Capítulo 21

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Quizás pasaron horas desde que se llevaron a Zali. Mi cuerpo daba leves temblores a causa del frío, mis manos estaban blancas con tonos rosados. Me abracé más a mí misma en posición fetal, mis manos se ocultaron entre mis piernas tratando de encontrar calor.

La puerta se abrió y los pasos se hicieron presentes. Me reincorporé esperando ver a los culpables de la interrupción a mi silencio. Zali fue la primera en asomarse, su piel estaba pálida y sus labios casi blancos y morados, sus manos estaban atadas a una cuerda y su cabello algo desordenado.

Los hombres salieron después de dejarla en la celda, esperé a que salieran de los calabozos y me acerqué tomando los barrotes entre mis manos.

- ¿Cómo te sientes? – pregunté cálida.

- Mejor, me dieron una medicina y la doctora les dijo que necesitaba mantenerme en calor mientras estaba inconsciente – me miró débil.

- No pude obtener alguna información que nos ayudé – se disculpó después de unos minutos.

- Preocúpate de mejorarte – respondí – encontraremos la forma de salir o solo resistamos hasta que nos encuentren – le sonreí.

Apoyé mi espalda contra los barrotes. Mi mente comenzó a indagar en uno y otro recuerdo, en plegarias y formas de salir de aquí sin dejar a Zali. Una corriente invadió mi cuerpo, temblé golpeando levemente mis dientes entre sí.

- ¿Estás bien? – su voz me hizo asentir.

- Trata de dormir – contesté sin mirarla.

No obtuve respuesta alguna, me concentré en la pared mirando lo deterioradas que estaban. Los barrotes ya estaban oxidados, las paredes estaban húmedas. No había ventanas, ni una más mínima forma de recibir luz natural.

Mis ojos pesaron, apoyé mi cabeza en los barrotes y dejé que mi cuerpo obtuviera su descanso. El frío siguió golpeando mi cuerpo. Los leves ronquidos de Zali me indicaron que se había dormido.

La puerta terminó de despertarme, miré sobre mi hombro observando a un hombre llegar frente a mi celda.

- Levántate – habló grueso.

Me levanté manteniendo la mirada neutra. Abrió la celda y me hizo una seña para que saliera, seguí sus instrucciones dándole una ultima mirada a una Zali dormida.

Salimos de los calabozos, caminamos en varias direcciones mientras recibía algunos empujones a cada vuelta que dábamos. Se adelantó unos pasos y abrió una puerta, el lugar estaba oscuro y helado.

Una leve luz dejó ver solo una silla. Mi cuerpo cayó y de mi garganta salió un quejido, el hombre detrás de mí golpeó mi cuerpo con fuerza. Pateó mi abdomen y ríe, tomó mi cabello levantándome del suelo. Hice una mueca sin dejar de mirarlo.

Sonrió sin emitir sonido alguno, jaló de mi cabello hasta la silla, me quejé ante el dolor. Me dejó sobre la silla, desató mis manos y las volvió a amarrar rápido por detrás de la silla.

Relamí mi labio inferior y esperé a verlo frente a mí. Sonrió con superioridad y salió del lugar.

No pasaron ni cinco minutos hasta que alguien volvió a entrar, el hombre que me cargó hasta la manada entró. Llevaba solo pantalones, tocó su abdomen y me miró.

- Te falta ejercicio – comenté mirándolo.

Gruñó con fastidio y se acercó, se posicionó justo frente a mí, alzó mi mentón chocando miradas, sonrió de lado y analizó mi rostro.

- Bonita – se relamió los labios.

- ¿Empezarás a torturarme o seguirás pendiente en mi belleza, bonito? – pregunté sin dejar de mirarlo.

Luna Negra [... El Final]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora