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Tras esa noche, no sucedió nada más. Sunghoon se limitó a teletransportarme a mi cuarto después de haber continuado el beso y sonreírme, para así dejarme dormir. Sin embargo, sabía que después de aquello nada sería igual, principalmente porque por fin conocía las características de mi maldición, o mejor dicho, nuestra maldición.
Ya sabía por qué la tenía y qué causaba, todo estaba claro, de una vez por todas.
Toda mi molestia hacia él se había esfumado y dejó paso a un ligero matiz de culpabilidad por haber estado molesta con él sin saber sus razones de esconderme tanta información.
Aún así, no me lo había contado todo. Como por ejemplo, cómo es que sabía dónde me encontraba en cada una de mis vidas.

Ya tenía claro cuál era mi maldición, por esa razón iría a hablar con Sunghoon sobre algo.

Ya había pasado un día, era la mañana siguiente. Después de levantarme y hacer mis cosas, agarré uno de los parasoles que compartía con Hoyeon y salí del dormitorio.

Caminaba por el edificio pensando dónde podría estar hasta que decidí que iría fuera. Salí por la puerta principal, todos los estudiantes hablaban animadamente por los jardines y el patio.
Me moví lentamente hasta llegar a un extremo y, de lejos, divisé los campos de fútbol y las pistas de baloncesto. Pensé que tal vez estaría ahí, así que fue el lugar hasta donde fui.

Una vez llegué, estando en medio de ambos, observé a través de las rejas y vallas a los jugadores de cada partido que se estaba celebrando. Había tantos y mis ojos iban tan rápido de un lugar a otro, que no lograba verle. Afortunadamente, se me hizo más fácil cuando en el lado de fútbol escuché varios gritos y celebraciones. Significaba que el partido acababa de terminar y alguien marcó un gol decisivo en el último minuto. Cuando escuché los vítores, identifiqué entre todas las voces la dulce y melodiosa voz de Sunghoon, que cuando estaba alegre era mil veces mejor.
Me acerqué y entré al campo, me mantuve en la zona del público y estando más de cerca pude encontrar a Sunghoon. Lo celebraba con el resto de jugadores entre los que también estaban Heeseung, Jake y Riki.

Al cabo de unos minutos, tras hablar un rato, miró hacia mi lado y me vio, por lo que se teletransportó fugazmente hasta mí.

- ¿Lo has visto todo? - preguntó con una pizca de emoción.

Negué -. Acabo de llegar.

Se veía decepcionado.

- La próxima vez te avisaré; quiero que me veas ganar. - sonrió.

- ¿Has sido tú quien ha marcado los goles?

- Así es. - afirmó con orgullo, con una sonrisa victoriosa y una expresión alegre y real que me transmitían todo sentimiento existente.

- Hmm... ¿Debería de compensarte? - pregunté posicionando uno de mis dedos en mi barbilla, fingiendo estar pensando.

Sus ojos se iluminaron, su cara decía "¿De verdad?" Y yo no me podía creer que alguien como él se emocionara por la simple insinuación de beso de alguien como yo. De la misma forma que aún me costaba asimilar que llevara algo más de cien años en busca de mi alma, y que dijera que en esta vida tenía el rostro y nombre más hermosos. Era simplemente difícil de creer. Pensaba que eran tan solo cumplidos hasta que recordaba su tono sincero.
No me había centrado tanto en mis sentimientos como podía haberlo hecho debido a pensar demasiado sobre la maldición pero, si algo tenía claro, es que estaba profundamente enamorada de él. Era verlo y esbozar una sonrisa sin importar dónde o cómo estuviéramos. Si él sufría, yo también y de hecho eso era algo literal. Si yo sufría, él sufría. Estábamos tan conectados por culpa de la maldición que todo lo que nos pasaba en conjunto se duplicaba y eso hacía de nuestra unión algo más fuerte, que pasáramos más tiempo juntos, más momentos. En definitiva, que tuviera más tiempo para enamorarme cada vez más si era posible.

𝐅𝐈𝐑𝐄 𝐈𝐍 𝐓𝐇𝐄 𝐀𝐈𝐑 | Park Sunghoon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora