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...

Ya estábamos frente a la puerta del cuarto de Yuna, ahora vacío, solo de ella. 

Sin embargo, no teníamos ninguna intención de que hiciera el hechizo en ese momento, si no más tarde, pero lo que no podíamos negar, es que sería ese día. Atrasarlo más era una completa estupidez, y cada segundo que avanzaba nos hacía ponernos más tensos a Sunghoon y a mí. Asimilarlo tomaría el resto del día hasta el momento de viajar a donde se encontrara.

Tocó a la puerta, Yuna tardó unos segundos en abrirnos. Cuando lo hizo, nos miró un tanto sorprendida y asustada, pero negamos con la cabeza para tranquilizarla.

- Por un momento pensaba que ya queríais ir. 

Negué.
- Sin embargo, Yuna, te vamos a dar ya las almas. A la hora de comer preguntaremos a todos quién va a ayudarnos, y hacia la noche, será cuando vayamos. Así que... No queda tanto. 

Al decir eso, un escalofrío recorrió mi cuerpo. De tan solo pensar en la posibilidad de que todo saliera mal, no estuviéramos lo suficientemente preparados y muriera alguien, me daban ganas de frenarlo todo. Jamás me perdonaría que algo así pasara. Pero eso tenía que ocurrir.

Yuna se hizo a un lado y nos dejó pasar. Se sentó flotando un poco sobre su silla, rebosaba energía.

- Pareces muy feliz. - sonreí.

- Eso es porque ya me quedan menos almas para lograr resucitar a Chaeryeong, aunque sea poco tiempo, podré verla. - sonrió de la misma forma que cuando me habló de ella por primera vez, emocionada y nostálgica. Sus ojos brillaban.  

- ¿Cuántas almas te quedan? - cuestionó Sunghoon.

- Trescientas mil seiscientas, exactamente - contestó -. Parecen muchas, pero con mis servicios las consigo relativamente rápido.

Sunghoon me miró y yo solo asentí. Se las daríamos en ese momento. Quería ver cómo reaccionaba. 

- Saca tu bolsa de almas.

- Ah, sí.

Se levantó apresurada y anduvo hasta su armario. Sacó de este lo mencionado y la abrió junto a mí, lista para que le pasara un número reducido de almas, pero no sería así.

Separé la tela de los costados y comenzaron a salir en dirección a la suya, de una en una, pero a gran velocidad. Casi no se reconocían, y solamente se veía una larga tira pálida y celestial que se movía rápidamente de una bolsa a otra. Ni siquiera se podía distinguir de cuál salían y a cuál entraban.

A mitad del proceso, Yuna arqueó una ceja notando que estaban pasando más espectros de los que le debíamos. Nos miró a ambos y yo me limité a sonreírle y articular un "espera" con los labios. Sonrió y clavó su vista llena de satisfacción en el trayecto que estaban realizando las almas. Hasta que finalmente, nuestra bolsa se quedó vacía y Yuna soltó la suya para dirigir sus manos a su boca, tapándola de la sorpresa. 

- No me lo puedo creer. ¿Cuántas hay? Son incluso más de las que necesitaba, yo...

- Unas quinientas mil. Para Chaeryeong. - respondí.

Yuna me miró sorprendida, seguidamente, a Sunghoon. Esbozó una sonrisa detrás de sus manos y sus ojos empezaron a aguarse hasta que salieron dos o tres lágrimas de ellos. Extendió los brazos hacia mí, y correspondí su abrazo. Hacer feliz a Yuna de ese modo no era solo una gran satisfacción por la sensación de hacer algo bien, si no que verla así me transmitía positividad y alegría, poder sentir que algo bueno pasaría me calmaba un poco ante la idea de que esa misma noche llegaríamos a estar frente a la responsable de la desgracia a la que estábamos condenados Sunghoon y yo. 

𝐅𝐈𝐑𝐄 𝐈𝐍 𝐓𝐇𝐄 𝐀𝐈𝐑 | Park Sunghoon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora