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...

Me puse a pensar, y llegué a la conclusión de que estaba jodida.

Pasó un día desde el incendio, no había acudido a mis clases. Me pasé toda la mañana en mi cuarto, sintiéndome no solo culpable por provocarlo si no también por haber sentido aquello al ver el fuego.
El pelirrojo, la verdad es que me daba igual.

Mis brazos tenían quemaduras hasta la zona del codo. Cuando Sunghoon se teletransportó para ir a por mí, me asusté y me balanceé hacia adelante haciendo que prácticamente me adentrara en el fuego, como lo hubiera hecho si no hubiera venido, pero al completo.
Para cubrir las vendas, llevaba manga larga.

Pensaba en que si aquello sucedió por esa repentina sombra que a su vez era una especie de bomba, entonces la inmortalidad no había anulado los efectos de la maldición, y solo se habían tomado un descanso.
Iban a tratar de atacarme igual, y viendo que si me hacían daño me regeneraría, trataron de jugar en mi contra.
Y para colmo, ahora sabía de lo que eran capaces las Imeras.

Estaba exhausta, Hoyeon estaba en clase e incluso cuando estuvo en el cuarto no le hice caso, solo quería dormir y estar tranquila para seguir pensando demasiado en silencio.
Cuando se fue, me vestí con otra ropa para no ver las vendas que cubrían la zona quemada. Mi piel se regeneraba cuando era atravesada y ese tipo de cosas, pero era inexperta en eso. Se curaron un poco, pero no todo lo que podrían haberlo hecho y aún había marcas notables.
Después de vestirme, volví a sentarme dentro del abierto ataúd y seguí pensando en qué haría, si seguía en las mismas condiciones que antes de ver a Yuna, y peor porque estaba confundida por toda la situación con Sunghoon.

Y, hablando de él, apareció sin previo aviso. Ya era un hábito interrumpir al otro en sus cuartos como si nada.
Quité las manos de mi frente al notar la pequeña brisa que trajo consigo y lo vi ahí, parado con los brazos cruzados, mirándome con preocupación.

- Sigues siendo perturbada por las Imeras, no ha funcionado.

- Ya, ¡Gracias por tu increíble deducción! - exclamé con ironía y le lancé rápidamente un cojín a mi lado.

Él, por supuesto, lo esquivó teletransportándose fugazmente a tan solo unos centímetros más hacia la derecha.
Yo sólo suspiré y volví a acurrucarme dentro del cálido ataúd.

- No te desanimes, solo tenemos que seguir con lo que estábamos haciendo. - se acercó y se quedó mirando, como esperando a que le hiciera una señal para que se sentara.

Le miré y moví lentamente mi cabeza hacia el lado, él se metió dentro y juntó sus rodillas de la misma forma que yo. Estaba cerca, mucho.

- Entiende que todo lo que pasó ayer fue terrible.

- No fue tu culpa. - trató de consolarme.

- De hecho, sí lo fue.

- ¿Por qué?

- Había una sombra, una sombra que vi corretear por todo el lugar. Me levanté con miedo y se enredó en mi brazo. Yo sabía que en cualquier momento todo iba a arder y que sentirías mi miedo y vendrías. No quería ponerte en riesgo, así que agarré yo misma a la Imera de mi brazo y la lancé contra el suelo. En ese momento estalló. No pensaba que fuera a suceder eso, ahora resulta que también son explosivos. - dije aquello último con un tono irónico.

Sunghoon suspiró -. ¿Y en qué parte de la historia tienes tú la culpa? Era imposible que supieras que las sombras pueden hacer de todo para jugar en tu contra, hasta explotarse a sí mismas.

𝐅𝐈𝐑𝐄 𝐈𝐍 𝐓𝐇𝐄 𝐀𝐈𝐑 | Park Sunghoon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora