado frente a la castaña. A su alrededor, los pobres tontos que lo habían molestado yacían inconscientes.

Ella los mandó a volar con una rapidez increíble.

El pequeño estaba con las rodillas algo raspadas al igual que los codos. Sus manos cerradas a modo de puños descansaban sobre sus muslos. Además de su cabeza gacha, ocultando el sonrojo de sus mejillas y los moretones que tenía en el rostro.

—Naoto —pronunció bajo, dándole un escalofrío al mencionado— ¿te hicieron mucho daño? —se hincó delante de él, y tomó su rostro con ambas manos— tu rostro...

—n-no es nada ¡lo prometo! -se apresuró a decir por la vergüenza- lamento que tengas que cuidar de mi y verme de esta forma...—miró a otro lado con
tristeza—

Ella rió —no digas tonterías. Eres el hermano menor de mi amiga, ¿cómo no cuidarte? —le revolvió el pelo con dulzura—

—gracias...Yami —colocó sus manos sobre las de ella y mantuvo la mirada en el suelo— mi hermana me va a matar cuando me vea...de seguro se va a molestar...

—hey, no te preocupes —sonrió, aliviándolo— te llevaré a casa para curarte, podemos ir a comer algo, y si quieres puedes quedarte en mi casa.

—¿q-quedarme en t-tú casa? ¿Conti-ti-tigo? —a ese punto ya parecía un tomate—

—así es, le avisaré a Hina. Y oye, no te tienes que desanimar por esa banda de idiotas —los señaló con la mirada— yo te puedo enseñar defensa personal y esas cosas. No es tan difícil como parece.

𝓟𝓮𝓻𝓭𝓲𝓬𝓲𝓸𝓷 卐 𝐓𝐎𝐊𝐘𝐎 𝐑𝐄𝐕𝐄𝐍𝐆𝐄𝐑𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora