Capítulo 11

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Las advertencias por parte de Heider volvieron de golpe, los chicos han estado en el despacho desde la mañana y durante la madrugada estuvieron supervisando a los alrededores de la manada.

—Sé que alguien de la manada está con el Rey.

Miré a Mael al escuchar sus palabras.

—Creo que tenemos a la misma persona en mente —murmuré.

—Sí, pero en el Consejo también —habló serio.

Fruncí le ceño confundida, se levantó con cuidado de la cama y volvió a sentarse en la orilla de la cama.

—Hay alguien del Consejo que ha estado hablando con el Rey. Antes de pelear con él estaba en su despacho y encontré una carta con la firma del Consejo.

—¿Quién?

—No sé, pero la madre del garrapatas debe tener cuidado, ella sola al mando corre peligro —me miró—, por cierto, ¿han sabido algo de mi madre? —sus ojos dieron un leve brillo.

—No, no han tenido éxito, pero siguen intentando —hice una pausa—, mañana durante la noche harán la última búsqueda.

—Entiendo —murmuró—, ¿puedo salir de aquí?

—¿Crees que el Alfa te va a detener? — pregunté alzando una ceja.

Ríe y negó, volvió a mirarme y suspiró.

—Quiero verla —miró por la ventana—, estás noches será peligroso que ella venga al bosque.

—¿Tu tua cantante? —lo miré curiosa, asintió.

—Hoy en la noche saldré de la manada —su mirada se concentró en el bosque —, hoy habrá tormenta, hace tiempo no había una.

Sentí un leve escalofrió en mi cuerpo, lo miré y me despedí, salí de la habitación.

—Sabía que te encontraría aquí —habló serio.

—¿Qué sucede? —alcé mi rostro para mirarlo.

—Heider dejó esto a los límites del territorio —me tendió un sobre.

Sin esperar un poco más de tiempo abrí el sobre y saqué la hoja doblada.

Era hora de volver a encontraron ¿no crees?

Ansió volver a enfrentarme contigo y poder acabar contigo, ojalá estos años entrenarás a Hija de Satanás.
Y por cierto, sabes cuales eran las consecuencias si volvías a la manada, no tengo a tu hermana y cuñado pero si a tu querido hermano.

Un poco de tiempo más, sabes que soy muy considerado contigo.

Disfruta tus días.

Atte.: M.H

—¿Qué dice? —su pregunta me volvió a la realidad.

Le entregué la carta para que él la leyera, frunció el ceño y me miró.

—¿Duncan? —preguntó frunciendo el ceño.

—No, Cam —hablé con simpleza.

Su cuerpo se tensó.

—Estos meses ellos lo tenían secuestrado, ¿no? —preguntó respondiendo a su propia pregunta.

—No estuve jugando, cachorro —sonreí de lado—, dejemos que se diviertan con el tema de Cam.

—¿No te preocupa? —frunció el ceño.

Luna Negra [... El Final]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora