Prefacio: Lazos de sangre

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Las historias trágicas casi siempre empiezan a causa de un amor prohibido. Qué curioso. Annie no es mi madre. Nuestras familias no están enfrentadas a muerte. Ella no es una bruja maliciosa ni yo un rey que ha perdido un reino y pide un caballo a gritos. No soy un campesino que intenta sacar una espada de una roca; no somos parientes ni nos separan abismos de edad o culturales. Annie no cree en Dios y yo sí, pero aunque no cree en Él se puso la cadena que le regalamos...

Porque Annie es perfecta.

Y creo que por eso su padre dijo lo que dijo.

Creo fehacientemente que la protección que su familia le da es mucho mayor —y más necesaria— que la que podrá tener nunca en Stanley. Soy consciente de que los Vanderbilt me ocuparán ahora más que nunca; me he ganado ese sitio junto a Angus y, con la información mediática a punto de explotar, no me extraña que me hayan exigido que asista este fin de semana a su reunión en casa de mi abuelo.

Pongo los antebrazos en las piernas, la cabeza gacha.

—Debieron decirme a mí al menos —comenta Sandy, acercándose sin pedir permiso.

No levanto la cabeza hasta que siento cómo se acomoda en la mesa del café; he estado en la terraza por alrededor de una hora, esperando a que las chicas lleguen. Así que cuando vi al padre de Anabelle sentarse junto a mí, con cara de no haber tomado su medicamento el día de hoy al despertarse, asumí de inmediato que ser tan perspicaz no es bueno en todos los momentos de mi vida.

Sacudo levemente la cabeza al tiempo que recuesto la espalda en el cojín en el que he estado.

Sandy, con una ceja curvada, hace una mueca.

—Te he respetado bastante todo este tiempo —musito.

Me escucho tan seco que sé muy bien lo que eso significa. Alguien que no me conozca pensaría que me importa bien poco el semblante de Sandra, que me es indiferente su opinión, pero no estoy mintiendo; me encuentro desanimado y ensombrecido por un regusto amargo como el ajenjo. Hasta el ritmo de mis latidos es perezoso.

Yo ya sabía que esto iba a pasar.

Los Lincoln son una familia poderosa, es verdad, pero muy pocas veces están en la mirilla de algún escándalo. Descartando lo que acaba de pasarle a Scarr, jamás supe que se vieran obligados a dar partes a la sociedad como si tuvieran una responsabilidad para con ella.

En cambio, los Vanderbilt, durante siglos han logrado ser el escalafón más alto de una serie de familias que gobernaron toda la isla de Manhattan; la opinión pública es uno de esos eslabones que une la cadena de su poderío; mi tío Angus dice que, si pretendo ocupar su sitio, un día tendré al conglomerado en mis manos, y que seré capaz de llevarlo al siguiente nivel... o destruirlo para siempre.

—Por eso debiste ser mi hijo —me contó un día— y no de tu padre.

Parpadeando, vuelvo a mirar a Sandy a los ojos; tiene la expresión más abierta que Anabelle. No digo que no sea bonita o inteligente, pero no encuentro un punto en el que sea posible su parentesco consanguíneo. Mientras que Sandy tiene el pelo de color caoba, Annie es la viva expresión de una ninfa en estación; Cicerón diría es la ley de la esclavitud y también la libertad de una palabra; o diría que es ese silencio que no se guarda cuando hay una injusticia,

Una sonrisa de incredulidad me brota al imaginar que estuve a punto de tenerla... Que pudo ser mía, que pude haberla tocado y profanado de mil maneras... Pude haber llenado mi mente de cosas que me disgustan de ella, mismas que han hecho interesante nuestra interacción.

Cada demonio tiene su ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora