Muchas de mis pesadillas de niño tenían que ver con la muerte de mis padres; son reminiscencias que le he contado a pocas personas, creo que a nadie, pero en ellas, Angus estaba junto a mí, con su fuerte mano en mi hombro, apretándome y al mismo tiempo mirando los féretros; era un miedo latente que aún hoy me atormenta, al grado de ensoñar despierto con algo que no ha ocurrido. Porque si el diablo existe, lleva el rostro de mi tío. A veces no sé si admirarlo o escabullirme de sus garras.
Creo que cuando me miró como a un digno representante del corporativo que controla, no quitó el dedo del renglón; he sido su método próximo de redención y, nunca, hasta que vi a Annie desnuda, me había preguntado si aceptaría por algún motivo serlo; ya sabía que mis sentimientos eran novedosos, que nada que experimenté antes era parecido a lo que Annie provoca en mí.
Al quedarse en bragas frente a mí, deslizo los dedos por los contornos de su piel suave; la juventud brilla en cada rincón de su preciosa fisonomía. Pienso en las cosas que Angus me ha ofrecido y, mentalmente, tomo esa decisión de renunciar un poco a mis planes para rehacerlos, esta vez girando entorno de una meta nueva.
Cumplirlos sin alejarme de ella.
Quizás mi madre estará un poco molesta al principio, pero le explicaré que estoy luchando por el amor de una persona; que jamás encontraré en este mundo con quién experimentar una satisfacción como esta y que a medida que pasen los años, el tiempo, las estaciones, mi destino estará fraguado a cal y canto en la pared de esta vida pasajera.
Annie se entretiene unos minutos con los dos botones de mi cinturón. Observo, con los labios semicerrados, cómo se le han enrojecido las mejillas. Tiene la apariencia de un ángel ahora mismo. Sin embargo, al elevar la mirada y finalmente deshacerse del ojal del botón, encuentro que ese deseo que brilla en sus ojos no puede venir solo del cielo. Tal vez, medito, tiene partes infernales allí, guardadas para cuando las necesita.
—Prométeme que no te vas a arrepentir —susurra, la voz entrecortada.
Me hago descender el pantalón por las piernas y, al tiempo que me descalzo y me lo quito por completo, ella pone las manos contra mi pecho; está sudando un poco, a lo mejor por los nervios; yo lo sé, me está pasando de la misma manera.
Alzo la mano y le acaricio el contorno de la mandíbula, y ella cierra los ojos.
Mi contacto la hace estremecer; siento cómo se le pone áspera la piel cuando se le erizan los vellos; se ha acercado un paso a mí, su calor emana un aroma dulzón, acompañado por el ácido de la cerveza que seguro estuvo bebiendo.
—Y tú dime que estás bien de los sentidos —me reclino un poco para mirarla de lleno a los ojos. Ella se relame los labios y niega con la cabeza—. Tú sabes lo que significas para mí. Puedes verlo. Juraría que puedes sentirlo. Eres perfectamente consciente de mi manera brusca de desearte; no has parado de saberlo nunca.
Esta vez asiente, pero dice—: He estado tratando de descifrar tus actos, Dev. Y no puedo. Desde que te conozco me has parecido un ente con cuernos y cola y... Aun así, mis sentimientos por ti afloran cada que tienen oportunidad. Han cobrado vida propia... Han hecho de mí una persona sin voluntad. Incluso ahora, me aprovecho de los efectos del alcohol para ser sincera, para olvidarme de mi orgullo.
Con los ojos abiertos y una mueca de aplomo, se abraza de mi cintura. Sé que podrá notar la excitación de mi sexo cuando se repega a mí, y no me importa que lo sienta.
Uso mi pulgar izquierdo para tocarle el labio inferior.
Y acto seguido me agacho para besarla. Ella responde lentamente, así que damos pasos en reversa hasta que topamos con el espaldar de uno de los sofás. Sin embargo, Annie no se deja caer en él, pero empieza a arrodillarse y yo la sigo; hasta que no toco la alfombra con los pies soy consciente de que se está acostando enfrente de la chimenea. Rebusco en su rostro cualquier atisbo de duda, pero al verla mirarme, al notar cómo se quita la braga y se recuesta de espaldas, todo el cuerpo se me tensa.
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Cada demonio tiene su ángel
Mystery / ThrillerLlovía, y ese día había recorrido el campus al trote, pensando que nada malo podría ocurrir. Hasta que se encontró de frente con ella... Y la miró a los ojos... Estaba llorando. Lloraba de forma desconsolada, como si la hubieran destrozado. Per...