33: El sonido del cielo

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Gran parte de la multitud está disfrazada, como en Halloween. Y Halloween pasó inadvertido por en medio de las celebraciones estudiantiles, aunque las pocas fraternidades que logran sobrevivir dieron sus respectivas fiestas y eso no les da una mejor reputación a los colegios, que, también mayormente, se han quedado casi vacíos.

Algunos profesores están acostumbrados a dar clases con una concurrencia de cinco personas, como lo sería el viejo psiquiatra que se encuentra justo delante de mí, hablando en voz baja con una madre llorosa a la que, el desvencijado concejo estudiantil ha intentado convencer de no demandar. Su hija se llamaba Bianca, tenía diecinueve años y Josh le disparó en el tórax.

A lo lejos, las sombras del invierno que se avecina y el otoño que está intentando replegar las alas, recubren y asolan la tumba de Dorothy, la mujer que quizá lo comenzó todo al soslayar comportamientos en su hijo, no sabemos hasta dónde de sádicos.

—Ojalá pudiéramos dar con el último sacerdote —susurra Annie a mi lado.

Sus padres vinieron a verla ayer pero apenas se quedaron. De manera cordial le sugirieron que volviera a casa al menos hasta que las cosas retomen el curso, pero ella ha dicho que mientras Hulen y sus profesores sigan aquí, no faltará a ninguna clase.

Una voz engrosada por el clima se deja oír por encima de la multitud. La gente está mirando a la persona dispuesta en el podio.

Dos semanas después de la poca interacción y las investigaciones, se anunció esta suerte de despedida que todos nos imaginamos tétrica. La semioscuridad de la temporada, el frío inclemente y ese halo particular que emite la gente triste, invita a nada menos que la sobriedad.

Bry me lanza una mirada sobre su hombro, allá donde se encuentra al lado de su padre. Hoy se ha puesto las gafas, lleva una bufanda gris alrededor del cuello y su piel luce reseca.

Ya han sido demasiadas noches de sueño. Ha pasado una desgracia y otra y la tortura de la incertidumbre nos mantuvo en la cuerda floja del estrés. En algún punto de estas noches he llegado a la conclusión de que debí hacer un poco de caso a las opiniones de mis amigos.

Pero de vez en cuando nos podemos permitir los actos divinos, o eso pensaba. Hasta que nos dimos de cara con el laberinto sin salida en el que está erigida la escuela y comencé a agotar mis músculos.

Ahora solo quiero recuperarme. Quiero que pasen los días e ignorar las noticias que a diario surgen con nuevas y variopintas especulaciones.

Sectas satánicas.

Sacrificios de sangre.

Una conspiración gubernamental para que no ganen los demócratas.

Suena una tonada silenciosa que el viento arrastra y no me permite reconocer a su autor. Una mujer de voz dulce, contralto, fluye y vuela hasta mis oídos. Podría parecer una ópera o el sonido del cielo cuando te reciben los ángeles. No lo sé.

—Vámonos ya —Annie pide—. Tim quiere vernos antes de irse.

Que a cada movimiento de tus dedos le corresponde una injusticia en alguna parte remota del mundo, que si un rico justo intenta hacer el bien, mil ricos injustos intentarán tragárselo. Las expresiones de Tim son más escuetas, y pareciera que lo poco que había logrado abrirse se cerró bajo candado con el escándalo de la rotura entre los Lincoln, Eckhart y Duke. Se esperaba que la familia se mantuviera al margen de los posibles conflictos, pero a lo mejor sus abuelos no estaban enterados del agravio hacia mi hermana y, por lo tanto, no están enterados de que, las acciones de Timothy, han sido en general por ella.

Cada demonio tiene su ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora