6: Frágil

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Hay momentos en los que creo que me dormí una noche y por la mañana desperté siendo alguien totalmente distinto. Se siente como una premonición tosca, llena de espurio, de torpeza, de ciegues. Y nada de lo que pueda pensar acerca de mis propios errores, se compara a lo que emana Benjamin, que acaba de ignorar al entrenador con una simpleza que solo le atraería más problemas.

La gente ha dejado de tener consideraciones con los Lincoln y es que, en medio de esta tormenta de injusticias y escándalos políticos, no solo Annie se vio afectada; apenas habla con nadie, se relaciona con menos gente y desde que el ciclo dio inicio otra vez, no me sostiene la mirada ni siquiera para decirme lo mucho que me odia.

Hemos estado remando en silencio por alrededor de media hora, en círculos; él por no acatar una orden, yo por secundarlo. Suelto de imprevisto los remos, clavando la mirada en la linde sur del lago, donde se encuentra el muelle; el resto del equipo debe de estarse marchando para contrarrestar el cansancio, meterse en una ducha caliente y comer algo rápido antes de empezar las clases matutinas.

Ben, sin soltar los remos, continúa el tramo hasta que de su frente surgen gotas trasparentes de sudor que le perlan la piel; sus cejas están fruncidas y la nariz corrugada, como si no pudiera más, pero, aun así, el esfuerzo físico no fuera lo único que está poniendo de por medio.

Tras varios minutos bajo mi absoluto escrutinio, finalmente libera las puntas de las cañas, dejándolas a un lado y apuntado con esa mirada azulina en mi dirección. Hay asombro, frustración, fatiga y dolor en ella; distingo las emociones que te hunden, esas sombras infernales que te arrastran a una tortura de impotencia y el acalambrado sentimiento de que eres un inútil. Tenía diez años y mi padre me hacía sentir que no importaba cuánto me esforzara; mis rasgos, mi cuna y la nula preferencia de mi abuelo, bastaban para hablar en nombre de mis capacidades no verbales.

Y entonces hablé.

Hablar te libera. Dios nos dio la lengua y el talento de articular sonidos provenientes de la faringe, las cuerdas vocales y el paladar, precisamente para que, cuando algo nos aqueja, cuando sentimos que la atmósfera es muy pesada, echemos la cabeza atrás, buscando refugio, y emitamos las plegarias que, con normalidad, no le confesamos a nadie.

Supongo que es una de las ventajas de creer en Dios.

A veces, a falta de doctores, le hablas al aire e, inconscientemente, sientes que responden. Mi madre dice que es la parte no consciente del cerebro, la dormida, la que habla y da las respuestas, pero yo siempre he tenido la sensación de que si la vida posee sentido no es porque el cerebro lo diga. El racionalizarlo todo me ha llevado al insomnio, la falta de apetito y la incertidumbre. Y pese a todo eso, sé que sigo siendo más fuerte que él.

—No tienes que sentir lástima por mí —me dice.

Es como si no nos conociéramos. Perdimos todo lo que nos unía esa tarde en la que Annie salió asustada de los vestidores, totalmente fuera de sí.

Benjamin se dobló ese día.

Primero porque descubrió lo que ya sospechaba, y luego porque tuvo que ver la manera en la que Landon se ensañó con su hermana. Comprobamos, los tres juntos al vernos rodeados por preguntas estúpidas y claras evasivas, que no importaba quiénes fuéramos. Los miembros de Stanley son más.

Quien tiene el poder de los secretos, prácticamente lo tiene todo en sus manos.

—Siento lástima, pero por mí —digo al tiempo que sondeo su respuesta corporal.

Cada demonio tiene su ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora