29: Terriers

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Cuando veo a Eliot cruzar las verjas del cementerio, el primer pensamiento que cruza por mi mente es el de regresar a los dormitorios y buscar ayuda en el agente Rivers, al que no he visto pero podría encontrar en el campus de proponérmelo.

—Tengo el frío suficiente —exclama nada más arribar—, hagámoslo rápido.

—Se supone que Hulen vendría...

—Y vine —el profesor se encuentra a un lado, a espaldas de Annie, pero no ha llegado solo.

El ansiado agente del FBI, el único que parecía interesado en resolver la encrucijada del ataque a Dalila, tiene las manos guardadas en los bolsillos de su gabardina. A continuación, saca un arma y echa un vistazo alrededor.

—Es extraoficial —comenta—, también quiero ver qué es lo que los Lincoln y los Eckhart están tratando de esconder.

Annie enarca una ceja y alcanzo a distinguir su mueca de extrañeza porque se coloca debajo del resplandor del farol: el único que hay en la entrada de este mausoleo.

Me aclaro la garganta para ver si el agente comprende que hay cosas de las que no hemos hecho partícipe a mi novia; a efectos de que no sienta que alguien más la ha traicionado.

—¿Qué tienen que ver los Lincoln?

—Annie —me acerco dos pasos y sujeto su mano—, Dalila llamó a la residencia para buscarme, pero Ben tomó la llamada.

Ella parpadea y no dice nada.

—Bueno, ya sabemos por qué cancelaron la segunda rueda de prensa.

—No puedo creer que hayan cedido a la presión... Pudimos acercar a Eddison a la policía si él hubiera dicho algo —se queja ella al final.

—Vayamos a echar un vistazo —Hulen saca una linterna y me apunta la luz a la cara.

Ambos, Rivers y el profesor, abren el camino a través de la verja. Bryant se encamina junto con Anabelle y solo hasta que Eliot empieza a caminar soy capaz de avanzar también.

Es la última incursión que daremos en la parte oscura de Stanley.

El primer tramo del camino, aunque normal, está lleno de sombras. En la tumba de Dorothy, una construcción alta de mármol y con dotes greco imperiales, hay una escalinata para acceder al vestíbulo. Tiene la superficie de una casa veraniega, casi tan amplia como la de Tim en el lago.

Nos adentramos sin observar demasiado, pese a que Eliot nos señala la cripta de Padin, mientras que el resto vamos de lleno a buscar la entrada del pasadizo, terroríficamente ubicado al fondo, custodiado por dos esculturas de dioses paganos, que ni siquiera tienen algo que ver con el panteón del Olimpo.

—Nunca leí nada sobre Dorothy en los libros de la escuela —dice Annie, cuando Hulen apunta a la pintura de la mujer encima de su tumba.

Ella mira sus zapatos y los observa unos instantes, quizá regodeándose en la imagen de ella parada sobre la infame que dio inicio a este círculo de villanos.

—Querían pasar por amantes del arte en todas sus expresiones —murmura Hulen—, pero sus gustos y mezclas son vulgares, casi radicalmente corrientes, como el Támesis.

Echa una mirada sonriente por encima del hombro, ya que es una referencia a Los Miserables un poco gastada en sus clases.

—Dorothy era una campesina irlandesa, seguro creía más en duendes que en Dios —ameniza el agente y en ese momento escuchamos un chirrido, de algo que el hombre acaba de activar.

Cada demonio tiene su ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora