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Tras no hacer nada más allá de pensar en lo que leí en esos expedientes sin ningún tipo de coherencia, decidí ignorarlo, el tiempo pasaría y podría descubrir la verdad tras esas mentiras, pues estaba claro que no eran las verdaderas razones de que estuvieran ahí. Además, no saldría en un largo plazo.

Estaba retorciéndome de dolor en la cama, era de noche y ya habían pasado unos días desde mi escapada, aún no lo sabía nadie. Me dolía el estómago y creía que, en parte, era por el sentimiento de culpa. Quise despejarme aunque si hubiera sido un dolor causado por un virus, o algo así, no me habría servido de mucho.

Las puertas no estaban cerradas aún, era temprano. Sin embargo, Hoyeon ya estaba dormida, o no, pero sí estaba dentro de su ataúd.
Salí a paso acelerado y me senté en la hierba húmeda a pocos metros de la puerta principal. No logré calmarme o encontrar la paz, había aún muchos estudiantes aprovechando los últimos minutos de libertad y, en su mayoría, gritando.

Me levanté y salí rápidamente de ahí, buscando más lejos, un lugar donde tranquilizarme. Nuestra área estaba restringida, no podía salir más allá de las vallas que señalaban cuál era la zona de los estudiantes. A diferencia de cuando me escapé para leer los expedientes, que ignoré las restricciones y salí por esa misteriosa puerta.

A lo lejos veía un pequeño trozo de rocas en la orilla del mar, agradecía que fueran un mínimo de considerados y nos dejaran disfrutar de la orilla de la playa, aunque la arena fuera escasa y, además, estuviera recubierta en gran parte por piedras y rocas.
Fui hasta allí a pasos agigantados y me senté lo más cerca del agua posible. Evitando que tocara mis pies.
Los ruidos ya eran lejanos, apenas escuchaba las graves y altas voces de esos estudiantes o, mejor dicho, delincuentes.

Disfrutaba de mi soledad y mi mente se iba aclarando, me sentía en paz por un momento. Desafortunadamente, eso se acabó cuando una sombra negra como el azabache, fina y que me daba la sensación de ser como un agujero negro sin final, que me tragaría, comenzó a girar alrededor mía. Traté de mantener la calma, tragué saliva y cogí y solté aire sin poder llegar a calmarme.
No estaba entrando en pánico del todo, pero esa cosa seguía dando vueltas y cada vez más cerca mío, podía incluso notar poco a poco cómo rozaba mis extremidades.
Quería levantarme, pero estaba petrificada. El dolor de tripa volvía poco a poco, apenas podía respirar aceleradamente sin soltar un quejido.

- Sal de aquí, por Dios. - musité en un susurro casi inaudible

Quería hacer algo pero no podía. Escuché cómo la mujer encargada de aquello hablaba a través de los altavoces, diciendo "Estudiantes, diríjanse hacia sus habitaciones."
A su vez, escuché el estruendoso sonido de la puerta principal cerrándose por completo y comprendí que me había quedado sola fuera con aquello.

La imera se limitó a pegarse más a mí y comenzó a enrollarse, haciendo que me moviera inconscientemente, huyendo de su apretón. Me levanté, pero no sabía a dónde ir o qué hacer pues aún estaba asustada y adolorida.

Quise irme como si nada, pero se enredó en mi pie y caí al suelo, cortando parte de la palma de mi mano que usé para parar la caída, con una roca afilada. Probablemente también había algún trozo de cristal, pues era un corte amplio aunque no profundo.
No podía hacer fricción entre el corte y el suelo o cualquier cosa, pues dolía, tampoco quería tratar de tocar la sombra. Hoyeon me explicó que eran inofensivas hasta que se intentaba matarlas o hacerles daño.

𝐅𝐈𝐑𝐄 𝐈𝐍 𝐓𝐇𝐄 𝐀𝐈𝐑 | Park Sunghoon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora